La seguridad por encima de la soberanía, la libertad, los derechos humanos o la democracia.
Naciones Unidas ha convocado la semana mundial para el futuro. En concreto se denomina la “Semana de Alto Nivel de la Asamblea General para trazar el camino hacia un futuro mejor, más seguro y más verde para todos” que tendrá lugar en la sede central de Nueva York del 22 al 30 de septiembre de 2024.
Reuniones, foros, encuentros, asambleas, días mundiales… bla, bla, bla. Todo tipo de citas políticas para hablar sobre el futuro de la humanidad y del planeta que habitamos. Parece que hay que dotar de entidad a un término tan relativo e inasible como ´futuro` para que podamos siquiera pensarlo y, consecuentemente, afrontarlo. Pero el mañana no tiene buena pinta porque no la tiene un presente en el que, al igual que en el pasado, destruimos más que construimos.
La ONU sigue siendo especialista en mirar para otro lado y cuando no lo hace nadie le presta atención. Las pruebas de este pasotismo histórico hacia la organización internacional multilateral, que se creó supuestamente para evitar más guerras, son innumerables y palpables. La realidad de hoy así nos lo muestra y demuestra. Se siguen asesinando seres humanos sin consecuencias para los perpetradores y se sigue matando la naturaleza sin que alguien pague por ello de manera clara y contundente.
La cita de la última semana de septiembre se denomina de “Alto nivel”. ¿Por la ciudad en la que se celebra, por los países que acudirán o por las personas participantes? Auguran que su objetivo es “trazar el camino”, ¿cuál?, ¿solamente uno?, ¿a gusto de quién?, para “un futuro mejor”, ¿para quienes?, ¿para quienes tienen el suyo asegurado a costa del de los demás?
Y que ese posible futuro sea “más seguro y más verde”, ¿más seguridad en forma de más armamento?, ¿más crímenes de lesa humanidad? La historia nos enseña que la seguridad basada en la guerra no da más libertad ni protege los derechos humanos. Y creo que el verde es uno de los colores que peor lo tienen sobre la faz de la Tierra.
Entonces, para el futuro ¿de quién?, ¿qué futuro se le puede mostrar a quienes ni siquiera tienen un mañana? Solamente hace falta recorrer el mapa de este jodido mundo para ver que la situación es casi catastrófica en muchos lugares del planeta y que plantear el futuro como tema suena a hipocresía, a la pura retórica del discurso político y del lenguaje mediático.
De los ODM, que no se cumplieron en sus quince años de estar en marcha, a los ODS, que tampoco se cumplirán, y serán ya tres décadas perdidas que terminarán con la firma de otros objetivos (¿del milenio sostenible, del futuro tambaleante, del siglo imprevisible?) que también serán ignorados por muchas cumbres que se convoquen o muchas cimas que intentemos subir cual Sísifo.
Dice la ONU que “El futuro tendría buena pinta: sin hambre, sin pobreza, sin contaminación, con aire y agua seguros, igualdad de género, desnuclearización y conflictos resueltos por medio de diplomacia y no de bombas”. Seguramente sin la Organización de las Naciones Unidas el panorama sería peor, pero esto del futuro es de juzgado de guardia. No se sabe qué pensar, si tienen una cara dura infinita, una ignorancia supina o una inocencia grosera, pero sus grandes intenciones son vacuas y sus buenos propósitos inútiles porque sus ya casi 80 años de vida no han servido para lograr la paz mundial y la justicia social para las mayorías.
Parece que casi tres siglos después de que Isaac Newton afirmara algo así como que los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes, la situación no ha cambiado mucho. Tampoco hemos prestado atención a la propuesta de Mario Benedetti de construir un nuevo canal interoceánico sin esclusas ni excusas para comunicarnos más y mejor.
Por favor, echen un vistazo a este “planeta azul” que todavía nos soporta y digan si realmente hay alguien que, con todo lo que está pasando, crea que hay futuro, al menos uno digno de ser vivido. Tiempo al tiempo, si es que nos queda.
Como contrapunto, y para intentar afrontar ese incierto mañana desde otras perspectivas, la Internacional Progresista lanzará el lunes 23 de septiembre, también en Nueva York, su Programa de Acción para un Nuevo Orden Económico Internacional con el que plantea una nueva construcción económica mundial en la que el llamado Sur Global pueda conquistar, en el siglo XXI, su propio desarrollo desde la soberanía y la sostenibilidad.
Puede que, pese a todo, todavía tengamos opciones para la esperanza.