En Turingia y Sajonia, donde se celebraron elecciones el domingo 1 de septiembre, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo más del 30% de los votos con una participación del 73,5%, mientras que los partidos de la coalición gubernamental (socialdemócratas, verdes y liberales) y Die Linke sufrieron una dura derrota. En la izquierda, sin embargo, el nuevo partido Alianza Sahra Wagenknecht obtuvo un buen resultado. Hablamos de ello con Reto Thumiger, de la redacción alemana de Pressenza, fotografiado abajo durante un acto por la liberación de Julian Assange.
¿Cómo se explica este resultado electoral?
Los resultados en Turingia y Sajonia son la expresión más clara del creciente descontento de los votantes alemanes. La desindustrialización en curso, el fuerte aumento del coste de la vida y de los precios de la energía, el estado ruinoso del sistema educativo y sanitario, la cada vez más deteriorada infraestructura del país, la creciente desigualdad social y la desintegración de la clase media contrastan con los miles de millones que se invierten en el ejército y en el suministro de armas.
Esto es sólo el principio, porque la República Federal se prepara de nuevo para la guerra. Se extiende el temor a la decadencia y a que Alemania pueda verse implicada directamente en una guerra. El ambiente en Alemania Oriental es especialmente negativo, ya que la población es la más afectada por esta deriva. Sin embargo, el resultado electoral no hace sino continuar la tendencia que ya se puso de manifiesto en las elecciones europeas, y los sondeos para las próximas elecciones federales también apuntan en esta dirección, aunque no en la misma medida que en Sajonia y Turingia.
El voto se dirige tanto contra los respectivos gobiernos de los Länder (estados federales de Alemania) como contra la «coalición semáforo» formada por socialdemócratas, liberales y verdes en Berlín. En Sajonia, los tres partidos gobernantes juntos sólo alcanzaron el 12,7% y en Turingia apenas el 10,4%. El FDP (Partido Liberal Democrático) quedó literalmente pulverizado y, junto con Los Verdes, ya no está representado en ninguno de los dos parlamentos de los Länder. Sólo los socialdemócratas consiguieron superar con dificultades el umbral del 5%. Aunque los democristianos sufrieron pérdidas, siguieron siendo la primera fuerza en Sajonia, justo por delante de la AfD, mientras que en Turingia cayeron al segundo puesto, a 10 puntos porcentuales de la AfD. Aunque la CDU, con 16 años de gobierno de Merkel, es al menos tan responsable del desastre actual como el SPD, los Verdes y el FDP, no ha salido tan mal parada.
Es evidente que la estrategia de los partidos gobernantes para frenar a la AfD ha fracasado. Especialmente en el este del país, la gente está harta de que se la obligue a votar por el mal menor según el lema: «Danos tu voto, si no las cosas irán aún peor».
¿Cuál es el peligro que representa la AfD?
La AfD abarca un amplio espectro, desde posiciones conservadoras a posiciones de extrema derecha. No basta con tacharlo de partido nazi, eso sería una simplificación. Pero su cúpula pertenece a la extrema derecha y muchas de sus principales figuras son auténticos maestros en poner a prueba los límites de lo que se puede decir en Alemania. La cita más famosa es probablemente la de Alexander Gauland, presidente honorario de la AfD y miembro del Bundestag: «Hitler y los nazis son sólo un paréntesis en más de mil años de exitosa historia alemana». Björn Höcke, una de las figuras más influyentes y radicales del partido, muestra abiertamente sus opiniones políticas cuando afirma, por ejemplo: «El problema es que Hitler se retrata como absolutamente malvado», o escribe en su libro: «Además de proteger nuestras fronteras exteriores nacionales y europeas, será necesario un proyecto de reemigración a gran escala». Esto llevó a Marine Le Pen a excluir al partido de su grupo en el Parlamento Europeo, e incluso Giorgia Meloni se niega a colaborar con la AfD. En resumen, incluso partidos de extrema derecha como el Front National o Fratelli d’Italia, con raíces postfascistas, se distancian de la AfD alemana.
Las desastrosas políticas de la CDU, el SPD, los Verdes y el FDP, combinadas con el llamado «cortafuegos» -el completo aislamiento político de la AfD- y la falta de una alternativa política creíble, han convertido a la AfD en el voto de protesta perfecto. Su ascenso es también el resultado del fracaso del partido Die Linke (La Izquierda) en su intento de ser percibido como la única alternativa real. Además, se ha visto aún más debilitada por las constantes disputas internas, que finalmente condujeron a la escisión de la alianza en torno a Sahra Wagenknecht, sobre la que volveré más adelante.
Obviamente, es difícil predecir cómo se comportará la AfD y qué corriente dentro del partido podría prevalecer en caso de que se rompiera el cortafuegos y participara en un gobierno o lograra la mayoría absoluta a la que aspira y, por tanto, pudiera gobernar en solitario. En cualquier caso, esta idea es extremadamente preocupante y es de esperar que nunca lo sepamos.
