Una querida amiga me invitó a una versión de la «La Noche del Encuentro», iniciativa de acercamiento a la realidad de las personas sin hogar, tanto las que viven y duermen en la calle como quienes habitan en alguna de las numerosas residencias que existen en Santiago de Chile.
El evento, que se llevó a cabo el martes 27 de agosto en el Colegio Salesianos (en Alameda con Cumming) fue organizado por 3xi, alianza de entidades sociales para generar encuentros de concienciación y acercamiento. Esta vez, sobre el problema de las personas sin techo, en el que participaron empresarios, fundaciones y activistas. Nuestros anfitriones fueron personas que trabajan en distintas organizaciones de este ámbito, como CIDETS, corporación Nuestra Casa, Hijos de la Calle, Mission Golden, Educere, Hogar de Cristo, en una articulación de más de 14 ONGs en coordinación con Juntos en la Calle y las Municipalidades de Santiago y Estación Central.
Se organizaron 44 recorridos de grupos pequeños de 3 a 6 personas, cada uno a cargo de un coordinador de residencias (albergues) o de personas en situación de calle, llevándoles enseres (comestibles y limpieza) que ellos mismos habían pedido previamente. A mí me tocó el grupo 31, y fuimos a la residencia de la calle Portugal con Santa Isabel, en Santiago Centro, que forma parte de los Centros Temporales para la Superación, y su programa Noche Digna. Allí los residentes y dos monitoras nos estaban esperando. El lugar, financiado año a año con fondos del Ministerio de Desarrollo Social y ejecutado por la Municipalidad de Santiago, cuenta con 25 cupos y presta de manera gratuita alojamiento, servicios básicos y apoyo psicosocial para personas que deseen salir de la situación de calle. Nos llevaron la directora Vilma Gálvez y el coordinador Luis Vásquez, y nos recibieron unos 13 residentes que abrieron sus vidas a personas que apenas conocían.
Establecimos una conversación en la que poco a poco fuimos entrando en confianza, lo que me hizo pensar en la importancia de ponerle cara y nombre a las personas en esta situación, porque cada una tiene una historia diferente, por lo general de pocas o ninguna red de contención social. También en general, con una historia personal de consumo de alcohol y drogas que los ha dejado en el margen de la sociedad. Además, a medida que crece la migración a nuestro país desde Venezuela, Colombia o Perú, muchos de los migrantes quedan en una situación social de vulnerabilidad que los empuja a vivir en la calle.
Pedro Pablo (51) nos habló de sus dificultades para reintegrarse a la sociedad debido a que tiene ambas manos tullidas de nacimiento, lo que le impide acceder a un empleo. O Alexander (42), que muchas veces ha intentado no recaer en el consumo y que lo sigue intentando. Pedro (32), venezolano, nos habló de sus dificultades para encontrar trabajo y su falta de redes de apoyo. También se habló de la autoexclusión, el temor a la discriminación por ser personas de la calle y las dificultades para encontrar trabajo. De cómo perciben que tener un empleo remunerado puede ayudarles en lo económico y social para ir rearmando la estructura de sus vidas. Muchos tienen miedo a «recaer» en el consumo de sustancias o alcohol.
Perciben y valoran la existencia de residencias y albergues como este, en donde tienen techo, cama, duchas y alimentación por un año como máximo, siempre que estén buscando trabajo y no «recaigan» o, de recaer, se encuentren en tratamiento.
Ellos mismos no se consideran como personas sin techo, ya que pueden dar la dirección de la residencia en sus búsquedas de trabajo. Además, entre ellos se han ido estableciendo relaciones de compañerismo y apoyo mutuo que pueden sustituir las redes de contención convencionales.
La residencia misma es una casona antigua y alargada, y sus instalaciones sanitarias y de cocina fueron renovadas hace 2 años, pero persisten problemas en el techo (que está demasiado viejo para resistir temporales como el de este año) o los «lockers», que están muy deteriorados. El centro recibe aportes no monetarios, y también ofertas de trabajo para sus residentes. Al final de este texto está la información de contacto.
La experiencia me sirvió para ponerle rostros e historias de vida a la gente que vive en la calle, que existen en muchas comunas de la capital. Yo mismo vivo en una casona del barrio Yungay y en el parque al que da mi vivienda suelen hacer sus «rucos» o carpas de personas sin techo, y tenía temor o ignorancia sobre cómo abordarlos. Agradezco la oportunidad de acercarme a ellos, y sin duda participaré en recorridos futuros, sobre todo en la otra cara de la moneda: las personas que viven y pernoctan en la calle. Constaté que hay muchas organizaciones que han establecido una red de albergues y servicios esenciales para personas en esta situación, y que cada vez hay más personas con sensibilidad social que desean humanizar este problema en lugar de ignorarlo.
En palabras de mi amiga, una de las organizadoras del encuentro y que recorrió la calle, «la experiencia también sirvió para entrar en un terreno donde uno es ignorante. Cada vez que entras a esos territorios desconocidos donde hay otros seres humanos como tú, empiezas a ver matices de los que antes no te dabas cuenta. Por ejemplo, la diferencia entre dormir realmente en la calle o pasar a un albergue a una hospedería o a una oportunidad del programa Vivienda Primero. Todos son espectros de situaciones de fragilidad de vivir en un umbral básico de subsistencia.»
«Y empiezas a percibir el valor que le dan a otras cosas, como al respeto y la humildad. Ellos hablan de la diferencia entre un chorizo, que se dedica a delinquir y se para amenazante ante el otro, con una persona de calle. El de la calle sabe de la humildad de vivir absolutamente sin nada, mientras que el chorizo ya se ha ganado un lugar, una mesa y dónde dormir. No quiero con esto romantizar la precariedad porque también describen que la calle es ruda: uno decía “tú tendrías que tener estos ojos para ver lo que yo he visto”, aludiendo a algo que ya pasó al terreno de lo que no se puede describir y está desapegado de la fuerte experiencia de pasarlo por el corazón.»
«Ese umbral se refleja en cosas que ellos mismos te cuentan, como la importancia de tener un baño y todo lo que eso significa. Son cosas que nosotros tenemos tan normalizadas, además de muchas otras, como tener las patitas debajo de la mesa, ponerse pijama y dormir sin pensar en que te pueden quemar el ruco.»
El mismo hecho que haya casi 40.000 personas en situación de calle refleja la angustiante crisis habitacional que existe en Chile. Son la punta del iceberg de un problema social mucho más estructural y profundo, en el que el Estado debería proponer y el Congreso llegar a acuerdos necesarios y urgentes para aprobar reformas sociales de fondo que permitan ir solucionando el problema de desigualdad del que nuestro país es uno de los mayores exponentes del planeta.
Ya es hora de dejarse de bloqueos y obstáculos innecesarios en el proceso legislativo, y asumir una perspectiva de mejoramiento real de toda nuestra cambiante sociedad, aprobando las reformas esenciales para ello.
Contacto con Vilma Gálvez, Coordinadora Residencia Portugal 514
Tel: 9 59455761