Los cetáceos, como los delfines y las ballenas, son seres extraordinarios con una inteligencia y capacidades sociales sorprendentes. Se les ha comparado con los grandes simios en términos de su complejidad cognitiva, sus estructuras sociales y la comunicación avanzada que utilizan. Estos “grandes simios del océano” poseen cerebros altamente desarrollados, y algunas investigaciones sugieren que su capacidad de autoconciencia y empatía es similar a la de los homínidos no humanos. En términos de derechos, se ha empezado a cuestionar la manera en que los tratamos, especialmente considerando el impacto humano en su hábitat y la caza que aún persiste en algunas regiones.

En 2013 India dio un paso histórico al reconocer a los delfines como «personas no humanas» y prohibir su captura para exhibiciones en acuarios y parques. El Ministerio de Medio Ambiente de India argumentó que los delfines son seres altamente inteligentes, con una capacidad cognitiva comparable a la de los humanos, lo que llevó a la decisión de garantizarles este estatus especial.

Esta declaración se basó en investigaciones que muestran que los delfines poseen autoconciencia, empatía, comunicación avanzada y comportamientos sociales complejos. Fue un movimiento pionero en el reconocimiento de los derechos de los cetáceos y en la discusión sobre extender los derechos legales a seres no humanos, marcando un hito que resuena con las ideas que siempre he defendido en charlas y proyectos. India ha sido uno de los pocos países en dar este reconocimiento, y aunque todavía hay mucho por avanzar a nivel global, es un ejemplo clave de cómo los argumentos éticos y científicos pueden transformar las leyes y la protección de las especies no humanas, al igual que ha ocurrido con varios chimpancés y la orangutana Sandra en Argentina declarados personas no humanas con derechos por sentencia judicial.

El rey maorí y otros líderes indígenas del Pacífico firmaron un acuerdo para otorgar personalidad jurídica a las ballenas que fue firmado por el rey maorí Kiingi Tuheitia y otros líderes indígenas del Pacífico en marzo de 2024, bajo el nombre de He Whakaputanga Moana (Declaración para el Océano). Esta declaración histórica reconoce a las ballenas como «personas no humanas» con derechos inherentes, incluyendo el derecho a la libre migración, a un ambiente saludable y a prosperar sin interferencias humanas. El tratado está inspirado en la cosmovisión de Te Ao Māori, que resalta la interconexión de todos los seres vivos. También se fundamenta en la creencia ancestral de que las ballenas son taonga (tesoros) y ancestros de los pueblos polinesios, lo que refuerza la necesidad urgente de protegerlas frente a amenazas como la contaminación, el cambio climático y la caza. La propuesta incluye la creación de áreas marinas protegidas y la implementación de rāhui (restricciones basadas en sabiduría ancestral) para conservar las poblaciones de ballenas. Además, se ha propuesto la creación del Hinemoana Halo Ocean Protection Fund, un fondo que apoyará a las comunidades indígenas en su papel como guardianes naturales de los océanos. Este esfuerzo se considera un acto pionero para establecer un marco legal que podría ser adoptado por otros países y busca impulsar la protección de los cetáceos a nivel global​.

Imagen Pedro Pozas Terrados. Calderones tropicales en Tenerife.

El papel de los guardianes naturales del océano, especialmente en el contexto del acuerdo firmado para otorgar personalidad jurídica a las ballenas, está profundamente arraigado en las tradiciones indígenas del Pacífico. Las comunidades polinesias y maoríes ven el océano y sus habitantes como parte integral de su cosmovisión, donde la naturaleza y los seres vivos, como las ballenas, son considerados parte esencial de sus vidas espirituales. Los guardianes naturales son aquellas personas o comunidades que actúan como protectores del océano y sus criaturas, basándose en su conocimiento ancestral y sabiduría transmitida a lo largo de generaciones. Estos guardianes, o kaitiaki en el caso de la cultura maorí, tienen una responsabilidad no solo legal, sino también espiritual y cultural, para cuidar y preservar la salud del océano y sus ecosistemas. Los guardianes naturales aplican principios como el rāhui, que son restricciones temporales sobre el uso de ciertos recursos, guiados por el respeto a la naturaleza y la sostenibilidad. Estas restricciones suelen ser impuestas cuando una especie o un ecosistema está en peligro de agotarse o sufrir daño, y se levantan cuando la regeneración ha sido suficiente​

