“El Perú es uno de los países más desiguales del mundo”, es una de las conclusiones a la que llega Saúl Elguera Quispe, miembro del área de Estudios de Opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), en la investigación sobre las “Desigualdades”, realizada en territorio nacional. “La desigualdad es un fenómeno complejo y con una naturaleza multidimensional” añade en un artículo publicado en la revista Crítica y Debate del IEP.

Por: Saúl Elguera Quispe

Perú es uno de los países más desiguales del mundo. A pesar de haber experimentado un largo periodo de bonanza económica y haber implementado diversas políticas sociales, nuestros indicadores de desigualdad siguen siendo desfavorables. El índice de Gini del país en 2022 fue de 0,403 según el Banco Mundial (2024), situándonos en el tercio superior de los países con mayor grado de desigualdad económica. Además, ese mismo año, el decil más alto de ingresos concentró el 30,7% de los ingresos totales generados por el país, una de las tasas más altas a escala mundial.

Si bien es cierto que los indicadores mencionados han mostrado disminuciones modestas en las últimas dos décadas, interrumpidas por la pandemia del covid-19, y que en comparación con otras realidades de la región como Brasil o Chile tenemos índices de desigualdad menores, aún queda un amplio margen de mejora.

Además, la desigualdad es un fenómeno complejo y tiene una naturaleza multidimensional, por lo que abarca espacios más allá de lo económico. Un ejercicio sencillo que puede ejemplificar esta idea es el siguiente: imagínese estar en la Línea 1 del Metro de Lima y observar a través de sus ventanas cómo los distritos van cambiando a lo largo de su recorrido. Sin mucha dificultad, podrá notar que existen desigualdades que no se restringen a las económicas y que están asociadas a cuestiones territoriales (la conservación y la salubridad del espacio público, la cantidad de zonas de esparcimiento, etc.), sociales (la frecuencia constante de agua potable, la presencia de seguridad ciudadana, etc.), entre otras.

De esta manera, la desigualdad se manifiesta en la forma en que varían las realidades dependiendo de dónde se vive. Asimismo, las inequidades también se evidencian cuando las oportunidades son limitadas por características individuales como el género, el color de la piel o una discapacidad. Estos son elementos que no dependen de las decisiones personales, pero que la sociedad tiene en consideración a la hora de asignar oportunidades o recompensar los esfuerzos.

Existe una amplia cantidad de argumentos que justifican la importancia de reducir estas manifestaciones de desigualdad; sin embargo, no parece que quienes nos gobiernan estén prestando la atención necesaria a estos asuntos. Como lo expone el artículo “Preocupa la desigualdad, pero no moviliza”, de Carolina Trivelli, en la actual agenda pública no encontramos voces que aporten de manera seria a la construcción de mecanismos que busquen promover un crecimiento inclusivo y una distribución más equitativa de los recursos.

Pese a esta ausencia de debate público, los peruanos reconocen las desigualdades. Los resultados de una encuesta realizada en junio del año pasado por el Área de Estudios de Opinión del IEP muestran que más de la mitad de los encuestados perciben como muy graves las desigualdades económicas y territoriales, mientras que 32% tiene la misma percepción sobre la desigualdad étnico-racial, expresada como la diferencia entre personas blancas y no blancas (véase gráfico 1).

Gráfico 1. Percepción de gravedad de desigualdad (porcentaje)

Gráfico 2. Diferencia entre quienes piensan que esas desigualdades son muy graves y quienes piensan que son poco/nada graves según ámbito geográfico (puntos porcentuales)

Fuente: Instituto de Estudios Peruanos.

En la mayoría de las desigualdades, la percepción de gravedad es más alta en Lima Metropolitana. Como se observa en el gráfico 2, particularmente, la diferencia entre quienes perciben como muy grave y poco o nada grave la desigualdad entre ricos y pobres es mayor en este ámbito geográfico (37 puntos porcentuales). Estos porcentajes no sorprenden si observamos los datos de otras fuentes de información.

Según lo reportado por las encuestas de hogares del país, la evolución del gasto e ingreso reales promedio per cápita mensual[1] del 40% más pobre de la población muestra que, si bien desde 2007 en adelante ambas magnitudes se han incrementado, el flujo de ingreso es altamente sensible a impactos externos. Esta fragilidad se evidencia en la caída de los ingresos durante 2020 y en la lenta recuperación registrada en los últimos años (gráfico 3).

En 2022, el ingreso real promedio per cápita mensual del 40% más pobre de la población aún se encontraba por debajo de su valor prepandemia, lo que representa un retraso en la recuperación del precario bienestar adquirido durante los años del denominado “milagro peruano”, un incremento en la brecha económica respecto a quienes se ubican en los niveles más altos de la distribución de los ingresos y un respaldo a la percepción de gravedad de las desigualdades económicas.

Gráfico 3. Evolución del gasto e ingreso reales promedio per cápita mensual del 40% más pobre de la población, 2007-2022 (nuevos soles)

Fuente: INEI. Encuesta nacional de hogares.

La inequidad entre ricos y pobres también puede medirse a través de la distribución de la riqueza en un país, de tal forma que se tienen en cuenta los ingresos percibidos, así como los bienes y activos que se poseen. Una plataforma interesante para este fin es el World Inequality Database, en donde se pueden obtener una variedad de datos sobre desigualdad de riqueza para diferentes países del mundo.

En el caso de Perú, esta base de datos señalaba que, para 2021, el 10% y 1% de los más ricos del país concentraban el 77% y 47% de la riqueza nacional, respectivamente. Cabe precisar que, a pesar de lo relevante de esta información, hay que tener cuidado, ya que son estimaciones calculadas a partir de datos tributarios y la realidad peruana, donde la informalidad alcanza a más del 70% de la población, se vuelve complicado que estos resultados sean confiables.

