La mexicana Santa Suástegui acude la mañana de cada jueves al banco de alimentos de la ciudad de Cuernavaca, en el central estado de Morelos, contiguo a Ciudad de México, para recoger paquetes de alimento que luego reparte en su barrio popular del vecino municipio de Temixco.

En Temixco “había un banco, pero como lo cerraron, empecé a venir a este. Este banco nos ayuda mucho, porque la situación está difícil. Los paquetes cubren nuestras necesidades”, dijo esta vendedora ambulante de yogur, de 52 años, casada y madre de un hijo, mientras acomoda los paquetes en un automóvil destartalado.

Las despensas familiares, como se llama en México a estos paquetes que aportan una canasta básica, contienen esta vez brócoli, pan, agua y otros alimentos no perecederos que Suástegui repartirá como voluntaria a unas 17 familias, a un costo de unos 10 dólares, por debajo del precio comercial.

“El pago es justo nos conviene”, aseguró a IPS durante una visita al banco de Cuernavaca, la capital de Morelos y a unos 90 kilómetros al sur de Ciudad de México.

Fundado en 1998, el Banco de Alimentos de Morelos, uno de los 58 que opera en el país, ha beneficiado este año a más de 23 000 personas, la mayoría adultas, con despensas que contienen casi siempre arroz, frijoles, aceite vegetal, frutas, verduras, pan y otros comestibles. Recoge por semana 35 toneladas y reparte 28, por la pérdida de productos debido al incumplimiento de los estándares para entrega.

Cuatro de cada 10 habitantes eran pobres en en Morelos en 2022, mientras que uno de cada 20 vivía en pobreza extrema. Entretanto, casi una quinta parte carecía de acceso a alimentación nutritiva y de calidad, según los datos oficiales más actualizados en materia de desarrollo social.

Estos bancos recogen, separan y distribuyen alimentos que los comercios, como restaurantes, supermercados y tiendas, desechan por proximidad de vencimiento o que no van a vender.

De esa forma contribuyen a frenar el desperdicio y pérdida de comida, a la seguridad alimentaria y a la reducción de emisiones contaminantes, pues no llegarán a un basurero donde la descomposición desembocará en metano, gas con gran capacidad para atrapar calor en la atmósfera. Todo en paralelo a asistir con alimentos a un sector vulnerable de la población.

La Red de Bancos de México (BAMX) acopió 171 649 toneladas de alimentos en 2023, de las cuales 45 % son frutas y verduras y 52 %, no perecederos, en beneficio de más de dos millones de personas.

En México se pierden 31 millones de toneladas anuales de alimentos, de las cuales 20 millones ocurren en la cadena de suministro y 11 millones en los hogares, y que equivalen a 25 000 millones de dólares, equivalentes a 2,5 % del producto interno bruto (PIB), según la consultora privada Kolibri.

La agricultura es el segundo generador de emisiones contaminantes en México y consume 70% del agua.

En ese tenor, entre los socios de los bancos figuran empresas transnacionales de alimentos señaladas por organizaciones sociales de contaminar el planeta y dañar ecosistmas, como Walmart (Estados Unidos), Ulnilever (Reino Unido), Pepsico (Estados Unidos), Nestlé (Suiza) y Danone (Francia), que donan alimentos en en ocasiones dinero.

Foto de Emilio Godoy / IPS

Más limpios
En el almacen del Banco de Morelos, el ruido de montacargas que acomodan grandes cajas de comida compite con el vocerío de los vendedores del mercado que ofrecen fruta y verdura. El movimiento más intenso ocurre en el segundo piso de una bodega de paredes blancas y alto techo de zinc, donde un grupo de trabajadores selecciona la comida y prepara los paquetes.

Por la mañana, los 10 camiones del banco recorren lugares establecidos para recoger los comestibles y que depositan por la tarde, para que los trabajadores inicien la selección y las despensas estén listas para su distribución al día siguiente. El radio de rescate de un camión es su itinerario durante tres horas.

Rafael Jiménez, director del banco, indicó a IPS que proveen lo que consiguen de las donaciones en una cobertura de siete municipios vecinos.

“Hay trabajo de concienciación con las tiendas para dar productos en buen estado. Dejamos en claro que no somos recolectores de basura”, dijo.

