El historiador Yakov Rabkin examina las raíces políticas del conflicto israelo-palestino y cuestiona la viabilidad de una solución pacífica

Por Irene Selser

Profesor emérito de Historia en la Universidad de Monreal, consultor de la UNESCO y el Banco Mundial entre otras instituciones mundiales, conferencista y escritor experto en temas como Israel, las relaciones internacionales y ciencia y libertades políticas, Yakov Rabkin ( www.yakovrabkin.ca ) acaba de publicar en Buenos Aires su más reciente libro, Israel, violencia perpetua (Nueva Editorial Canaán), donde critica la colonización israelí de tierras palestinas en nombre del judaísmo. Un libro anterior, En el nombre de la Torá.Contra el Estado de Israel. Historia de la oposición judía al sionismo (Buenos Aires, en francés en el original, Presses Université Laval, 2004 Martinez Roca) fue traducido a catorce idiomas. Premiado en Japón como mejor libro del año 2010 en no-ficción. En su calidad de judío, el autor de 79 años, casi los mismos que el Estado de Israel, creado en 1948, se muestra contrario a los usos políticos de la historia y es escéptico sobre una solución de dos Estados para el conflicto israelo-palestino. También advierte sobre el riesgo de un conflicto nuclear en caso de que empeore el choque entre Israel e Irán, el primero apoyado por Estados Unidos y el segundo por Rusia y China.

Pregunta: El mortífero ataque del grupo islamista Hamás contra una decena de granjas agrícolas (kibutz) en Israel el 7 de octubre de 2023, que dejó 1.160 israelíes muertos, incluso 379 militares y agentes de seguridad, además de cientos de rehenes, muchos de los cuales siguen cautivos, desató una ofensiva militar masiva en Gaza por parte del ejército israelí con el saldo de más de 43.000 civiles muertos a la fecha, en su mayoría niños y mujeres. ¿Se puede recriminar a Israel por la dimensión de su respuesta? En palabras del premier israelí,Benjamín Netanyahu, Israel está luchando por su supervivencia.

Respuesta: Como de costumbre, Israel reaccionó militarmente ante un problema que es fundamentalmente político. Los palestinos de Gaza son en su mayoría refugiados desplazados de sus hogares por las sucesivas oleadas de asentamientos sionistas, en particular las de 1948 y 1967. Desde detrás del alambre de púas, observaban cómo sus tierras se convertían en el territorio israelí, cómo sus pueblos y ciudades recibían nombres hebreos y sus campos eran apropiados por los sionistas. Desde 2006, más de dos millones de personas en Gaza estaban sometidas a un severo asedio. La situación en Gaza antes del 7 de octubre de 2023 era intolerable y estaba a punto de estallar. Los alimentos, el agua, todo lo que entraba en Gaza, estaba sometido al control militar israelí. Incluso antes del actual genocidio, los funcionarios israelíes a cargo de Gaza declararon abiertamente que los palestinos de Gaza estaban «a dieta». Además, fueron sometidos a varias oleadas de violencia, incluso cuando optaron por la protesta pacífica, como ocurrió en respuesta a la Gran Marcha del Retorno en 2018-19. Observadores experimentados calificaron Gaza de «prisión al aire libre» mucho antes de que se convirtiera en campos de genocidio en la actual campaña israelí.
El problema es esencialmente político porque entre el río Jordán y el Mediterráneo, hay casi el mismo número de árabes y no árabes que viven bajo control israelí, mientras que a la mayoría de los árabes se les niega la ciudadanía y los derechos políticos. En este sentido, Netanyahu tiene razón: La resistencia palestina busca la igualdad de derechos, en dos estados o en uno común, y lo último amenazaría la naturaleza colonial sionista del Estado de Israel. Israel es un vestigio de otra época y sólo una reforma política puede traer la paz ahora que el colonialismo ha perdido legitimidad.
Sin embargo, Israel ha desatado la violencia genocida contra los palestinos con la esperanza de forjar otro tipo de paz. Su modelo es el exterminio y la marginación de la población autóctona en Norteamérica o Australia en el siglo XIX. Hasta ahora, gozan de impunidad en sus planes de aniquilación y desplazamiento de palestinos, tanto en Gaza como en Cisjordania.

Pregunta: Para Israel no hay duda de que Irán, aliado de Hamás, estuvo detrás de los ataques del 7-O para frustrar el “nuevo mapa” de Medio Oriente promovido por Netanyahu y que antes del 7-O incluía el acercamiento entre Israel y Arabia Saudita, la principal potencia musulmana sunita, hoy más próximo a Irán, su archienemigo chiita, tras un año de atrocidades israelíes en Gaza. Visto así, ¿a quién favorece el conflicto que se ha desatado en el área y que involucra además a otros aliados de Irán como Siria, Irak, los hutíes de Yemen y el partido militar islamista libanés Hezbolá?

