La crisis energética en Ecuador alcanzó en octubre una situación extremadamente crítica, con la suspensión del servicio eléctrico hasta 14 horas diarias. De país exportador de energía a sus vecinos en la década pasada, es hoy un país con economía paralizada y la población afectada y desconcertada.

Las pérdidas alcanzaron los dos mil quinientos millones de dólares, durante el primer mes de “apagones” prolongados, destaca Freddy García (Radio Pichincha, 25/10/2024). El Comité Empresarial Ecuatoriano (CEE), por su parte, advirtió hace dos semanas sobre los graves impactos que estas medidas tendrían en la producción industrial, la manufactura y el empleo, destacando que sectores como la industria láctea podría reducir su producción en un 30%, lo que significaría la pérdida de procesamiento de 500.000 litros de leche diario (Plan V, 15/10/2024).

Además del desastre ¿Cómo está afectando esta crisis a la psicología de la población? Una reciente encuesta realizada en redes sociales muestra la incidencia en el bienestar emocional de la ciudadanía: “me estreso más”, mencionó el 72% de los participantes y una cuarta parte destaca la falta de sueño, la imposibilidad de ver a los amigos, la reducción de la productividad laboral y no saber cómo entretener a los hijos en casa (“Hablando Claro”, 25/10/2024). Mientras tanto, el Gobierno del Presidente Noboa, ajeno a esta dramática situación cotidiana de la gran mayoría, pide en su discurso a la población que “ponga el hombro”.

Existen muchas medidas que pueden contribuir a enfrentar la crisis energética, en primer lugar, eliminando los subsidios a los grandes capitales, señala Alberto Acosta, ex Ministro de Energía (Ecuador en Directo, 25/10/2024). Además, el país cuenta con la capacidad instalada para la generación de energía termoeléctrica; sin embargo, los últimos gobiernos no invirtieron para el mantenimiento de las plantas térmicas, puesto que “la crisis fue planificada y forjada para dar paso a la privatización”, evitando ponerla en funcionamiento, destaca Acosta. Otra estrategia consistiría en devolver a los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GADs) el control en el suministro de electricidad, potenciando la descentralización para disponer de un sistema más social y estable. No solo dar cabida a los grandes inversionistas para que hagan negocio de la energía, puesto que constituye un derecho y no una mercancía.

Sin embargo, este mal augurio acaba de suceder el 27 de octubre de 2024, con la aprobación por parte de la Asamblea Nacional de la segunda reforma energética impulsada por el Presidente Noboa, una nueva ley orgánica diseñada para traer inversión privada en el sector eléctrico, que aumenta el límite de capacidad para proyectos de generación renovable desarrollados por empresas privadas, sin necesidad de pasar por un proceso de selección.

Frente a esta crisis planificada y forjada por el gran capital neoliberal, sería bueno preguntarnos ante el espejo, como nos recomendara José Saramago en su Ensayo sobre la lucidez: ¿no estaremos otra vez ciegos y esta ceguera, aún más vergonzosa que la otra, no estará empujándonos hacia el desastre extremo?