Por Sol Pozzi-Escot

En esta entrevista, el escritor Paolo Chávez nos habla sobre su proceso creativo, revelando cómo enfrenta temas universales como el amor, la soledad y la nostalgia a través de personajes que deben superar grandes desafíos. Además, comparte sus reflexiones sobre la relación entre la ficción y la realidad, y cómo su experiencia personal influye en su narrativa.

¿Qué lo inspiró a explorar temas tan universales como el amor, la soledad, la nostalgia, y la muerte a través de personajes tan distintos entre sí?

Creo que porque son temas que nos tocan a todos en algún momento de nuestra vida. El amor de pareja o entre padres e hijos, la soledad del que se siente excluido o quizás olvidado, la nostalgia del paso del tiempo y la muerte de seres cada vez más cercanos y por ende más queridos. Con todo eso nos vamos topando en el camino.

Al crear personajes que parecen tan reales, ¿se basó en personas que conoce o son completamente fruto de su imaginación?

Pienso que en todo lo que uno escribe hay algo de la experiencia personal. El punto de partida de un cuento o una novela suele ser un evento de la propia vida. Ese suceso es el detonante, el espíritu de la historia. La imaginación no basta. Lo que hace falta es también la creatividad. Es ella la que transforma la imaginación en realidad. Y la creatividad, como bien señala Vargas Llosa en sus Cartas a un joven novelista, la aprende uno tropezando, cayéndose y levantándose, sin cesar. Pero uno no escribe lo que ocurrió, sino más bien lo que pudo haber sucedido.

¿Hubo algún relato o personaje que le resultara particularmente difícil de escribir?

Tal vez los personajes femeninos de los cuentos “El misterio de los tulipanes amarillos”, “La viuda” y “Tortuga marina”. O meterse en la mente de un niño como en “El secreto” cuyo narrador es Carlitos. Los sentimientos son los mismos, pero hay que expresarlos desde la perspectiva del personaje. Preguntarse qué siente una viuda cuando de repente empieza a despertarse en una cama vacía. O qué atraviesa la mente de una mujer recién divorciada. Como bien señala Alonso Cueto en su libro “La piel de un escritor”, es indispensable ponerse en la piel de cada uno de los personajes. Yo trato de percibir el mundo desde mis personajes, ser ellos en acción.

¿Cómo decide cuál será el destino de cada personaje y cómo enfrentarán sus desafíos?

A los personajes hay que ponerlos en aprietos y dejarlos que actúen. Ellos quieren salir adelante y luchar contra su destino. Pienso que el personaje debe transformarse a través de un cuento o novela. El personaje de la primera página tiene que ser distinto al de la última, si no para qué contamos esa historia. A través del relato, muchas veces los personajes atraviesan pérdidas, y al igual que nosotros, ellos también crecen gracias a esas pérdidas.

Usted menciona que estos personajes le han acompañado mucho tiempo antes de decidirse a contar sus historias. ¿Hubo algún evento específico o momento de revelación que lo impulsara finalmente a escribir esta colección?

Estos cuentos los he ido escribiendo durante diferentes etapas de mi vida. El evento específico que me impulsó a publicarlos fue la pandemia. De pronto tuve más tiempo para escribir y sobre todo corregir. Dentro de ese ambiente de angustia y pérdida que ocasionó el Covid, llegó también la virtualidad. Tuve la suerte enorme de toparme con talleres de escritura creativa a través del Zoom. Sin esos talleres, y sus integrantes por supuesto, este libro no hubiera sido posible.

Los temas de soledad y nostalgia aparecen como una fibra conductora entre los personajes. ¿Considera que estos son sentimientos inevitables en la condición humana?

Desde luego que sí. Todos en algún momento de nuestra vida pasamos por esos sentimientos. La añoranza por algo que quedó en el pasado. Regresar a un lugar y descubrir, con cierto asombro, que ya ni el lugar ni sus habitantes son los mismos. O la soledad de una ruptura y pensar que el mundo se acaba. Soy de una generación de la que muchos de sus integrantes salieron del país, yo incluido, dejando una vida truncada.

En el cuento «Vidas cruzadas», los personajes se entrelazan de manera casual. ¿Cree que el destino juega un papel importante en nuestras vidas, o son solo coincidencias?

La vida siempre nos sorprende con sus coincidencias. Bien dicen que la realidad supera la imaginación. Pararse en una esquina y voltear a la derecha y no a la izquierda cambia en algo nuestra vida. Desde luego hay eventos más trascendentales que otros y por eso nuestra existencia es una sucesión de decisiones y acciones. Este último cuento que usted menciona pretende reflejar cómo nuestras vidas se entrelazan unas con otras, ya sea de manera efímera o de forma más perdurable.

¿Cómo maneja el equilibrio entre la realidad y la ficción al escribir cuentos que se sienten tan cercanos a la vida real?

Yo creo que hay que hacerle olvidar al lector que está leyendo una historia. Recuerdo que cuando era niño, teníamos una muchacha de nombre Gladys que ayudaba en la casa. Cada noche, ella se sentaba con mi mamá a ver la novela “Los ricos también lloran”. Y durante las mañanas, mientras Gladys cocinaba, le preguntaba con enorme curiosidad a mi madre: “señora, qué estarán haciendo ahorita Luis Alberto y Esther”. Es así como debemos vivir las historias.

La diversidad de escenarios (desde la batalla interna de un anciano hasta el misterio de los tulipanes amarillos) es notable. ¿Qué proceso utiliza para seleccionar el escenario adecuado para cada historia?

Creo que un escritor debe mantener siempre sus sentidos en máxima alerta. Por ejemplo, un cementerio es mucho más que una fila de nichos o lápidas. Es también el silencio, el olor a claveles y azucenas, el sudor de las manos y el sabor amargo en la boca. Cada personaje e historia merece su propio escenario.