Tres fueron los galardonados con el Nobel de Economía por haber investigado la desigualdad mundial: Daron Acemoglu, Simon Johnson, ambos del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y James Robinson, de la Universidad de Chicago, compartieron el premio de este año por explicar las diferencias de prosperidad entre los distintos países.

Recibieron el premio por sus trabajos sobre las diferencias de prosperidad entre los países y por sus investigaciones sobre cómo las instituciones afectan a la prosperidad, utilizando tanto la teoría como los datos para explicar mejor la desigualdad entre países.

“Reducir las enormes diferencias de ingresos entre los distintos países es uno de los mayores retos de nuestro tiempo”, dijo en un comunicado Jakob Svensson, presidente del Comité del Premio Nobel de Economía. “Los galardonados han demostrado la importancia de las instituciones sociales para lograrlo”.

Sus investigaciones han llegado a demostrar que las instituciones que se intauraron durante la colonización europea han contribuido a configurar los resultados económicos de los países que fueron colonizados desde entonces.

“Dejando fuera la pregunta de si el colonialismo es bueno o malo, observamos que las distintas estrategias coloniales han dado lugar a diferentes modelos institucionales que han persistido a lo largo del tiempo”, dijo Acemoglu en una rueda de prensa tras el anuncio del premio. Sus conclusiones sugieren que las instituciones inclusivas tienden a encaminar a los países hacia la prosperidad a largo plazo, mientras que aquellas extractivas —diseñadas para mantener el control de quienes detentan el poder— proporcionan ganancias a corto plazo a las personas en el poder pero no generan prosperidad social.

“En términos generales, el trabajo que hemos realizado favorece la democracia”, dijo Acemoglu. “Pero la democracia no es una panacea”. La democracia puede ser difícil de implantar, señaló, y existen vías de crecimiento para los países que no son democracias, como el rápido aprovechamiento de los recursos de una nación para acelerar el progreso económico. Pero dijo que el “crecimiento más autoritario” suele ser más inestable y menos innovador.

Los tres premios Nobel descubrieron que la colonización provocó un importante cambio en las fortunas mundiales. Los lugares densamente poblados en la época de la colonización solían estar gobernados por instituciones autoritarias, mientras que los poco poblados estaban abiertos a recibir más colonos y establecían una forma de gobierno más integradora, aunque no del todo democrática. Con el tiempo, esto provocó una inversión de las fortunas: mientras que el Imperio azteca era más poblado y rico que Norteamérica en la época de las primeras exploraciones europeas, hoy Estados Unidos y Canadá han superado a México en prosperidad.

“Esta inversión de la prosperidad relativa es históricamente única”, explicaba el comunicado del Nobel. “Si observamos las partes del globo que no fueron colonizadas, no encontramos ninguna inversión de la fortuna”.

El legado sigue siendo visible hoy en día. Como ejemplo, Acemoglu y Robinson han señalado la ciudad de Nogales, ubicada entre México y Arizona. El norte de Nogales es más próspero que el sur, a pesar de compartir cultura y ubicación. Según los economistas, las diferencias se deben a las instituciones que rigen las dos mitades de la ciudad.

Estos economistas han escrito libros basados en sus investigaciones, entre ellos Por qué fracasan los países, de Acemoglu y Robinson, y Poder y progreso, de Acemoglu y Johnson, publicado el año pasado.

La academia sueca destacó que «el 20% de los países más ricos del mundo son 30 veces más ricos que el 20% más pobre. La brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres también es persistente; aunque los países pobres han ganado en riqueza, no están alcanzando a los más prósperos”.