Tanto el Gobierno como la Oposición pensaron que los resultados electorales de los recientes comicios municipales y de gobernadores podría ocasionarles una fuerte merma en el número de sufragios. Oficialistas y derechistas temían que los últimos episodios de corrupción, en el caso Monsalve y el escandalo Hermosilla Chadwick, pudieran haber desmotivado la participación ciudadana en desmedro de sus pretensiones partidistas. Pero lo cierto es que el voto obligatorio finalmente consiguió más de un 80 por ciento de concurrencia popular a las urnas, siendo entonces lo más probable, que el desencanto popular los haya afectado a ambos por igual.

En cuanto a las cifras, es evidente que a la oposición le fue algo mejor, como que sus referentes elevaron el número de alcaldes, concejales y gobernadores, pero no tanto como para inclinar la balanza a su favor. La centro izquierda perdió unos pocos municipios y gobernaciones, pero el deterioro fue mucho menos pronunciado de lo que esperaban el propio Presidente, sus equipos de gobierno y los partidos que forman parte de su coalición.

De esta forma, y como ha ocurrido siempre, toda la clase política se mostró conforme con los resultados. Es decir, con el empate político entre La Moneda y sus opositores. Parece no haber duda de que este equilibrio es producto de la habilidad que tuvieron la mayoría de los partidos en ocultar su identidad en la campaña electoral prefiriendo, de lado y lado, apoyar a muchos independientes como candidatos. Seguros de que así, pudieran asegurarse un mayor número de sufragios.

La revisión de papeletas y escrutinios concluye que los principales ganadores son, justamente, los independientes y que son muy pocos los casos de militantes que decidieron competir con las banderas de sus partidos. En esto, hay que reconocer que solo el ultraderechista Partido Republicano dio la cara en todo el país, además de los socialcristianos que esencialmente representan al mundo protestante o evangélico. Sin perjuicio de reconocer que los socialistas tuvieron un digno desempeño electoral y que el Frente Amplio ya es un partido de carácter nacional. Aunque son los partidos de la derecha los que sumaron más votos dentro del pobre resultado en cuanto a números.

Por algo en el balance electoral se habla ahora del triunfo de los llamados “independientes-independientes”, es decir de aquellos que realmente no representan a los partidos e incluso han prometido no volver a militar durante se próximo ejercicio municipal, como en las distintas gobernaciones del país. Al respecto, nos permitimos señalar varios casos de alcaldes electos bajo esta libre condición, los cuales alcanzaron óptimos resultados. Tales como ocurrió en las comunas de Puente Alto, Conchalí, La Granja, Las Condes, Renca, San Joaquín y otras.

Candidatos, todos, que en su campaña fueron implacables en denunciar la corrupción y tratar de deslindarse de las malas prácticas de los partidos. Lo que sin duda les allegó muchos votos. Por lo mismo es que los electores pudieron esta vez expresar en su apoyo el malestar generalizado con la política. Por lo que los votos nulos y blancos fueron muchos, pero no tantos como se proyectaban. Aunque lo cierto es que, de no haberse impuesto la obligatoriedad del sufragio, seguramente menos de 50 por ciento de los ciudadanos habría concurrido a las urnas, como ya venía aconteciendo hasta ahora en que el Estado fijó severas multas para los que se abstengan de votar. Una ley electoral que manifiesta la desconfianza en la política y hacia el propio sistema democrático, cuyas principales instituciones ciertamente no funcionan, pese a la insistencia de los gobernantes y los poderes fácticos todavía convencidos de que es posible encauzar o contener el malestar público ante la falta de solución de sus demandas sociales, la grosera concentración de la riqueza, el severo incremento de la delincuencia y, para colmo, el enriquecimiento ilícito de tantos “representantes del pueblo”. Así como el soborno de funcionarios públicos que se creían inmaculados.

Reconocido por varios analistas, el dinero y la propaganda volvieron a influir considerablemente en los resultados, desde el momento en que un alcalde electo es hijo del principal empresario del país y de varios otros cuyo peculio personal permitió llenar las plazas y ciudades de propaganda, frases radiales y otros onerosos recursos. Como ocurriera con la bien dotada candidata a alcaldesa de la derechista comuna de las Condes, especialmente por el grosero sueldo pagado por la Universidad privada de San Sebastián, sin que consten su trayectoria académica y docente, como para favorecerse con un estipendio de 17 millones mensuales. Es decir, más que el sueldo del Presidente, de los parlamentarios y ministros de la Corte Suprema. Un pequeño escándalo más que, en este caso, sí logró que por unos pocos votos perdiera en beneficio de otra candidata independiente.

Aunque la clase política demuestre su satisfacción, lo claro es que los resultados definitivos de estos comicios vamos a tenerlos en un mes más, con el balotaje entre las dos primeras mayorías de los candidatos a gobernadores que no alcanzaron el umbral del 40 por ciento para imponerse en primera vuelta. Once nuevas elecciones regionales que tienen muy entusiasmada a la derecha, asumiendo que, con una campaña unitaria, esta vez, podrán imponerse con claridad por sobre los competidores oficialistas.

De todas maneras, es imposible que el Gobierno pueda eludir un cambio de gabinete, más que por los pobres guarismos obtenidos, sino como coletazo al hecho conocido de que el subsecretario del Interior (y Jefe de Seguridad), decidiera violar a una joven subalterna de su servicio.

Todo hace prever, además, que la derecha ufanada hoy con los resultados decida boicotear los proyectos gubernamentales que hacen cola en el Congreso Nacional. Parece evidente que, cuando falta solo un año y tres meses para el término de la actual administración, la Oposición haga lo posible para que Boric termine su gestión todavía más desacreditado de lo que aparece hoy en las encuestas. En la certeza de que el próximo año vienen elecciones parlamentarias y presidenciales y ahora el turno les correspondería a ellos apoltronarse en La Moneda.

Tal como en los contratos bancarios, hay una “letra chica” que muchos no leen, existe una también en los escrutinios y que habla, por ejemplo, que comunas pobres y ricas tengan resultados erráticos y contradictorios, contrariando con frecuencia la condición social de sus habitantes. Lo que asegura que ya no existe mucha conciencia al respecto ni menos, lucha de clases. Que tenemos un ciudadano con muy pocas convicciones ideológicas y entregado al mejor postor electoral. Lo que no ocurre entre las poblaciones marginales y más abusadas por el sistema socio económico de tan desigual reparto y donde cientos de miles de inmigrantes están modificando la demografía nacional.

Por lo que inversionistas extranjeros y empresarios temen que vendrá un nuevo estallido social y prefieren esperar nuevas contiendas electorales para ver si en Chile su dinero es seguro y rentable.