Durante el siglo 20 se consolidó el concepto del Antropoceno y formalmente se entró en esta etapa en el año 1950 según determinaron estudios científicos de seguimiento de residuos que el hombre ha dejado en el planeta. Fue después de la segunda guerra mundial cuando se concluyó que a partir de esa fecha hemos formalmente entrado a esta nueva etapa, de gran aceleración del impacto humano sobre el planeta. El período anterior que dejamos atrás era el holoceno, conocido como el período más estable de la tierra como sistema ecológico. Donde el clima ha estado muy estable por más de 12.000 años, dando espacio para la creación de toda la civilización humana. En ese breve período de tiempo transcurre todo el desarrollo humano.
Charles Darwin en 1850, un siglo antes de la entrada en el Antropoceno, escribía su teoría de la evolución y sienta las bases de un entendimiento biológico del mundo y la manera en la cual toda la vida va evolucionando en relación con el ambiente y la relación con otros seres vivos que comparten ese mismo espacio y tiempo. Aquellos más ajustados a las condiciones compiten y se reproducen más, además las diversas expresiones de la vida van variando y siendo seleccionadas en base a su capacidad de adaptación. Esta es la ley natural que nos rige como seres vivos. El Holoceno, es el período de mayor biodiversidad del cual se tiene registro, en el pasado hubo grandes extinciones masivas, donde gran parte de la vida ha desaparecido al frio extremo, sequías, cataclismos causados por choques estelares, generando condiciones complejas para que la vida se desarrollara. La gran estabilidad que se generó en el
Holoceno ha permitido que la vida se exprese en miles de formas por todo el planeta.
En el Antropoceno quienes realmente nos hemos desarrollado a tasas exponenciales ha sido el ser humano. Darwin tenía razón, nuestra capacidad de adaptarnos y afectar al ambiente nos posicionó como la especie más adaptada y creando las condiciones para nosotros, pusimos en retirada a todas las otras especies, de todos los tamaños y formas, generando una disminución muy significativa de los espacios silvestres, la diversidad de especies y el número de individuos de cada especie disminuye significativamente.
La ONU ha advertido que actualmente de los 8 millones de especies que se estima existen, un millón de estas están en peligro de extinción, estamos dentro de lo que han llamado la sexta extinción masiva de especies que han existido en el planeta desde que este se formó. En las anteriores que se han registrado, se estima que la extinción ha alcanzado entre el 65 y el 95% de todas las especies existentes en ese momento.
En el año 1750, en pleno Holoceno, la población de seres humanos en el mundo era de 800 millones, en 1850, esta había aumentado a 1,200 millones y en 1950 se había duplicado, alcanzando a 2,500 millones y actualmente hemos alcanzado los 8,000 millones de personas. Paralelamente el espacio natural, no afectado por el hombre que está disponible en el planeta, se ha reducido a menos del 30%. Según la revista Nature, el año 2020 todas las construcciones humanas, edificios, carreteras, estanques, construcciones de todo tipo, alcanzaron el peso de 1,1 billones de toneladas, superando desde ese momento en adelante al peso de toda la biomasa natural que existe sobre el planeta, es decir todos los organismos vivos, hombres, animales, árboles, plantas, insectos, etc. pesan menos que las construcciones que el hombre ha construido sobre la tierra.
Somos un planeta invadido y dominado por el ser humano y estamos en el Antropoceno, era en la que los seres humanos afectamos lo que pasa sobre el planeta.
¿Donde vamos con todo esto? Es hoy una pregunta válida a nosotros mismos, a nuestros gobernantes, a nuestras leyes y reglas de la economía, que dictan gran parte de los incentivos que regulan las acciones humanas sobre el planeta.
En el parlamento europeo se analizan leyes y reglas que permitan aumentar drásticamente los espacios silvestres sin influencia humana, para implementarse antes del año 2030, además se deben incluir las discusiones a nivel de la ONU, organismo que o mejora su quehacer o no tiene utilidad ninguna en el mundo de hoy.
El Amazonas, principal área natural del mundo de 5 millones de km2 de extensión, ya ha perdido un 20% de su cobertura vegetal por el cultivo de soya, quemas y uso de esas tierras para generar alimento para el hombre. El colapso del Amazonas como zona natural, puede significar un colapso del planeta en términos de su regulación de humedad y producción de oxígeno y el efecto sobre las masas de aire fresco que se mueven por el ecosistema del planeta. Conservarlo y protegerlo es un beneficio para el planeta y su administración depende de pocos países y principalmente de uno, Brasil.
¿No debiera Brasil recibir un pago del resto de las economías del mundo para la mantención del Amazonas y su recuperación como espacio natural sin intervención humana? Y a una escala más pequeña, pero importante también, un modelo de este tipo con aportes económicos para la preservación debiera ser algo masivo en los años que vienen en muchas comunas y países. No nos queda tiempo y es el momento de usar la inteligencia que tenemos para pensar y generar nuevas rutas.
Un aspecto del pensamiento de Darwin que es notorio y que está en el fondo de su teoría se refiere a la competencia por la supervivencia, estamos en el período donde es necesario incorporar una nueva dimensión, la cooperación. El ser humano debe aprender a cooperar, con otros de su especie y con las otras especies del planeta para lograr mejorar nuestra trayectoria sobre este planeta. Tanto se conoce hoy, tanto podemos aportar y tantas herramientas tenemos entre manos que sería una vergüenza no poder hacerlo, por el solo hecho de seguir con la falsa hipótesis que somos los únicos que importamos, somos parte de una trama de vida, donde todos nos necesitamos íntimamente. Es el tiempo de entregar para mejorar.