Estamos mal preparados para hacer preguntas o para responderlas porque desde niños nos han adiestrado a que es mejor quedarse callado porque las preguntas difíciles siempre traen problemas. Este es uno de los lastres que arrastramos de los paradigmas educacionales de los siglos XIX y XX.
El valor de preguntar es invaluable. Hacerlo es la consecuencia directa de la curiosidad y de la búsqueda de la verdad. Hacer y hacerse preguntas difíciles cuestionan el statu quo y los prejuicios, fomentan la innovación y el cambio, desarrolla el pensamiento crítico y apoya en los procesos adaptativos.
Quienes enfrentan los cuestionamientos de manera seria y rigurosa abandonan la comodidad de un entorno inalterable llevándolos a nuevos niveles de conocimiento y desarrollo personal, mientras que quienes privilegian el conservadurismo se quedan tranquilos señalando que siempre ha sido así o que es por designio divino.
En las relaciones humanas y principalmente en política, las preguntas que buscan la verdad son incómodas y pueden ser desestabilizadoras, sin embargo, son la esencia de la democracia y la mejor forma de respetar los derechos de las personas. En contraposición, las sociedades en que se impone una “verdad oficial,” sin posibilidad de ser cuestionada, son caldo de cultivo para la opresión, corrupción y abusos por parte de sus gobernantes.
La reciente conferencia de prensa dada por el Presidente Boric a raíz del caso Monsalve se salió de los esquemas tradicionales porque permitió a los periodistas hacer una gran cantidad de preguntas y él se dio el tiempo de responderlas. Como en toda crisis, al momento de enfrentar a la prensa, el Presidente no contaba con toda la información del caso, pero tomó la decisión valiente de hacerlo sin rehuir preguntas sabiendo que enfrentar preguntas difíciles le iba a traer problemas.
Y no se equivocó. El Presidente fue duramente criticado por opositores y adherentes, pero impuso un nuevo estándar: dialogar con la ciudadanía a través de la prensa reemplazando los monólogos que se suben a redes sociales. Está por verse si alguien seguirá el ejemplo.
Nadie tiene a su alcance todas las respuestas y reconocerlo es un signo de humildad y honestidad. También es normal que, en el proceso de preguntas y respuestas, muchas veces queden más dudas que certezas y ahí reside la riqueza de la dialéctica cuyo origen se puede encontrar en los grandes filósofos griegos.
En estos tiempos y en el ámbito de la educación llevamos una gran ventaja. La mayor parte de la información está a un “clic” de distancia, siempre y cuando se esté en condiciones de formular las preguntas correctamente y es ahí donde el rol docente es fundamental. Necesitamos de un profesorado que acompañe en la formulación de preguntas más que ser un repositorio de respuestas.