En el acuerdo de He Whakaputanga Moana, se refuerza la idea de que los guardianes naturales deben tener un papel protagónico en la conservación de las ballenas y otros seres marinos. Se propone, además, la creación de un fondo especial para empoderar a estas comunidades indígenas, permitiéndoles implementar proyectos de protección que reflejan tanto su conocimiento tradicional como la ciencia moderna. Este enfoque busca una fusión entre la ciencia occidental y el mātauranga (conocimiento indígena), creando un modelo de protección más holístico y respetuoso con el entorno natural. Al reconocer el liderazgo de los guardianes naturales, también se reconoce su conexión espiritual con el océano, lo que aporta una dimensión ética y cultural a la protección de los ecosistemas marinos.

La Declaración de los Océanos (He Whakaputanga Moana), busca garantizar los derechos de las ballenas y los cetáceos en general protegiendo sus ecosistemas. Los principales puntos expuestos por la declaración incluyen:

  1. Reconocimiento de personalidad jurídica para los cetéceos: Las ballenas son consideradas «personas no humanas» con derechos inherentes, entre ellos, el derecho a la libertad de movimiento, a vivir en un ambiente saludable y a prosperar sin interferencias humanas​
  2. Creación de áreas marinas protegidas: La declaración propone el establecimiento de zonas marinas protegidas, donde las ballenas y otras especies puedan vivir y migrar libremente sin ser perturbadas por actividades humanas destructivas​
  3. Implementación de rāhui (restricciones basadas en sabiduría ancestral): Se promueve el uso de restricciones temporales y adaptativas sobre la explotación de los recursos marinos, basadas en el conocimiento ancestral de las comunidades indígenas. Este enfoque respeta los ciclos naturales y busca regenerar los ecosistemas dañados.
  4. Fusión de conocimiento indígena y ciencia moderna: La declaración aboga por integrar el mātauranga (conocimiento indígena) con la ciencia moderna, creando un enfoque más holístico para la protección del océano y sus habitantes​
  5. Creación del Hinemoana Halo Ocean Protection Fund: Un fondo que apoyará a las comunidades indígenas en su papel como guardianes del océano, financiando iniciativas que protejan a las ballenas y promuevan la conservación marina​
  6. Llamado a la acción global: La declaración no solo es un compromiso local, sino que invita a otras naciones y actores internacionales a unirse a la causa, con la esperanza de extender estas protecciones a nivel mundial​.

Imagen Pedro Pozas Terrados

Mensaje para la sociedad, los jóvenes y las generaciones futuras

Es por ello y en consonancia con la  citada declaración de los Océanos por los  Maoríes, creo que este es un momento crucial para la humanidad y nuestro planeta, tenemos la responsabilidad de replantear nuestra relación con la naturaleza y con los seres que habitan los océanos, como los cetáceos. Durante siglos, hemos creído que la inteligencia, la capacidad de sentir y la conciencia eran cualidades exclusivas de los seres humanos, pero la ciencia y la sabiduría ancestral nos han demostrado que no estamos solos en estas características. Las ballenas y delfines, los “grandes simios del océano”, han mostrado capacidades cognitivas impresionantes que nos llaman a otorgarles el respeto que merecen.

