Por Nelson Hidalgo Concha/Ex académico y Vicerrector de la Universidad Metropolitana, Chile

 

 

 

 

“Morir, dormir, dormir… ¡Soñar acaso! ¡Qué difícil! Pues del sueño de la muerte ¿qué sueños sobrevendrán cuando despojados de ataduras mortales encontremos la paz?”[1]

El fin de la vida, desde cierto punto de vista, puede ser considerado como un misterio inevitable y a la vez una fuente de inspiración para reflexionar sobre la existencia  y su fugacidad. Para muchos, la muerte puede ser vista como una transición hacia otro estado de ser, un momento de trascendencia o incluso una liberación del sufrimiento terrenal.

Siendo un tema complejo y fascinante nos invita a reflexionar sobre el significado de la vida, la naturaleza de la existencia y la inevitabilidad del paso del tiempo.

¿Por qué vivimos como si fuéramos inmortales?, será que algo en nuestro interior nos señala que en realidad el fin de la materia no es el fin de nuestro verdadero ser, “Morir es un cambio de existencia, y para el alma una migración de este mundo hacia otro”, señalaba Sócrates y Platón que “El cuerpo es la prisión del espíritu, de la que escapa con la muerte”, los Incas, los Mayas, los Judíos, los Cristianos, los Budistas y muchas otras religiones postulan que el nacimiento y la muerte no son dos estados distintos, sino dos aspectos del mismo estado. Los antiguos egipcios tenían una concepción compleja y multifacética del alma, creían que el ser humano estaba compuesto por varios aspectos que se relacionaban con la identidad, y el destino de la vida y en el más allá. Uno de estos aspectos era el Ka, la fuerza vital o el doble espiritual de una persona que continuaba existiendo después de la muerte y otro aspecto era el Akh, espíritu o la forma glorificada que alcanzaba el individuo cuando se lograba una existencia exitosa en el más allá, y en el siglo XIX, Allan Kardec,[2] señaló que  “los Espíritus no son, pues, otra cosa que las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal”.

Pero, ¿Qué dice la ciencia? algunos científicos ya comienzan a respaldar estas teorías, primero, fue el doctor Brian Weiss, jefe de psiquiatría del hospital Mount Sinaí de Miami, quien relata que una de sus pacientes, “Catherine, recordó bajo hipnosis varias de sus vidas pasadas y pudo encontrar en ellas el origen de muchos de los traumas que sufría.” Luego el doctor Bruce Lipton[3] explicó que “La naturaleza de la membrana celular  me había convencido de que somos seres espirituales e inmortales que existimos con independencia del cuerpo,”  y por último, los doctores Stuart Hameroff y Sir Roger Penrose[4] trabajan desde 1996 en una teoría cuántica de la conciencia, según la cual el alma se encuentra contenida en estructuras denominadas microtúbulos, alojadas en las células cerebrales.

Ahora bien, hay dos sensaciones que nuestra inteligencia, finalmente,  no puede decodificar la primera es lo místico, que produce una emoción tan profunda y hermosa que nos induce a sentirnos vivos y a querer disfrutar cada minuto de vida como si fuera el último y a sentirnos parte de este enorme misterio que nos cubre y la segunda es el amor, que nos llena de esperanza y de felicidad, que hace que el vivir sea algo maravilloso, el amor es como el agua,¡ bebámosla con el alma, hasta el último sorbo!

[1] Hamlet, William Shekespeare

[2]  LE LIVRE DES MÉDIUMS, 11° Edición Junio 2004, Allan Kardec (n. Lyon, 3 de octubre de 1804)  fue el seudónimo del pedagogo francés Hippolyte  Denizard,  conocido  como el sistematizador del Espiritismo.

[3] Bruce Lipton, es un biólogo celular estadounidense,

[4] Roger Penrose es un físico matemático británico y profesor emérito de Mathematics de la Universidad de Oxford. Premio Nobel de Física, Medalla Copley, Medalla Real, etc.