En una sociedad marcada por el acelerado ritmo de vida y la constante búsqueda de la juventud eterna, la muerte sigue siendo un gran tema tabú para muchos. Sin embargo, el concepto del buen morir cobra cada vez más relevancia en nuestra sociedad, especialmente en un momento en el que los avances médicos permiten extender la vida, pero rara vez nos preparan para afrontarla con dignidad cuando llega a su fin. El buen morir no se trata solo de un proceso físico, sino de un enfoque integral que implica la aceptación consciente del final de la vida, cuidado emocional y espiritual, así como la búsqueda de un cierre armonioso y sin sufrimiento innecesario.
Por Ysa Marín
El buen morir se entiende como un proceso en el que la persona se enfrenta a la muerte con serenidad, rodeado de dignidad, respeto y el acompañamiento adecuado. Es un proceso que involucra tanto a la persona que muere como a sus seres queridos y que plantea la necesidad de transformar nuestra percepción de la muerte, no como un tabú o como un fracaso, sino como una fase natural e inevitable de la vida humana.
En una sociedad donde la muerte suele ser marginada y las personas temen el sufrimiento y la soledad en sus últimos días promover la idea del buen morir nos invita a reconsiderar nuestras prioridades, a vivir de manera más consciente y a la vez a morir en paz.
A medida que la esperanza de vida aumenta, también lo hace la importancia de aprender a morir con dignidad, de forma íntegra, sin sufrimiento innecesario y en condiciones que respeten los deseos de la persona. Este enfoque no solo es esencial para quienes enfrentan enfermedades terminales, sino para todos, ya que un buen morir comienza con un buen vivir, fundamentando la aceptación, el acompañamiento y la preparación para el final de vida.
La conexión entre el arte del buen vivir y el buen morir es tan íntima como inseparable, es profunda y estrechamente interconectada
En muchas culturas la muerte no es vista como un evento aislado, sino como una transición natural que forma parte del ciclo de la vida. En este sentido, nuestra manera de vivir influye profundamente en cómo nos enfrentamos a la muerte. La forma en que gestionamos nuestras emociones, nuestras relaciones, nuestros miedos y nuestra espiritualidad durante la vida se refleja en gran medida en cómo nos enfrentamos al final.
Si vivimos de manera consciente y en paz, cultivando una relación saludable con nosotros mismos, nuestros seres queridos y el entorno es más probable que abordemos la muerte con serenidad y aceptación. El arte del buen vivir se basa en la idea de vivir en equilibrio sabiendo que cada momento es valioso e impermanente, siendo conscientes de nuestra expansión y trascendencia. Este tipo de enfoque nos prepara para la muerte, pues cuando vivimos en consciencia plena aprendemos a soltar el apego, a aceptar la inevitable y a encontrar paz con lo que somos.
Por el contrario, aquellos que viven en la negación constante de la muerte, en la ansiedad por lo que no se puede controlar o la perpetua huida de la realidad de la finitud, suelen encontrar un buen morir mucho más difícil.
La falta de preparación emocional y espiritual puede llevar a un final lleno de sufrimiento innecesario, tanto físico como psicológico. Sí no hemos aprendido a vivir en el presente, a sanar nuestras heridas emocionales o a reconciliarnos con nuestra propia historia, esas mismas tensiones y temores suelen intensificarse al acercarse a la muerte.
El Arte del buen Vivir también implica cultivar las relaciones auténticas, en las que podamos decir lo que sentimos y cerrar ciclos. La manera en que nos relacionamos con otros a lo largo de nuestra vida, (tanto en momentos de armonía como en los de conflicto), impactará nuestra capacidad para afrontar el final. La reconciliación, la paz con los demás y el poder expresar nuestras emociones de manera abierta son esenciales para enfrentar el buen morir.
Una persona que ha tenido la oportunidad de resolver sus conflictos y expresar su amor, sus miedos o sus arrepentimientos, tiene muchas más probabilidades de enfrentar la muerte con dignidad, sin arrastrar cargas emocionales que puedan impedirle morir en paz.
En última instancia, el buen morir no solo es un resultado de un proceso físico sino que es una culminación de cómo hemos vivido. Vivir con un propósito, vivir en armonía con nuestra propia esencia.
Ysa Marín es fundadora y socia de El Arte del Buen Vivir
Doula de la muerte, tanatóloga, coaching estratégico e instructora de mindfulness.