Las generaciones jóvenes heredan este mundo lleno de desafíos. Tienen en sus manos el poder de cambiar la narrativa. Los cetáceos no son recursos, no son mercancías, son seres con los que compartimos este planeta. Son nuestros compañeros en el viaje de la vida. Los jóvenes tienen la oportunidad única de ser los defensores de un futuro donde la vida marina no solo sea preservada, sino celebrada por lo que es: esencial para el equilibrio de los ecosistemas y fundamental para nuestra propia supervivencia teniéndose que hacer extensiva a nuestros hermanos evolutivos los homínidos no humanos y al resto de las especies que pueblan la gran riqueza de la biodiversidad de nuestro planeta.

A la sociedad en su conjunto, la llamada es clara: debemos actuar con urgencia y con determinación. La devastación de los mares, la caza de ballenas, la contaminación y la destrucción de los hábitats no solo afectan a los cetáceos, sino también a nuestro bienestar y al de futuras generaciones. Proteger a estos seres y a sus hogares es protegernos a nosotros mismos. No olvidemos que el mar es esencial para regular el clima de nuestro planeta y en consecuencia, todos los ecosistemas que se encuentran conectados en una cadena que necesita estar unida.

La declaración y los santuarios marinos que propongo,  no son solo palabras. Son una invitación a una nueva forma de coexistencia, una donde reconozcamos que cada especie, cada vida en el océano, tiene un valor intrínseco. No es tarde para cambiar, y juntos podemos hacer que las canciones de las ballenas continúen resonando en los océanos por siglos.

Jóvenes, futuros líderes, deben saber que la lucha por la justicia no es solo entre los humanos, sino con todos los seres vivos. El legado que dejemos depende de nuestra capacidad para ser responsables y conscientes de nuestra interconexión con el resto del planeta. El océano es vida, y su futuro está entrelazado con el nuestro. La tierra es vida y su futuro depende de nuestra actitud y defensa de la biodiversidad y del conjunto de ecosistemas que forman la línea vital de nuestra existencia.

Espero que este manifiesto sea respondido con coraje, compasión y acción. Que las generaciones futuras hereden no solo un planeta, sino un mundo lleno de vida, donde la biodiversidad florezca y la humanidad viva en armonía con la naturaleza.

Un Llamado a la Justicia para Cetáceos en Cautividad

Los cetáceos como hemos ya dicho, son mucho más que criaturas del mar: son seres inteligentes, con capacidades cognitivas avanzadas, estructuras sociales complejas y una profunda conexión con su entorno. Por ello les denomino  los «grandes simios del océano», reconociendo que su inteligencia y emociones merecen una mayor consideración ética y legal. Sin embargo, millones de personas alrededor del mundo siguen presenciando espectáculos circenses donde estos majestuosos animales son mantenidos en cautiverio, separados de su medio natural y forzados a realizar trucos para el entretenimiento humano.

Los estudios han demostrado que estas especies no solo poseen autoconciencia, sino también la habilidad de resolver problemas, comunicarse de manera compleja, y sentir emociones como el dolor y la empatía. Este tipo de comportamientos, que anteriormente solo se atribuían a los humanos y a los grandes simios terrestres, ahora se reconoce en estos cetáceos, lo que ha llevado a una revaluación ética de cómo deberían ser tratados ​

Sin embargo, la realidad para muchos cetáceos en cautividad es opuesta a este reconocimiento. En parques acuáticos de todo el mundo, estos animales son confinados en espacios pequeños que no se asemejan en nada a sus hábitats naturales. Forzados a realizar comportamientos antinaturales para entretener al público, sufren un enorme estrés físico y psicológico. Las orcas, por ejemplo, pueden recorrer hasta 160 kilómetros al día en libertad, pero en cautividad apenas tienen espacio para nadar. Este tipo de vida lleva a comportamientos neuróticos y a una esperanza de vida significativamente más corta que la de sus contrapartes en libertad.

Imagen Pedro Pozas Terrados. Delfín en cautividad en un zoo-acuario. España.

