El movimiento Indignados, que comenzó en España en 2011, es ampliamente reconocido como una respuesta popular a la desigualdad económica, la corrupción política y la injusticia social. También conocido como el Movimiento 15-M -después de las protestas iniciales del 15 de mayo de 2011- captó la atención internacional e inspiró levantamientos similares en todo el mundo. El 15 de octubre se conmemora el aniversario de las protestas mundiales del movimiento, durante las cuales se celebraron manifestaciones pacíficas en más de 650 ciudades de 80 países, poniendo de relieve la demanda colectiva de un cambio sistémico.
El movimiento surgió en un momento en el que España se enfrentaba a las secuelas de la crisis financiera de 2008. El desempleo, las medidas de austeridad y la privación de derechos de la población más joven desencadenaron una ola de insatisfacción. Organizadas en gran medida a través de las redes sociales, las protestas comenzaron con la ocupación de plazas públicas, sobre todo en la Puerta del Sol de Madrid, donde miles de personas se reunieron en asambleas pacíficas para debatir sus quejas y proponer alternativas al statu quo.
Entre las principales reivindicaciones de los Indignados figuraban el fin de la corrupción política, una mayor transparencia, la protección de los derechos sociales y el abandono de las políticas económicas neoliberales que habían exacerbado la desigualdad. El lema «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros» resumía la frustración generalizada que sentían muchos.
Lo que diferenciaba al movimiento de los Indignados era su enfoque descentralizado y no violento, basado en gran medida en la toma de decisiones por consenso y en estructuras de liderazgo horizontales. No estaba asociado a ningún partido político, aunque inspiró a varios movimientos nuevos, incluido el surgimiento de Podemos, un partido político español que más tarde desempeñó un papel importante en la política española.
Las protestas mundiales del 15 de octubre representaron un momento crucial en la expansión del movimiento. Se hizo evidente que las cuestiones planteadas por los Indignados resonaban mucho más allá de España, tocando temas universales de desigualdad económica y privación de derechos. Ese día se produjeron protestas en ciudades desde Nueva York a Tokio, desde Londres a Buenos Aires, reclamando solidaridad y justicia a escala mundial.
En retrospectiva, el movimiento de los Indignados se considera parte de una ola más amplia de levantamientos mundiales en 2011, que incluyó Occupy Wall Street en Estados Unidos, la Primavera Árabe en Oriente Medio y otras protestas contra la austeridad en toda Europa. Aunque los resultados inmediatos de estos movimientos variaron, su impacto a largo plazo todavía puede sentirse en los movimientos contemporáneos de justicia social, ya que ayudaron a sentar las bases para los debates en curso sobre la necesidad de un cambio sistémico en nuestros sistemas políticos y económicos.
Para un público internacional, el movimiento de los Indignados sirve como recordatorio del poder del activismo pacífico de base y de su potencial para desafiar sistemas de poder arraigados a escala mundial.