En este artículo, la antropóloga y geógrafa Ana Lucía Araujo Raurau examina las causas de la actual crisis de incendios forestales en la Amazonía peruana, desafiando los discursos oficiales y abriendo elementos para encontrar soluciones.
Por: Ana Lucía Araujo Raurau* – LaMula.pe
Vivimos una crisis de incendios forestales sin precedentes en la Amazonía peruana. Desafortunadamente (aunque no sorprende demasiado), los análisis sobre las raíces y soluciones a este problema, tanto por parte del gobierno como de la prensa limeña, evidencian una profunda ignorancia sobre la agricultura y los agricultores de la Amazonía. En esta breve columna, se caracterizan los sistemas agrícolas practicados en los bosques tropicales, su relación con la ola de incendios forestales, y se señalan los problemas en los discursos que circulan sobre este tema.
La agricultura en la Amazonía es racional
El Estado culpa a la pequeña agricultura migratoria en la Amazonía como la principal causa de la deforestación. La lógica es la siguiente: los agricultores rozan y queman el bosque y, una vez agotados los suelos, «migran» hacia otra área disponible. Se trataría, entonces, de un sistema productivo que hace un uso irracional de los recursos y que, en agregado, produciría la devastación del bosque.
Contrario a esto, la evidencia académica y organismos internacionales (como la FAO y CIFOR) sugieren que en la Amazonía peruana se practica mayoritariamente la agricultura rotativa. Este es un sistema productivo en el que la tierra se maneja en un continuo que oscila entre dos fases: chacra/pastizal y purma (bosque secundario). Es una adaptación desarrollada para afrontar las dinámicas ecológicas de los bosques tropicales, como la reducida fertilidad de los suelos y la regeneración natural de vegetación secundaria.
El ciclo va así: luego de dos o tres años en fase de chacra/pastizal, las parcelas se dejan en descanso (fase de purma), mientras la vegetación secundaria crece y se aprovecha como leña, medicina, frutas, entre otros. Después, se vuelve a rozar y quemar el bosque secundario para abrir una nueva chacra. La quema es vital para liberar los nutrientes almacenados en la vegetación, ajustar el pH del suelo y crear un microclima favorable para la producción agrícola.
Lo primero que debe establecerse es que la agricultura rotativa es un sistema agrícola histórico (típico de ecosistemas de bosques tropicales en el mundo), racional (reproduce a priori sus condiciones para existir) y dinámico (produce un mosaico de chacras y purmas de diferentes edades en el paisaje).
Los agricultores de la Amazonía son diversos, y también lo son sus agriculturas
La agricultura rotativa en la Amazonía no es homogénea, como tampoco lo son los agricultores que la practican. Los tres grandes actores que componen la ruralidad amazónica y que practican la agricultura rotativa son los pueblos indígenas, ribereños y colonos. Dentro de estas categorías, existen diferencias notables. Los colonos que llegaron a Pasco con el proyecto Pichis-Palcazú en los años 80 tienen un arraigo territorial y han desarrollado una identidad mestiza amazónica, algo muy distinto a los colonos que migran hoy a Santa Rosa de Purús, en la frontera con Acre. Las comunidades nativas y ribereñas también tienen orígenes e identidades diferentes.
Estudios sugieren que existen contrastes entre la práctica agrícola de productores indígenas y no indígenas en la Amazonía. Ello se explica por diversas variables socioeconómicas, como la etnicidad, la organización de la economía familiar y la integración al mercado. Los productores indígenas, en su mayoría con poco acceso al mercado, tienen un aprovechamiento más complejo de los bosques secundarios y mantienen una gran biodiversidad de vegetación en sus parcelas. Los productores colonos, por su parte, suelen priorizar la fase chacra o pastizal, ya que sus medios de vida dependen en mayor medida de vender sus productos en el mercado. Para muchos colonos, la fase boscosa de la rotación es menos aprovechable. En todos los casos, y como bien ha señalado Maritza Paredes, estos contextos que enmarcan las agriculturas amazónicas se transforman ante nuevos procesos, como el crecimiento de actividades ilegales (coca), y de la articulación a mercados globales de cash crops.
Como resultado, el manejo de los tiempos de descanso y recuperación de los suelos varía de acuerdo con la heterogeneidad de los productores agrícolas amazónicos: purmas típicamente más largas entre productores indígenas y períodos en chacra o pastos más extensos entre colonos con acceso a fertilizantes. En correlación, es probable que la degradación de suelos y bosques producto de agriculturas más intensivas se concentre (aunque no exclusivamente) en territorios de colonización.