El cautiverio de los cetáceos no solo es una violación de sus necesidades físicas, sino también de su derecho fundamental a la libertad. Al  otorgarles personalidad jurídica y reconocerlos como personas no humanas, se les debe garantizar el derecho a vivir en un ambiente natural, libre de explotación. Sin embargo, en muchos países, las leyes siguen permitiendo la captura y confinamiento de delfines, orcas y belugas con fines comerciales. Estos animales, que en libertad desarrollan complejas relaciones sociales y realizan migraciones, se ven reducidos a simples objetos de entretenimiento.

La ciencia y las iniciativas legales internacionales, como la Declaración para el Océano firmada por el rey maorí y líderes indígenas del Pacífico, han comenzado a abogar por una protección más robusta de los cetáceos. Esta declaración reconoce los derechos inherentes de las ballenas a un ambiente saludable y a la libertad de movimiento, lo cual debería extenderse a todos los cetáceos.

Los Santuarios Marinos: Un Paso hacia la Libertad

Una de las propuestas más poderosas que se solicita en el Manifiesto, es la creación de Santuarios Oceánicos de Inteligencia Cetácea, áreas marinas protegidas donde los cetáceos puedan vivir en libertad y sin interferencias humanas. Estos santuarios no sólo servirían para proteger las poblaciones de cetáceos en peligro, sino también como un espacio donde aquellos individuos rescatados del cautiverio puedan ser rehabilitados y, si es posible, reintegrados en su hábitat natural.

Estos santuarios podrían ser gestionados en alianza con comunidades indígenas  quienes tradicionalmente han sido guardianes de los océanos, en aquellos lugares donde estén presentes. Los expertos en cetáceos y las universidades tienen un papel fundamental a la hora de ser los defensores de sus derechos y el Corredor Biológico Mundial, que aglutina en su Comité Internacional investigadores de los cinco continentes, tienen que ser piezas fundamentales para que el Manifiesto sea una realidad.  El conocimiento de estos expertos es crucial para la protección de los ecosistemas marinos, y su liderazgo en la gobernanza de los santuarios asegura una gestión más sostenible y respetuosa con la biodiversidad.

Artículo escrito por el autor de este artículo-manifiesto, publicado en la Revista Quercus Nº 131 de enero de 1997, donde pedía la protección de la población estable de calderones tropicales situada entre Tenerife y Gomera y que se declarase un santuario marino para su protección.

A las generaciones jóvenes les corresponde un papel fundamental en la lucha por los derechos de los cetáceos. La conciencia global sobre el sufrimiento de estos seres en cautiverio está creciendo, pero el cambio definitivo depende de las futuras generaciones. Los jóvenes tienen el poder de rechazar las formas de entretenimiento que explotan a los animales y de exigir alternativas éticas. A través de la educación y la acción, pueden ser los defensores de un futuro en el que los cetáceos sean respetados como individuos, no como mercancías.

Por tanto debemos reconsiderar nuestra relación con los cetáceos. Los estudios científicos han demostrado su capacidad para sentir dolor, sufrimiento y angustia, de una manera que se asemeja a nuestras propias emociones. Ell confinamiento de estos seres inteligentes y sociales en espacios reducidos, para que realicen espectáculos, debe ser visto como una grave violación de sus derechos.

Este es un llamado a un cambio. Un cambio que ya está en marcha en países como India y Nueva Zelanda, y que necesita expandirse a nivel global. La creación de santuarios marinos y el reconocimiento de los cetáceos como personas no humanas son los primeros pasos hacia una coexistencia más ética y respetuosa con estos “grandes simios del océano”. La lucha por los derechos de los cetáceos es una lucha por nuestra humanidad, por la justicia y por un futuro donde todas las formas de vida sean respetadas.

