En ocasión de la celebración de nuestra fiesta patria bien vale detenerse a reflexionar cuán extendida está la práctica de “saltarse la fila” entre nosotros.
En buen chileno, “saltarse la fila” significa tener una conducta indebida, injusta o irregular cuando alguien se beneficia de una situación en desmedro de otros ya sea de manera directa o indirecta. La frase viene literalmente de quienes no respetan el orden de una fila y se ubican en lugar preferencial dejando a otros atrás.
A estas personas se les denomina “winners”, “garnachas”, “frescos”, “patudos” y otros tantos apelativos producto de la imaginación y la creatividad.
Uno de los avances culturales de nuestra sociedad ha sido que cada día más personas se atreven a encarar y denunciar a quienes se saltan la fila. Lo vemos cada día mas en filas de supermercados, la subida al metro y buses, etc. Pero aún estamos lejos de respetar siempre a quienes cumplen las normas de manera ordenada sobre todo cuando se trata de un tercero no directamente afectado como cuando se rompen reglas del tránsito como adelantar por la derecha o el exceso de velocidad o ensuciar espacios públicos.
Lamentablemente podemos observar que ha surgido una cultura “winner” en grupos cerrados en que saltarse la fila es valorado y reconocido como valiente y audaz; consideran legítimo ganar y obtener un beneficio aún cuando en el proceso se pise a otras personas. Y no existe conciencia de dicha conducta transgresora cuando se realiza en privado y fuera del control público donde los afectados son invisibles a sus ojos.
Los “winners” justifican sus conducta en que no son constitutivas de delito como lo hiciera recientemente el diputado Benavente, jefe de la bancada, al referirse a llamados telefónicos de un alto dirigente de su partido.
De la conducta de “saltarse la fila” al delito de tráfico de influencias y la corrupción hay un pequeño paso y por ello importancia de generar habito de respeto y conductas solidarias desde la familia y la escuela.
Hay una importante influencia cultural derivada de un modelo económico en que gana el más fuerte y no el más eficiente cual es que se va privilegiando los intereses personales por sobre los intereses de bien común.
De manera permanente, pero especialmente en esta fecha, se asocia la chilenidad a los símbolos patrios: la bandera, la canción nacional, los juegos chilenos como el volantín, el trompo, las carreras de perros o peleas de gallos. No hay referencia alguna a valores ciudadanos, como si estos no existieran y no fueran determinantes en darnos carácter e identidad.
Ciudadanía o educación cívica no es solo conocer y saber como funciona la institucionalidad. Hoy es clave reforzar en el sistema educativo las normas básicas necesarias para vivir en comunidad como el respeto a la dignidad de los demás y la solidaridad además de desarrollar habilidades de pensamiento crítico para lograr hacer frente a la manipulación de quienes no tienen escrùpulos para obtener beneficios personales.