Respuesta: A estas alturas está bastante claro que la naturaleza colonial sionista del Estado de Israel es la principal fuente de violencia perpetua en Asia Occidental. Muchos observadores perspicaces, como Hannah Arendt (1906-1975), una politóloga judía refugiada de Alemania, advirtieron que la declaración unilateral de independencia por parte de los líderes sionistas provocaría conflagraciones interminables. Incluso antes, los rabinos antisionistas de Europa del Este denunciaron la idea de un Estado judío separado como «una trampa mortal».
No obstante, en 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó la partición de Palestina ignorando la oposición de la mayoría de sus habitantes y de todas las naciones vecinas. Como era de esperar, esto condujo inmediatamente a la guerra. Israel ganó la guerra, pero desde entonces ha sido incapaz de conseguir la paz.

Hoy en día, la mayor parte de la población mundial está horrorizada por la violencia perpetrada por Israel. Esto es ciertamente así en los países de mayoría musulmana, ya sean suníes o chiíes. Los imperialistas, siguiendo la vieja máxima romana de divide y vencerás, tratan de avivar el conflicto entre las diferentes corrientes del islam. Esto es lo que ocurrió cuando los Estados Unidos animó a su entonces aliado Sadam Husein a atacar Irán y librar una brutal guerra que desangró a ambos países en la década de 1980. Arabia Saudí e Irán alcanzaron un acercamiento que se anunció en Pekín en el verano de 2023. Las actividades militares israelíes no hacen sino reforzar este acercamiento.
Además, la indignación popular que provoca la colaboración de ciertos gobiernos árabes con Israel desestabiliza gravemente los regímenes de los aliados estadounidenses. Jordania, que derribó misiles iraníes que se dirigían a Israel y ofreció a la fuerza aérea israelí derechos de sobrevuelo en su misión de bombardear Irán, se enfrenta a turbulencias y desestabilización. Incluso cuando el pueblo no dispone de medios democráticos para efectuar cambios, los gobiernos se vuelven cautelosos cuando la ira popular hierve por la borda.
Ningún país de la región se beneficia de la situación actual. Incluso es improbable que Israel aproveche de su campaña militar en múltiples frentes, aunque merme seriamente el potencial militar de sus adversarios. Se ha convertido en un verdadero Estado paria, totalmente dependiente de la ayuda y protección militar y política de Estados Unidos, Alemania y otros países occidentales. Ha despreciado a las Naciones Unidas y sus instituciones, como el Tribunal Internacional de Justicia, que considera plausible que Israel esté cometiendo un genocidio. Y lo que es más grave, Israel está por expulsar la agencia de la ONU que administra la ayuda a los palestinos. El Estado sionista parece enloquecido, nadie quiere ni es capaz de detenerlo. Se podría decir que en 1947 las Naciones Unidas engendraron un Frankenstein.

Pregunta: Esta es la quinta guerra que libra Israel contra sus enemigos árabes. Básicamente en las cuatro anteriores, 1948-1949, 1956, 1967 y 1973, el ejército israelí resultó vencedor. ¿Es posible esperar lo mismo ahora dado el poderío militar de Israel y la desventaja en términos económicos y militares de Irán, lo que explicaría la cautela con que está reaccionando la Iran, cuyos misiles parecen no producir demasiado daño a Israel?

Respuesta: Aún los militares israelis critican su gobierno reprochandolo de ausencia de un plan estratégico. Admiten que es imposible derrotar militarmente a Hamás porque es un movimiento de resistencia arraigado en la población oprimida. No soy experto en asuntos militares. Pero puedo citar a alguien quien lo es, Carl von Clausewitz (1780-1831): “La guerra es la continuación de la política con otros medios”. Para Israel la guerra reemplaza a la política. Entonces es difícil definir lo que constituiría una victoria para Israel. Repito, las “victorias” pasadas jamás resultaron en paz.

Pregunta: En días pasados usted presentó en Argentina su nuevo libro, Israel, violencia perpetua y ahí dijo que el apoyo de Estados Unidos a Israel, y de Rusia y China a Irán podría derivar en una guerra nuclear. El premier Netanyahu ha asegurado que no quiere otra guerra, que sólo pretende “disolver” o neutralizar la amenaza de Irán, de Hamás y de Hezbolá en contra de sus fronteras y su población. ¿Realmente el presidente ruso Vladimir Putin o su par chino Xi Jinping estarían dispuestos a entrar en guerra contra Israel por el tema palestino siendo que los tres países son potencias nucleares?

Respuesta: Cuando los riesgos son tolerables uno puede lanzarse en cálculos de probabilidad. No es el caso de una guerra nuclear. Aún una infinitésima probabilidad de conflagración nuclear nos debe preocupar a todos.

Pregunta: ¿Hacia dónde puede derivar este conflicto teniendo en cuenta el cambio de gobierno en Estados Unidos?

Respuesta: El factor principal del apoyo incondicional que los EE.UU. otorgan a Israel es el lobby israelí. No es un lobby judío porque los sionistas evangélicos y otros (hasta Joe Biden se declara sionista) son varias veces más numerosos que el número total de los judíos en el mundo. Además, mientras que la guerra contra los palestinos consolida el compromiso evangélico para Israel, ella divide a los judíos. Hay judíos críticos de Israel, los más fervientes. El lobby israelí no depende del voto del 5 de noviembre porque permea a los dos partidos. Como en muchos otros asuntos, la indignación popular contra Israel no afecta a las políticas del gobierno.