Imagen realizada por Pedro Pozas Terrados

MANIFIESTO  PARA EL RECONOCIMIENTO DE LOS CETÁCEOS COMO PERSONAS NO HUMANAS Y SER PARTE ESENCIAL DE NUESTROS OCÉANOS

Preámbulo

Nosotros, los firmantes de esta declaración, reconocemos el extraordinario valor ecológico, cultural, y cognitivo de los cetáceos, incluyendo ballenas, delfines y marsopas, como especies de inteligencia avanzada que desempeñan un papel crucial en la salud de los ecosistemas oceánicos. Siguiendo el precedente de otras iniciativas globales de protección de la naturaleza, declaramos a los cetáceos como “grandes simios del océano” y les otorgamos personalidad jurídica, reconociéndolos como personas no humanas.

Capítulo I: Reconocimiento de las Capacidades Cognitivas y Sociales de los Cetáceos

Artículo 1: Se reconoce que los cetáceos poseen capacidades cognitivas avanzadas, incluyendo la conciencia de sí mismos, la capacidad de resolver problemas complejos, una estructura social desarrollada y comportamientos altruistas, similares a los observados en los grandes simios. Estudios científicos han demostrado que los cetáceos son seres conscientes con una rica vida emocional y una comunicación sofisticada a través de su lenguaje sonoro.

Artículo 2: Debido a sus capacidades cognitivas y sociales, los cetáceos deben ser tratados con respeto y dignidad, tal como lo exige el reconocimiento de su estatus como personas no humanas.

Capítulo II: Derechos Inherentes de los Cetáceos

Artículo 3: Los cetáceos son declarados como personas no humanas, y como tal, se les otorgan los siguientes derechos fundamentales:

  1. Derecho a la libertad de movimiento y a migrar sin interferencias en sus rutas naturales.
  2. Derecho a un ambiente marino saludable y libre de contaminación.
  3. Derecho a la protección de sus poblaciones y sus hábitats críticos, esenciales para su supervivencia y bienestar.
  4. Derecho a no ser objeto de explotación, caza, o confinamiento en parques acuáticos u otros espacios de entretenimiento.

Artículo 4: Los cetáceos, en su condición de grandes simios del océano, deberán ser incluidos en todas las políticas y normativas internacionales de protección de especies inteligentes y sensibles.

Capítulo III: Conservación de las Poblaciones Estables y Declaración de Santuarios Marinos

 

Artículo 5: Se establece la creación de Santuarios Oceánicos de Inteligencia Cetácea, zonas marítimas de protección exclusiva para los cetáceos, que podrán ser gestionadas por una alianza internacional de científicos, pueblos indígenas y autoridades ambientales. Estos santuarios serán espacios de conservación estricta donde se garantice la protección de los cetáceos y sus ecosistemas.

Artículo 6: Los Santuarios Oceánicos de Inteligencia Cetácea servirán como áreas marinas protegidas que fomentarán la investigación científica, la educación ambiental y el monitoreo continuo del estado de salud de las poblaciones de cetáceos.

Artículo 7: Los pueblos indígenas de las regiones costeras, que históricamente han sido guardianes naturales del océano, deberán desempeñar un papel fundamental en la gobernanza de estos santuarios. Su conocimiento ancestral, en combinación con la ciencia moderna, permitirá una gestión sostenible y efectiva de estas áreas.

Capítulo IV: Mecanismos de Implementación y Monitoreo

Artículo 8: Se propone la creación de un Fondo de Protección Cetácea Global, financiado por gobiernos, ONGs, y alianzas internacionales, para apoyar proyectos de conservación y garantizar el mantenimiento de los santuarios. Este fondo también apoyará a las comunidades locales que dependen de los océanos, proporcionando medios sostenibles de subsistencia.

Artículo 9: Un comité internacional de expertos en biología marina, derechos de los animales y representantes de comunidades indígenas será responsable de supervisar el cumplimiento de los derechos de los cetáceos, así como de evaluar el estado de las poblaciones a nivel mundial.

