Un 3 de noviembre de 1989, Silo, fundador e impulsor de la corriente del Nuevo Humanismo, presentaba su libro “Experiencias Guiadas” en el Ateneo de Madrid.
En el comentario preliminar de la obra, J. Valinsky dice: «Debe anotarse que en toda pieza literaria, el lector o el espectador (si se trata de representaciones teatrales, fílmicas o televisivas), puede identificarse más o menos plenamente con los personajes, pero reconociendo en el momento o, posteriormente, diferencias entre el actor que aparece incluido en la obra y el observador que está “afuera” de la producción y no es otro que él mismo. En este libro ocurre lo contrario; el personaje es el observador, agente y paciente de acciones y emociones.»
De esta manera, esta serie de narraciones y juegos de imágenes en las que se divide la obra presenta escenografías, una especie de teatro mental diseñado por el autor con el propósito de permitir que cada quien trabaje en su interioridad con sus propios contenidos mentales.
Ya el hecho de descubrir estas imágenes que anidan en nuestra memoria, que componen nuestra imaginación y se entretejen en el presente, constituyendo aquello que afirmamos es la “realidad”, es de un valor incalculable. Y sin duda, el simple expediente de participar de algunas de estas experiencias guiadas dará al lector o escucha la posibilidad de entrever cómo pueden modificarse y producirse escenarios propicios para una mejor relación con los demás y con uno mismo.
Al respecto, en ocasión de aquella presentación y comentando la experiencia guiada “El gran error”, Silo dice: “… como se trata de un hecho que hay que modificar en el pasado, un hecho en nuestra vida que quisiéramos se hubiera producido de otro modo, debemos producir alteraciones temporo-espaciales que, desde luego, modifican la percepción de los fenómenos y, en efecto, terminan por modificar la óptica, la perspectiva desde la que vemos nuestro pasado. Así, es posible no ya modificar los hechos que ocurrieron, pero sí el punto de vista sobre los mismos y, en ese caso, la integración de tales contenidos cambia considerablemente.”
Estas sagas permiten incluso reflexionar sobre las propias actitudes cotidianas y la ética que subyace en nuestro modo de vida. Así, en la experiencia llamada “La acción salvadora” el protagonista (uno mismo), tratando de escapar de nubes radioactivas, se encuentra con un gigante que le cierra el paso agitando amenazante una espada de fuego.
«Entonces grito: ¡Tienes que dejarme pasar porque he realizado una buena acción!
¿Qué es una buena acción? – pregunta el robot.
Es una acción que construye, que colabora con la vida – respondo.
Pues bien – agrega-, ¿qué has hecho de interés?
He salvado a un ser humano de una muerte segura y, además, he salvado su conciencia.
Inmediatamente, el gigante se aparta y salto al terreno protegido en el momento en que caen las primeras gotas de lluvia…»
Así, además de los relatos que nos introducen en diversos nudos biográficos para desplazar temores, resentimientos e intentar reconciliaciones importantes, el libro contiene, con una gran cuota de humor y creatividad, escenarios que permiten relajar tensiones, visitar zonas desconocidas y activar espacios nuevos en nuestra interioridad.
Este gran trabajo incluye cuentos que posibilitan reflexiones aún más profundas, relacionadas con el propio sentido de la vida.
Con esta obra, Silo acerca a cualquier ser humano un modo sencillo de conectar consigo mismo en actitud benévola y al mismo tiempo transformadora, sintetizando modos de trabajo más complejos que en otra de sus obras – “Apuntes de Sicología” – serán descritas minuciosamente bajo la categoría de “catarsis” y “transferencia”.
Transcribimos por último el párrafo con el que Silo concluye su exposición en el Ateneo de Madrid, hace ya 35 años. En esas líneas, en nuestra opinión, Silo pondera la importancia capital de las imágenes como una clave de comprender la forma activa y no pasiva de estar la conciencia frente al mundo, cuestión fundamental para encarar su transformación.
“En tanto se siga considerando a la imagen como una simple copia de la percepción, en tanto se siga creyendo que la conciencia en general, mantiene una actitud pasiva frente al mundo, respondiendo a él como reflejo no podremos responder ni a las anteriores preguntas ni a otras, en verdad, fundamentales.
Para nosotros la imagen es una forma activa de ponerse la conciencia (como estructura) en-el-mundo. Ella puede actuar sobre el propio cuerpo y el cuerpo en-el-mundo dada la intencionalidad que se dirige fuera de sí y no responde simplemente a un para sí o a un en sí natural, reflejo y mecánico. La imagen actúa en una estructura espacio-temporal y en una «espacialidad» interna a la que llamamos, justamente, «espacio de representación».
Las diferentes y complejas funciones con las que cumple la imagen dependen, en general, de la posición que asume en dicha espacialidad. La justificación plena de esto que afirmamos exige la comprensión de nuestra teoría de la conciencia y, por ello, remitimos a nuestro trabajo sobre Sicología de la Imagen. Pero, si a través de estos «divertimentos literarios», como dice nuestro comentarista, si a través de estas narraciones o cuentos, hemos podido hacer ver el aspecto aplicado de una concepción muy vasta, no hemos faltado a lo prometido al comienzo de nuestra explicación cuando dijimos que íbamos a ocuparnos de este escrito, de estas «Experiencias Guiadas», no desde el punto de vista literario sino desde las ideas que dan lugar a esta expresión literaria.”