Las causas de los incendios forestales: prácticas usuales, puntos de quiebre
Sabemos que la quema es una práctica común de los sistemas de agricultura rotativa. La pregunta lógica es entonces: ¿por qué una práctica agrícola cíclica ha desatado una ola de incendios forestales sin precedentes en la Amazonía peruana?
Sintetizo algunas hipótesis sugeridas por expertos:
– Efectos del cambio climático: La Amazonía vive una sequía histórica, derivada del aumento de temperaturas y la retracción de lluvias. Como consecuencia, la humedad de los bosques ha decaído dramáticamente, facilitando que las quemas de origen antrópico se descontrolen y se expandan en incendios forestales. Se espera que los efectos de esta sequía continúen hasta 2026.
– Efectos de la fragmentación de bosques secundarios: Se ha comprobado que la presencia de bosques fragmentados es un factor crítico en la expansión de incendios forestales. Esto sucede en áreas donde la conversión a tierra agrícola es constante e intensiva, y transforma el paisaje de corredores de bosques, a parches o archipiélagos de bosques, donde los bordes de estos parches suelen ser más secos y vulnerables a los incendios. Es posible que la excesiva fragmentación del bosque secundario explique la geografía de los incendios forestales en el Perú: asentamientos de colonos en áreas rurales de Amazonas, Cajamarca y San Martín.
– Nueva ley Antiforestal: Aunque esta es sólo una hipótesis que debería confirmarse, existe la posibilidad de que la nueva ley Antiforestal que facilita la titulación de áreas deforestadas haya creado un incentivo perverso para incrementar las rozas y quemas de bosque en la Amazonía. En conjunto con los procesos mencionados, podría ser un factor explicativo de la ola de incendios forestales.
En resumen, la evidencia con la que se cuenta apuntan a que esta crisis de incendios forestales está enmarcada en el cambio climático, la continuidad de la degradación y fragmentación de bosques que se vienen dando en ciertas regiones del país, y posiblemente en los cambios en los marcos legales que favorecen la deforestación. Es así como, en un contexto de crisis climática, degradación ecológica y democrática, prácticas agrícolas usuales encuentran puntos de quiebre que explican la extensión de los incendios.
Las soluciones del Estado y la prensa limeña
Múltiples son las avenidas para la intervención de política pública, como lo vienen sugiriendo representantes de organismos internacionales y de la sociedad civil peruana. Desde medidas de prevención y mitigación de los efectos del cambio climático, desarrollo de infraestructura y recursos humanos para abordar incendios, procesos de regeneración de corredores de bosques en las áreas que se requieran, hasta la derogatoria de la nefasta ley Antiforestal, entre otros.
Absolutamente de espaldas a ello, nuestros gobernantes y periodistas insisten con la cantaleta de la agricultura migratoria. El premier Adrianzén, llamó a la roza y quema “prácticas ancestrales” haciendo eco a representar la agricultura rotativa como un sistema agrícola irracional y pre-moderno. El reconocido periodista Paolo Benza incluso, se animó a sugerir que la solución definitiva era “incentivar a grandes empresas a que entren a sembrar a la selva”. Una versión amazónica del modelo agroexportador costeño que tanto trabajo digno y de calidad y pocas preocupaciones ambientales nos ha traído (nótese la ironía).
Estos comentarios cargados de racismo no son nuevos en nuestro país, pero no por ello, menos preocupantes por sus potenciales ramificaciones. La estigmatización del uso de recursos por parte de pueblos campesinos e indígenas de la Amazonía (el ‘mucha tierra para poca gente’, y ahora la ‘agricultura migratoria devastadora de bosques’) ha sido históricamente instrumentalizado para promover el desplazamiento y desposesión de pequeños, y el ascenso de élites regionales con consecuencias más devastadoras para el medio ambiente. Los barones de la palma aceitera en Ucayali están en este momento frotándose las manos, en pronto, ellos personificarán el proyecto de modernidad agrícola en la Amazonía al que el Estado le dará el espaldarazo.
(*) Antropóloga por la PUCP y geógrafa por la Universidad McGill. Investigadora especializada en estudios agrarios y medios de vida en territorios rurales.