Capítulo V: Llamado a la Acción Internacional

Artículo 10: Se insta a todos los gobiernos del mundo, organizaciones internacionales y sociedad civil a reconocer a los cetáceos como personas no humanas, apoyando el establecimiento de los Santuarios Oceánicos de Inteligencia Cetácea y desarrollando leyes que promuevan la protección de los cetáceos y sus hábitats.

Artículo 11: La presente declaración se erige no sólo como un acto legal y moral, sino también como un legado para las generaciones futuras, para que hereden un océano lleno de vida donde los cetáceos, los grandes simios del océano, continúen desempeñando su papel vital en el equilibrio de la biodiversidad marina.

Capítulo VI: Responsabilidad de los Guardianes Naturales del Océano

Artículo 12: Las comunidades indígenas costeras, como guardianes ancestrales del océano, serán los principales responsables del cumplimiento de los principios establecidos en este Manifiesto. Estas comunidades, dotadas de su profundo conocimiento tradicional del mar y sus habitantes, en aquellos lugares costeros donde habiten, tendrán un papel preponderante en la supervisión, implementación y monitoreo de los Santuarios Oceánicos de Inteligencia Cetácea.

Artículo 13: Se garantizará que las comunidades indígenas participen activamente en las decisiones sobre la gestión de los cetáceos y sus hábitats, siendo reconocidos no solo como aliados esenciales, sino también como líderes en la gobernanza de los ecosistemas marinos. Las decisiones tomadas en los santuarios deberán ser consensuadas con estas comunidades, quienes actuarán como kaitiaki (guardianes) de los derechos de los cetáceos, en aquellos lugares costeros donde habitan.

Artículo 14: Se promoverá la creación de programas de educación intercultural, que integren el conocimiento ancestral de los pueblos indígenas con la ciencia moderna, fomentando así un enfoque colaborativo para la protección de los cetáceos y sus ecosistemas. Estos programas garantizarán que las futuras generaciones continúen el legado de protección y conservación.

Consideraciones Finales:

El nombre «Santuarios Oceánicos de Inteligencia Cetácea»  busca destacar la inteligencia de estas especies y puede atraer más atención mediática y apoyo internacional. El término «guardianes naturales del océano» otorga un enfoque cultural y espiritual, vinculando las tradiciones indígenas con la ciencia moderna. El fondo propuesto permitirá financiación a largo plazo para la conservación y el monitoreo de los cetáceos. Los expertos en cetáceos, investigadores y personas dedicadas a su estudio y protección, igualmente podrán ser denominados “guardianes naturales del océano”.

Imagen realizada por Pedro Pozas Terrados

Elementos Adicionales para Fortalecer el MANIFIESTO

Incorporación de Derechos de la Naturaleza: los cetáceos están vinculados a la salud del océano en su conjunto, reconociendo también derechos a los ecosistemas marinos. Esto alinea el Manifiesto con el movimiento global por los Derechos de la Naturaleza y otorgaría un marco legal más amplio.

Vinculación con la ONU y Tratados Internacionales: El Manifiesto sirve como un punto de partida para promover una legislación internacional que sea discutida en foros como la ONU, creando un precedente global para la protección de los cetáceos, similar a los acuerdos sobre cambio climático o biodiversidad.

Compromiso con la Sostenibilidad: Incluir un compromiso explícito de los países firmantes para trabajar hacia una pesca más sostenible y la reducción de la contaminación marina, especialmente el plástico y los micro plásticos, que impactan gravemente en los cetáceos.

Mecanismos de Justicia: Introducir la posibilidad de sanciones o medidas legales contra aquellos que violen los derechos de los cetáceos, bajo un tribunal internacional o una coalición de países protectores.

Estos elementos ayudarían a cimentar el Manifiesto no sólo como un marco legal, sino como una visión a largo plazo de convivencia armoniosa con los océanos y sus seres inteligentes.