Para conocer el impacto climático de sus operaciones, la Red Global de Bancos de Alimentos y otras dos instituciones internacionales estimaron que desde 2022 cinco bancos mexicanos y uno ecuatoriano evitaron el lanzamiento de 816 toneladas de dióxido de carbono (CO2), el gas generado por las actividades humanas y responsable del recalentamiento planetario.

Para Teresa García, directora regional para América Latina de la Red Global, era fundamental tener una herramienta útil para cuantificar el impacto social y ambiental.

“Las fases que más reducen son el rescate y la distribución. Es una forma rápida de disminuir el impacto. El campo ofrece una mayor oportunidad de recuperar comida y fortalecer el valor nutricional”, dijo a IPS en Ciudad de México.

El plan consiste que en febrero próximo todos los bancos mexicanos reporten sus emisiones.

Asimismo, la Red de Bancos de México ha comprado 148 000 bonos de carbono para compensar sus emisiones contaminantes. Un crédito equivale a una tonelada de carbono lanzada.

Foto de Emilio Godoy / IPS

Opciones
Hay también otros emprendimientos para combatir el desperdicio de alimentos en México, como la aplicación digital mexicana Cheaf, fundada en 2020.

“Le damos visibilidad a negocios que tienen excedentes de comida a un tercio o a mitad de precio. Vemos un cambio drástico de percepción de sostenibilidad y desperdicio, hay una trayectoria global de más conciencia sobre el tema, las marcas buscan soluciones”, dijo a IPS en Ciudad de México el cofundador de Cheaf, Kim Durand.

A su juicio, es fácil hallar demanda, pero el crecimiento depende de la capacidad de encontrar nuevas marcas.

Se trata de una aplicación bajo pedido, en la que el usuario identifica productos, y acude a la tienda física correspondiente para su compra. Ya suma 1,9 millones de clientes en México y 1,1 millones en Chile, con 2000 panaderías, negocios de comida preparada y supermercados, y 4000 toneladas de comida distribuida. Para 2025, la meta es de 10 millones.

Cheaf tiene una alianza con la Red BAMX, de modo que las empresas donen un porcentaje de sus ganancias procedentes de la plataforma.

Si bien el gobierno mexicano quiso priorizar la lucha contra el desperdicio, tomó pocas medidas concretas.

Una de ellas es la aprobación en abril de la Ley General de la Alimentación Adecuada y Sostenible, que estipula la prohibición del desecho de alimentos en buenas condiciones por parte de establecimientos comerciales, y que supone mayor presión sobre los bancos que carecen de apoyo gubernamental.

Morelos es el único estado sin normativa acerca de desperdicio de comida, tema fundamental para alcanzar el 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que la comunidad internacional convino dentro de las Naciones Unidas en 2015 para alcanzar en 2030.

Esa meta consiste en garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles y una de cuyas metas es reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial y las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro.

Pero para 2020, fecha de los datos más recientes, el avance con el ODS 12 en México ha sido más que discreto.

Mejores condiciones
En este contexto, los bancos de alimentos cobran relevancia y para lo cual necesitan alianzas con más empresas, el sector social, la academia y el gobierno.

“Tenemos que trabajar en traer más aliados. A mediano plazo, queremos acopiar más, bajar la cuota y mejorar la nutrición”, enumeró Jiménez.

El Banco de Morelos ya tiene un proyecto de instalación de paneles solares, con un presupuesto de unos 10 000 dólares y que estaría listo a finales de 2024. Además, necesita 3,3 millones de dólares para construir otra instalación en cinco años y así atender a 130 000 personas.

García, de la Red Global, y Durand, de Cheaf, coincidieron en la necesidad de incentivos y de políticas públicas contra el desperdicio.

“Hay una oportunidad de incidir en política pública, la ley necesita aplicación. (El rescate) es un modelo efectivo que necesita escalar”, planteó García.

Para Durand, es un problema demasiado grande y que abarca a muchos pasos de la cadena.

“No creemos que se resuelva solo desde el sector privado. Se necesita un sistema que permita la innovación”, resaltó.

De vuelta en Cuernavaca, la beneficiaria Suástegui sugirió la difusión del esquema a más gente. “Necesitamos apoyo para atraer a más gente. Y también otros productos, como atún, pollo, huevo”, pidió.

 

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