El Estado desafectado de nuestras memorias ancestrales
El hecho concreto de que personas montando sus vehículos 4×4 pasan sobre los geoglifos del Complejo Arqueológico Alto Barrancos, de la región de Tarapacá, que tienen una data sobre los mil años, dañando irreparablemente estos vestigios de los pueblos originarios, culturas prehispánicas que habitaron el norte de Chile, ha recibido condena internacional más que la de las propias autoridades chilenas.
En una zona que posee una cartelería que avisa y prohíbe la circulación por el lugar, además de la existencia de penalidades con multas y penas de cárcel para quien infrinja el cuidado de éstos, nos plantea la pregunta de cuáles son los motivos que permiten que tales comportamientos se sigan dando, ya desde hace más de una década y en otros espacios similares, según consta en las denuncias interpuestas, que en la práctica no tienen imputados por desestimarlas o por falta de investigaciones que consigan pruebas, resultando cualquier proceso sólo letra muerta.
Podemos observar a lo largo de la historia chilena, el desprecio y discriminación que se tiene con las culturas altiplánicas (así también como en el sur con el Pueblo Mapuche), lo que impide que la población sienta realmente una conexión, un sentido de pertenencia y un orgullo por ser descendientes de tales culturas, de sus aportes de cosmovisión de un amor profundo a la pachamama (madre tierra), visión que tanta falta hace actualmente como base profunda para detener y enrumbar a la sociedad en momentos de la más grande crisis medioambiental de la historia humana.
También la vida comunitaria a escala humana, la solidaridad entre pares, enmarcan en lo social un estilo de vida que busca el buen vivir en esas culturas, valores que nos vendrían muy bien frente al individualismo, la competencia y la desigualdad extrema que promueve la cultura capitalista dominante, con consecuencias tan sufrientes para nuestra sociedad “moderna”.
Los pueblos que pierden su memoria histórica, disipan las bases para la mejor construcción de su sociedad, siendo presas fáciles de ser permeados por otras culturas lo que permite, y ellos aceptan, ser ninguneados como habitantes de tercera, fomentando en ellos una autoestima baja. Nuestra historia es más larga, muy potente y valiosa en multiculturalidad e integrarla a nuestras vidas nos fortalece. Este tipo de atentado es en la práctica uno contra la naturaleza, contra nosotros, en contra de la sobrevivencia, desatendiendo lo importante que es el patrimonio y la biodiversidad. Se requiere “tomar conciencia para proteger, y proteger para preservar”.
El Estado es responsable de promover en nuestra sociedad este nexo de respeto, de reconocimiento y de valoración en forma y fondo con todas las culturas y Pueblos que viven en su territorio, instalando un comportamiento social que haga imposible y anti ético lo que ocurre con los geoglifos en Atacama solo por practicar “una entretención”.

Dirección del humanismo
En respuesta a estos actos ciudadanos y del Estado, declaramos y afirmamos que:

Los humanistas sienten que su historia es muy larga y que su futuro es aún más extendido. Piensan en el porvenir, luchando por superar la crisis general del presente. Son optimistas, creen en la libertad y en el progreso social.
Los humanistas son internacionalistas, aspiran a una nación humana universal. Comprenden globalmente al mundo en que viven y actúan en su medio inmediato. No desean un mundo uniforme sino múltiple: múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad.
Los humanistas no quieren amos; no quieren dirigentes ni jefes, ni se sienten representantes ni jefes de nadie. Los humanistas no quieren un Estado centralizado, ni un Paraestado que lo reemplace. Los humanistas no quieren ejércitos policíacos, ni bandas armadas que los sustituyan.
Pero entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo de hoy, se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello es necesaria la unión de todos los humanistas del mundo. (extracto del Documento Humanista)

 

Redacción colaborativa: M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada; Sandra Arriola Oporto y César Anguita Sanhueza. Comisión de Opinión Pública