PIA Global.
Por Pepe Escobar*-
África necesita ahora esencialmente voluntad política para luchar contra los problemas de infraestructura, el déficit de capital humano y el déficit institucional.
En la cumbre anual de la APEC en Lima, el camarada Xi Jinping fue prácticamente coronado como Rey del Perú, mientras una animada fiesta móvil celebraba la nueva Ruta de la Seda Marítima Chancay-Shanghai, valuada en 1.300 millones de dólares, a través del Pacífico.
Difícilmente podría haber una contrapartida más auspiciosa a la acción en Sudamérica que reunirse en Sudáfrica, miembro del BRICS, para debatir la unidad africana en un mundo multipolar, así como las plagas perennes del racismo, el fascismo, la rusofobia y otras formas de discriminación. Las reuniones fueron coordinadas por el Movimiento Rusófilo Internacional (MIR), que no sólo es rusófilo sino, sobre todo, multinodalófilo (la cursiva es mía).
En Kazán, los BRICS se expandieron de facto, pasando de tener nueve miembros a sumar 13 socios miembros y alcanzando así 22 naciones (Arabia Saudita, un caso inmensamente complejo, sigue indeciso). Los BRICS+ superan ahora ampliamente la influencia –menguante– del G20, cuya cumbre anual se está llevando a cabo en Río, al menos centrada en cuestiones sociales y en la lucha contra la pobreza y el hambre, y no en la guerra. Aun así, el G7/OTAN, plagado de crisis, intentó secuestrar la agenda.
La verdadera descolonización empieza ahora
A todos los efectos prácticos, y tomando prestada una de las metáforas de Xi, el BRICS+ ya ha zarpado para explorar los lineamientos de un nuevo orden mundial justo y equitativo.
En Johannesburgo, la excelente calidad analítica de los interlocutores sudafricanos, sumada a las contribuciones de Malí y Senegal, fue motivo de pura alegría.
El tono fue realista, crítico y esperanzador, desde Nomvula Mokonyane, presidenta del comité de relaciones internacionales del Congreso Nacional Africano (ANC) y firme defensora de Palestina/Gaza, Cuba y el Sahara Occidental, hasta la ex ministra de Asuntos Exteriores, Dra. Nkosazana Dlamini-Zuma; desde Sikelela Mgalagala, empresaria y graduada de la Universidad Agraria Estatal de Bielorrusia, hasta Nonkululeko Mantula, una empresaria de medios de comunicación sumamente talentosa y ganadora de un premio especial en un foro BRICS en Sochi; desde el senegalés Souleyman Ndiaye, vicesecretario general del Movimiento Rusófilo Internacional, hasta el maliense Amadou Gambi; desde el analista geopolítico de primera Joe Mshalla hasta el ex diplomático Botsang Moiloa, heredero de la aristocracia real de Botsuana y Lesoto y hombre de energía ilimitada.
La desigualdad numérica en África es siempre una cuestión asombrosa que invita a una profunda reflexión. Los que podrían definirse como los Cinco Grandes –Argelia, Egipto, Nigeria, Etiopía y Sudáfrica– son responsables de nada menos que la mitad del PIB de África.
Tres de ellos son ahora miembros plenos del BRICS y los otros dos son socios del BRICS.
El experto legal Dr. Andre Thomashausen, con sede en Pretoria, proporcionó cifras aún más sorprendentes.
África, con el 20% de la superficie terrestre (en la que podrían “encajar” fácilmente China, India, Estados Unidos y Europa) y el 30% de los recursos naturales del planeta (incluidos minerales críticos como el litio), sin mencionar el 17% de la población mundial (1.300 millones de personas), representa solo el 2,8% del PIB mundial.
La conclusión es inevitable: el FMI y el Banco Mundial acabaron por fallarle a África. En 2025, África albergará nada menos que el 8% de los pobres del mundo.
Es absolutamente necesario crear un nuevo modelo de desarrollo panafricano, alejado del sistema de Bretton Woods, y Rusia tiene todo lo necesario para desempeñar un papel destacado.
Ningún país africano ha aplicado o aplicado sanciones occidentales a Rusia. Como recordó Thomashausen, en el Foro Económico de San Petersburgo de 2023, el presidente Putin ofreció donar granos a las naciones africanas y, más tarde, no condenó los golpes militares en África occidental, a diferencia de la Unión Africana, entendiendo totalmente la campaña anticolonizadora.
Rusia está sustituyendo estratégicamente a Francia en África Occidental y apoya firmemente a la Alianza de los Estados del Sahel (Malí, Níger, Burkina Faso).
Thomashausen señaló que, si bien la participación de Rusia en África es menor que la de otras potencias, Moscú logró acumular un considerable poder blando con solo el 5% de las inversiones chinas, creando influencia política con acuerdos en las industrias agrícolas, la seguridad, la energía nuclear y la minería: «Prácticamente ha eliminado la influencia francesa. Sus ofertas de servicios de seguridad han superado a las de Estados Unidos y la UE».
