La escritora y periodista hizo de la poesía y la palabra su oficio de vida.
Nacida en Bogotá en mayo de 1945 y fallecida en la misma ciudad en julio de 2003, ha sido la protagonista de la exposición “María Mercedes Carranza, el oficio de vestirse” que ha estado abierta al público en la Biblioteca Nacional de Colombia en Bogotá durante algo más de tres meses entre junio y septiembre de 2024.
Durante ese período de tiempo, la ciudadanía ha podido conocer aspectos importantes de la vida íntima y reconocer gran parte de la obra pública de María Mercedes Carranza Coronado, una de sus grandes artistas, una autora comprometida con su país desde la poesía, el periodismo y la política.
Por su condición de hija del poeta y diplomático Eduardo Carranza, tuvo la oportunidad de vivir en España, donde mantuvo vínculos con autores como Juan Luis Panero, con quien estuvo casada durante un año, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y Luis Felipe Vivanco.
Organizada por el propio organismo público, dependiente del ministerio de las Culturas, las Artes y los saberes, la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de Los Andes y el Banco de Archivos Digitales de Artes en Colombia (BADAC), la muestra “reúne sus poemas, así como imágenes desconocidas, correspondencia, invitaciones a eventos, notas escritas en listas de mercado, objetos y más piezas”.
Pero sobre todo, la exposición es una mirada a la vida y la obra de la escritora y a su lucha por la palabra y por un país que llevaba muy dentro y con el que se comprometió políticamente al formar parte de la Asamblea Nacional Constituyente que dio a luz a la vigente Constitución Política de 1991. Elegida por la Alianza Democrática M-19 para integrar dicha asamblea, Carranza aceptó el reto significándose siempre como mujer, poeta e independiente.
Desde una educación conservadora y católica llegó a un existencialismo agnóstico, a través de Albert Camus, y profesó la defensa del valor de la vida aquí y ahora y del derecho a morir libremente -algo que llevó a la práctica al decidir quitarse la vida-.
Patas arriba con la vida
“Moriré mortal, / es decir habiendo pasado por este mundo / sin romperlo ni mancharlo.
No inventé ningún vicio, / pero gocé de todas las virtudes:
arrendé mi alma a la hipocresía: / he traficado con las palabras, con los gestos, con el silencio;
cedí a la mentira: / he esperado la esperanza, he amado el amor,
y hasta algún día pronuncié la palabra Patria;
acepté el engaño: / he sido madre, ciudadana, hija de familia, amiga, compañera, amante.
Creí en la verdad: dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer, crecer, reproducirse y morir y en esas estoy.
Soy un dechado del siglo XX. / Y cuando el miedo llega / me voy a ver televisión / para dialogar con mis mentiras”.
Como parte de la exposición, y antes de su clausura en los próximos días, la BNC organizó, el sábado 7 de septiembre, una visita guiada a cargo de Melibea Garabito Carranza, hija de la artista, y María Paula Apolinar, del semillero de investigación María Mercedes Carranza de la Universidad de Los Andes. Para Melibea, María Mercedes, a lo largo de su vida, fue: “dejando olvidados, entre páginas, fragmentos que la contienen: amontona fotos en un baúl, deja borradores en las agendas, notas rápidas en las chequeras, cartas traspapeladas, diarios a medio hacer en el tejido de la biblioteca. Reunidos, son las piezas de un rompecabezas que nos permite entrever a quien lo construyó en vida”.
Su amor y dedicación por las letras y su pasión por el correcto uso de la palabra la llevaron a reclamar que en cada mesa de la Asamblea Constituyente hubiera un diccionario. Estaba convencida de que Colombia y el mundo necesitaban que le devolvieran el poder a la palabra y de que la poesía es el arte que habla de lo esencial del ser humano.
En su defensa de la cultura y de la poesía como patrimonio ejerció como directora de la Casa de Poesía Silva en Bogotá desde 1986 hasta su muerte. Desde esa institución llegó a convocar un festival de poesía en Colombia bajo la premisa de «Descanse en paz la guerra», el cual recibió más de 30 mil poemas que se pronunciaban ante un país que anhelaba la paz.
Como periodista, fue la encargada de los suplementos literarios “Vanguardia”, del periódico El Siglo de Bogotá, y “Estravagario”, del diario El Pueblo de Cali, y jefa de redacción durante trece años de la revista Nueva Frontera. En sus últimos años estuvo a cargo de la sección de crítica literaria de la revista Semana.
Mercedes Carranza escribió siempre desde la sensatez en un país lleno de contradicciones que le dolía por fuera y por dentro y al que definió como una patria en ruinas, asolada por balas y muertes que las palabras nombran pero no logran borrar ni cambiar.
La patria
“Esta casa de espesas paredes coloniales / y un patio de azaleas muy decimonónico / hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen / por las habitaciones en ruina, / hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento / que silva a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos, / imitan sus costumbres, repiten sus gestos / y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa, / están en ruina el abrazo y la música, / el destino, cada mañana, la risa son ruina, / las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos, / carne y ceniza se confunden en las caras, / en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos”.
Tras la muerte de Luis Carlos Galán, el candidato presidencial por el Partido Liberal del que fue amiga personal y que fue asesinado en Soacha (Cundinamarca) el 18 de agosto de 1989, firmó el poema titulado con esa fecha en el que escribió:
“Este hombre va a morir, / hoy es el último día de sus años.
Amanece tras los cerros un sol fío: / el amanecer nunca más alumbrará su carne.
Como siempre, entre sus cuatro paredes / desayuna, conversa, viste su traje;
no piensa en el pasado, aún liviano y todo víspera, / en los gestos, hechos y palabras de su vida
que mañana serán distintos en el bronce y en los himnos, / porque este hombre no sabe que hoy va a morir”.
Entre sus obras, Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Maneras de desamor (1993), Hola, soledad (1987) y El canto de las moscas (1997), una serie de veinticuatro epigramas (cantos) dedicados al país a través de las masacres que ha sufrido con los que dibuja un mapa de la violencia y un grito de memoria y dolor publicado como homenaje póstumo a Luis Carlos Galán (“la más intensa y representativa víctima de estos convulsos años de violencia en Colombia”, en palabras de Mario Rivero).
Pero, ante un panorama triste, es una gran alegría poder visitar este lugar de la cultura -la BNC-, que hace continuos homenajes a la palabra, la historia y la memoria de Colombia, y haber constatado que una exposición sobre esta gran artista se pueda llenar ´hasta la bandera` de personas jóvenes, que son el presente de este país que sigue buscando su futuro.