Un examen más detallado del programa muestra que la AfD es claramente un partido belicista. Aunque apoya una paz negociada en la guerra ucraniana, también apoya el objetivo del 2% de gasto militar exigido por la OTAN, es decir, la financiación de un rearme masivo y un gran aumento del presupuesto de defensa, lo que se traduciría en menos dinero disponible para vivienda, escuelas, hospitales, infraestructuras y servicios sociales.
La AfD también está a favor de la expansión de la OTAN hacia el este y el norte y del suministro de armas a Israel. Por supuesto, la islamofobia prevalece sobre el antisemitismo. También es un partido neoliberal: no aboga por una política fiscal diferente, ni por un impuesto de sucesiones o sobre el patrimonio, ni apoya una mayor tributación de las rentas más altas. Tampoco representa los intereses de la población en general en materia de salarios y pensiones.
Las razones para votar a la AfD están a menudo en total contradicción con el contenido real de su programa. Sin embargo, estas contradicciones no influyen en la decisión de voto, que en mi opinión solo puede explicarse por la irracionalidad y la disonancia cognitiva de nuestro tiempo.
Creo que estamos viviendo una evolución muy peligrosa de la que se beneficia la AfD, o que ella misma encarna como síntoma. Cuando la CDU y la AfD alcanzan juntas el 62,5% en Sajonia y el 56,4% en Turingia, tenemos que hablar de un desplazamiento masivo y preocupante de la población hacia la derecha. Si antaño partidos de izquierdas como los socialdemócratas (SPD) y Los Verdes se han convertido en los principales belicistas y ejecutores del neoliberalismo, nos estamos acercando a los Estados Unidos de América, donde solo se puede elegir entre partidos que representan políticas de derechas, neoliberales y militaristas, pero con cinco partidos en lugar de dos.
No hace falta que la AfD dé el golpe de gracia a la democracia. La desintegración de las instituciones democráticas, la concentración de los medios de comunicación, la restricción de la libertad de prensa y una gobernanza cada vez más autoritaria muestran claramente que el capitalismo financiero global está dejando atrás la democracia representativa, sustituyéndola por un nuevo autoritarismo. En este sistema, las decisiones políticas están cada vez más determinadas por las élites económicas y las empresas multinacionales, mientras que la participación política de los ciudadanos se restringe aún más.
En este contexto, la democracia se convierte en una fachada que oculta estructuras de poder basadas en el control económico y la desigualdad global. Esto conduce a un sistema político basado en la tecnocracia y la oligarquía, en el que valores democráticos como la igualdad, la participación y la libertad se ven cada vez más socavados. El capitalismo ya ha demostrado en el último siglo que, aunque favorece la democracia formal como forma de gobierno, puede coexistir fácilmente con gobiernos de extrema derecha y fascistas. En cualquier caso, a la AfD no parecen faltarle donantes generosos; al fin y al cabo, el capitalismo siempre pone mucha carne en el asador.
La alianza Sahra Wagenknecht (BSW), que se describe a sí misma como «conservadora de izquierdas», obtuvo un brillante resultado. ¿Cómo valora este partido?
Sahra Wagenknecht dimitió de Die Linke junto con otros miembros del Bundestag en octubre del año pasado porque estaba harta de las interminables disputas dentro del partido. Nueve meses después de su fundación oficial, su nuevo partido, que aún carecía de estructura nacional, obtuvo de la nada el 6,2% de los votos en las elecciones europeas y resultados de dos dígitos en las elecciones de los dos Länder. Esto la convirtió en la tercera fuerza a la primera, el ascenso más rápido de un nuevo partido en la historia de la República Federal.
Para algunos, el BSW representa la esperanza de frenar el ascenso de la AfD y el giro a la derecha y hacer sentir de nuevo la política de izquierdas. Utilizo el término «izquierda» en el sentido de social, progresista, internacionalista y pacifista. Al mismo tiempo, sin embargo, el partido defiende una política migratoria muy restrictiva. Pide el fin de la cultura de acogida, rechaza las subvenciones estatales a los solicitantes de asilo rechazados y apoya su deportación. Además, favorece los procedimientos de asilo en terceros países, para que los refugiados no vengan a aclarar su situación en Alemania. Esta postura contrasta fuertemente con los demás puntos apoyados por Sahra Wagenknecht y contradice lo que importantes dirigentes del partido, como Sevim Dağdelen, Andrej Hunko y Fabio De Masi, vienen diciendo desde hace años. Puede que se trate de pragmatismo electoral, pero no deja de ser grave. Como consecuencia, se acusa al partido de retórica de derechas y populismo.