Otra aproximación a esta desigualdad puede encontrarse en los recientes datos del índice de riqueza relativa de Chi et ál. (2022). Estos autores utilizan encuestas demográficas y de salud y datos no tradicionales para calcular un indicador de riqueza que resume la cantidad de activos con los que cuentan los hogares. Los valores oscilan entre -2 y 2, y un nivel más alto del índice indica una mayor cantidad de riqueza. Una novedad de estos datos es que la información que alcanzan es mucho más alta que la que usualmente se consigue mediante encuestas; específicamente, brindan una mirada a zonas cuadriculares de una dimensión de 2,4 km, y permiten interpretar los diferenciales de riqueza desde una perspectiva territorial.

Como puede apreciarse en el gráfico 4, en la ciudad de Lima y los espacios próximos a la costa peruana existe una mayor cantidad de zonas con valores altos del índice. Sin embargo, mientras uno avanza a los territorios andinos y de selva, la frecuencia de estas zonas empieza a reducirse y focalizarse en algunos territorios. También se van incrementando los lugares con puntajes más bajos. Es decir, se incrementa la presencia de hogares con menos activos. En conjunto, estos datos coinciden con el porcentaje de población que considera que las diferencias económicas y territoriales son muy graves.

Gráfico 4. Distribución del índice de riqueza relativa, 2021 (puntos del índice)

 

Fuente: Chi et ál. 2022.

Otra manifestación de las desigualdades territoriales es el acceso a salud y educación de calidad. Según la tabla 1, la infraestructura hospitalaria muestra deficiencias en casi todo el país. En el ámbito nacional, de un total de 246 hospitales, 232 presentan una capacidad instalada inadecuada, lo que significa que no cuentan con las condiciones mínimas de infraestructura y equipamiento para proveer el servicio de salud. Lima destaca como la región con la mayor cantidad de hospitales y donde, al menos, tres centros hospitalarios se encuentran en condiciones adecuadas. En comparación con el resto de departamentos, donde ningún hospital asegura condiciones mínimas de atención, esto representa una ventaja.

La misma tabla muestra información sobre el estado de conservación de las aulas de los centros de educación básica de gestión pública. En 2018, 15,9% de los locales educativos públicos censados requería una reparación de todas sus aulas. Este resultado muestra una gran disparidad a lo largo del país. Los departamentos más preocupantes eran Apurímac (24,9%), Madre de Dios (24,7%) y Puno (23,5%). Aunque a la fecha pueden haberse reducido estas diferencias, es difícil creer que se hayan disipado del todo.

Tabla 1. Indicadores de calidad de hospitales y locales educativos públicos


Fuente: 1/ Minsa. Diagnóstico de brechas de infraestructura o acceso a servicios del sector salud. Agosto
de 2023. 2/ Minedu. Censo educativo 2018.

En conclusión, es claro que los peruanos son conscientes de la gravedad de las desigualdades, una percepción que tiene correlato con los datos que muestran cómo el bienestar económico de la población con menos recursos aún no se recupera de la pandemia del covid-19, la concentración de la riqueza en zonas específicas de Perú o la variabilidad de la calidad de los servicios de salud y educación a los que se puede acceder dependiendo de dónde se reside.

Sería incorrecto indicar que en los últimos años no se ha mejorado el bienestar de algunos sectores, pero esta mejora no ha sido uniforme en todo el país. Especialmente, fuera de Lima el Estado tiene una deuda pendiente con la reducción de la desigualdad en sus múltiples dimensiones. Para esto se debe de dejar de lado la creencia de que la actuación del Estado debe solo asegurar un crecimiento económico sostenido para colocar a la erradicación de las desigualdades como su meta. Puede que esto no sea políticamente rentable, pero es socialmente deseable.

Asimismo, para combatir las diferentes aristas de la desigualdad es necesario dimensionarlas, y para esto se requiere información. En una realidad tan compleja como la actual no es suficiente solo contar con los indicadores clásicos de desigualdad económica; es necesario generar estadísticas que permitan caracterizar el panorama completo de este problema. Los indicadores mostrados aquí son solo algunos de aquellos en los que las estadísticas nacionales pueden concentrarse. De esta manera pasaremos a caracterizar la desigualdad desde una perspectiva multidimensional. Este avance ya se ha dado en los indicadores de pobreza. En el último informe técnico de evolución de la pobreza monetaria se ha colocado, por primera vez, indicadores de pobreza multidimensional. Es prioritario replicar este ejercicio para la desigualdad.

Referencias

Banco Mundial (2024). Tendencias recientes de pobreza y desigualdad. Abril 2024.

Chi, Guanghua, Hang Fang, Sourav Chatterjee y Joshua Blumenstock (2022). “Micro-Estimates of Wealth for all Low-and Middle-Income Countries”. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 119, n.º 3. Disponible en: <https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2113658119>.

Trivelli, Carolina (2022). “Preocupa la desigualdad, pero no moviliza”. Crítica y Debate. Disponible en: <https://criticaydebate.iep.org.pe/noticias/dossier-el-laberinto-peruano-1-preocupa-la-desigualdad-pero-no-moviliza/>.


[1] El gasto (ingreso) real promedio per cápita mensual representa lo que aproximadamente un individuo gasta (gana) en un mes sin tener en cuenta los efectos de la inflación. El crecimiento del gasto e ingreso pueden entenderse como indicadores de adquisición de bienestar económico.

El artículo original se puede encontrar en el siguiente enlace: https://criticaydebate.iep.org.pe/noticias/desigualdades-percepcion-de-gravedad-y-manifestaciones/