Dando forma a un “nuevo plan”
Uno de los temas claves de los debates en Johannesburgo fue el dominio civilizatorio de África.
El inestimable profesor Zhang Weiwei, del Instituto de China de la Universidad de Fudan, reafirmó los “cuatro males” que combate China: el racismo, la islamofobia, la rusofobia y la sinofobia. A la hora de dar forma a una “comunidad de civilización africana”, sugirió lecciones que se pueden aprender de la transposición del modelo de la ASEAN: el modelo consensual del sudeste asiático.
Como lo expresó el profesor Zhang, “mientras que las reglas gobiernan Europa, el beneficio mutuo gobierna Asia”. El punto clave para dar forma a una “estructura de civilización cultural” es “la paciencia estratégica: dos pasos adelante, un paso atrás”.
En Asia, China apoya la centralidad de la ASEAN. Compárese con la OTAN, que se basa en el principio de “dividir y gobernar”: “La lección para África es invertir en la cooperación institucionalizada. Esto podría ser una inspiración para África”.
Amadou Gambi, de Mali, elogió el gran imperio maliense del siglo XIII y ahora, en paralelo, elogió a los “valientes jóvenes soldados que están trayendo a Mali hacia sí” en el seno de la Asociación de Estados del Sahel.
Otro punto clave de todos los debates: como quienes controlan la narrativa controlan el futuro –y también el pasado–, el gran desafío para África es “la descolonización de la mente”, como subrayan varios académicos sudafricanos.
Roman Ambarov, embajador plenipotenciario de Rusia en Sudáfrica, socio del BRICS, presidió una mesa redonda sobre “La unidad africana en un mundo multipolar”. Es significativo que, de entrada, citara a Putin citando a Nelson Mandela: “cuántas veces me levanté después de caerme”.
Eso llevó a la Dra. Nkosazana a abordar el desafío más tortuoso: cómo conformar un África políticamente unida. Ayuda, dijo, que “nuestro recurso más preciado sea la gente” y que sean “jóvenes, educados, con habilidades”.
Dawie Roodt, economista jefe del Efficient Group, resumió el desafío geoeconómico: la necesidad de una moneda para toda África, “con un gran mercado de capitales detrás”. Esto estaría vinculado a una mayor conectividad, la construcción de nuevas ciudades e industrias y un liderazgo renovado.
El profesor Zhang Weiwei volvió a centrarse en el modelo chino de “unión y prosperidad”, que pone el foco en “la vida de la gente en primer lugar”, con resultados tangibles. Calificó a Putin de “verdadero revolucionario”, en contraste con la China de Deng Xiaoping, que era “reformista”, y recordó la época en que China tenía un ingreso per cápita más bajo que Malawi.
China llevó a cabo entonces “revoluciones esenciales”, a medida que el índice social subía; esa fue la base para el desarrollo posterior. En cuanto al modelo, se trata de “selección, no de elecciones”: el Partido Comunista de China (PCCh) es “holístico”. Deng dijo “sí” a la globalización económica, pero de manera selectiva; y “no” a la globalización política.
Un tema clave para la mayoría de los oradores es que la construcción de la unidad en África conduce a la acción africana: de receptor geopolítico a actor geopolítico, con la no alineación íntimamente vinculada a la búsqueda de autonomía. De 55 naciones –el 27% de las Naciones Unidas– no menos de 28 naciones africanas fueron colonizadas por Francia. Por fin está en marcha una verdadera descolonización post-francesa.
Amadou Gambi, de Mali, se centró en la apasionante historia de la unidad africana, que abordó paso a paso. Esta, con el tiempo, se traducirá en ventajas competitivas y en la capacidad de África para negociar como un todo. Como subrayó Sikelela Mgalagala, el “nuevo modelo” debe ser creado por África, utilizando, por ejemplo, la BRI para obtener ventajas y los BRICS como herramienta principal.
Entre todos los participantes africanos surgió el consenso de que ahora África necesita esencialmente voluntad política para luchar contra los problemas de infraestructura, el déficit de capital humano y el déficit institucional. Por lo tanto, es necesario reparar las instituciones, en paralelo al proceso de lucha contra la (re)colonización cultural.
La formidable Cynthia McKinney –respaldada por sus seis mandatos en el Congreso de Estados Unidos– tuvo que introducir una nota de profundo realismo. África puede estar ahora en camino de afirmarse, pero nadie debe dejarse engañar: lo que le ocurrió a Gadafi fue sólo una muestra de hasta qué punto están dispuestos a llegar los sospechosos habituales para impedir la acción africana. Los nuevos líderes políticos deben ser plenamente conscientes de que cuanto más se adentren, “corren el riesgo de que los maten”.
*Pepe Escobar, Analista geopolítico independiente, escritor y periodista.
Artículo publicado originalmente en Strategic Culture