De repente, los inmigrantes parecen haberse convertido en la fuente de todos los problemas, una opinión que ahora parece compartir la mayoría de la población y que un número cada vez mayor de partidos aplaude fervientemente. Sin embargo, esta visión es completamente errónea, ya que el declive económico, la creciente concentración de la riqueza y el desmantelamiento de los sistemas sanitario y educativo no tienen nada que ver con la inmigración, y la falta de fondos no puede atribuirse a la llamada «cultura de la acogida». Estos argumentos sólo distraen de los verdaderos culpables: el fracaso de los gobiernos y su traición a los intereses del electorado.
Al mismo tiempo, se ignoran por completo las verdaderas causas de la emigración. La economía extractiva y la explotación del Sur global -que han contribuido significativamente al papel de Alemania como campeón mundial de las exportaciones-, así como una sociedad consumista que despilfarra los recursos sobrantes y contamina el medio ambiente, son factores clave. A ello se añade la implicación militar en conflictos internacionales y el suministro de armas a regiones en crisis. Estos factores provocan explotación económica, destrucción del medio ambiente e inestabilidad en los países de origen, obligando a muchas personas a abandonar sus hogares.
¿Qué papel ha tenido la guerra de Ucrania en estas elecciones?
La creciente retórica bélica y los pasos hacia una escalada con Rusia en la guerra de Ucrania, en la que Alemania participa desde hace tiempo, son fuente de preocupación existencial. Ningún otro país europeo parece tan decidido a implicarse en una guerra como Alemania, especialmente Los Verdes, que junto con los otros dos partidos gobernantes están impulsando la militarización.
El hecho de que Los Verdes surgieran de las protestas contra el despliegue de misiles Pershing como un partido pacifista es ya cosa del pasado. Die Linke y BSW son los únicos partidos en el Bundestag que están sistemáticamente a favor de la paz y el desarme, pero son sólo una pequeña minoría. Frases como «No más guerra», que se había convertido en una expresión central del rechazo del militarismo y el nacionalsocialismo en Alemania, o la cita de Willy Brandt: «La paz no lo es todo, pero sin paz todo es nada», se olvidan cada vez más, y el ministro de Defensa Pistorius pide en cambio a los alemanes que estén dispuestos a ir a la guerra de nuevo.
El hecho de que el canciller Scholz aceptara la petición de Washington de desplegar misiles de medio alcance en Alemania sin ningún debate público en el Parlamento o dentro de su propio partido es el siguiente paso de una política altamente peligrosa. Desplegar estos misiles tan cerca de la frontera rusa no da a Rusia prácticamente ningún tiempo de aviso y acerca al mundo un paso más a la guerra nuclear. También aumenta el riesgo de un accidente que implique el uso de armas nucleares.
La clara mayoría de la población alemana está en contra del despliegue de misiles y a favor de un alto al fuego y de negociaciones de paz en Ucrania. Sin embargo, la voluntad de los votantes, en gran medida ignorada por los partidos establecidos, no se refleja en protestas o manifestaciones por la paz. El aumento de votos para la AfD y el BSW podría interpretarse como un voto por la paz, pero en el caso de la AfD se trata de una interpretación completamente errónea. Aunque el partido se presente ante la franja de derechas como una paloma de la paz por oportunismo electoral en relación con el conflicto de Ucrania, en realidad sigue siendo un partido belicista.
¿Qué espacio pueden ocupar los movimientos pacifistas, ecologistas y de solidaridad con los inmigrantes en esta situación?
Las fuerzas progresistas y humanistas no deben abandonar su presencia y su activismo. Los movimientos ecologistas, pacifistas, solidarios y de defensa de los derechos humanos deben colaborar con las franjas progresistas de los sindicatos para contrarrestar los avances deshumanizadores e inhumanos y hacer frente a las grandes crisis que amenazan a la humanidad: la destrucción del medio ambiente, la amenaza de una guerra mundial, la división y la falta de solidaridad en la sociedad. No basta con luchar contra los síntomas: hay que tener en cuenta las raíces de los problemas, aunque las acciones se centren en cuestiones puntuales.
Los movimientos deben sacar a la gente de la resignación y el miedo paralizante y despertar la esperanza de que es posible un cambio desde abajo hacia un mundo más humano y mejor para todos. Los medios de comunicación tienen un papel especial que desempeñar. Todos sufrimos un aislamiento y una alienación cada vez mayores. Ya no nos sentimos conectados a nada y todos nuestros esfuerzos parecen cada vez más inútiles.
La única manera de contrarrestarlo es conectar con la mejor parte de nosotros mismos y de los demás y trabajar por el bien común. De este modo, también podemos hacer frente a los reveses y los fracasos. En otras palabras: debemos dar a nuestra existencia un sentido y un propósito más allá del yo. Y debemos hacerlo sin ingenuidad, porque aún no hemos tocado fondo y debemos prepararnos bien para lo que está por venir. En palabras de «Juego de Tronos»: «Se acerca el invierno».
Ahora es el momento de actuar. Si no, ¿cuándo?
Traducido del alemán por David Meléndez Tormen