No debiésemos extrañarnos tanto de los grados crecientes de corrupción y delincuencia que prevalecen en nuestro país. En primer lugar, dado que la horrorosa dictadura de extrema derecha que se impuso hace 51 años significó una gigantesca corrupción caracterizada –como muy bien lo señaló la Premio Nacional de Periodismo María Olivia Monckeberg- en un verdadero saqueo de grandes grupos económicos al Estado chileno. Y que dicho saqueo ha sido legitimado, consolidado y profundizado hasta el día de hoy. En efecto -como lo reconoció crudamente en 1997 su máximo ideólogo, el DC Edgardo Boeninger- la centro-izquierdista Concertación de Partidos por la Democracia
llegó a fines de los 80 a una “convergencia” con el pensamiento económico de la derecha, la cual “políticamente no estaba en condiciones de reconocer” (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad; PDF, p. 369).
Así, no sólo se mantuvo el conjunto de las instituciones económicas, sociales y culturales impuestas por la dictadura (laborales, previsionales, educacionales, de salud, tributarias, financieras, etc.), sino que además los gobiernos concertacionistas profundizaron las privatizaciones de servicios públicos y de la minería; y la integración solitaria y subordinada de Chile a la globalización neoliberal. Y como si lo anterior fuese poco, ¡desarrollaron políticas muy solapadas pero efectivas destinadas a destruir el conjunto de los medios escritos de centro-izquierda existentes en 1990 y varios que se crearon posteriormente!, configurando una gigantesca concentración monopólica de los medios masivos de comunicación en manos de grandes grupos económicos. Esto ha sido denunciado –sin ser nunca desmentidos- por muchos directores y periodistas de dichos medios, incluyendo los Premios Nacionales de Periodismo Juan Pablo Cárdenas, Patricia Verdugo y Faride Zerán.
Con el tiempo la “convergencia” con la derecha ha llegado a reconocerse, aunque generalmente con algún pudor. Sin embargo, quien fue “todopoderoso” ministro de Hacienda de Aylwin, presidente del PDC, senador y canciller de Bachelet, Alejandro Foxley, lo hizo desfachatadamente en una entrevista concedida en 2000 a una revista de elite, al decir: “Pinochet realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo.
Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo. Hay que reconocer su capacidad visionaria y la del equipo de economistas que entró en ese gobierno el año 73, con Sergio de Castro a la cabeza, en forma modesta y en cargos secundarios, pero que fueron capaces de persuadir a un gobierno militar –que creía en la planificación, en el control estatal y en la verticalidad de las decisiones- de que había que abrir la economía al mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va perdurar por muchas décadas en Chile y que, quienes fuimos críticos de algunos aspectos de ese proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente por todos los sectores. Además ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar. Su drama personal (sic) es que, por las crueldades que se cometieron en materia de derechos humanos en ese período, esa contribución a la historia ha estado permanentemente ensombrecida” (Cosas; 5-5-2000).
Por supuesto, una pléyade de políticos, economistas, intelectuales y empresarios de derecha han sido mucho más explícitos en reconocer y –sobre todo- agradecer calurosamente dicho giro copernicano del liderazgo concertacionista. Y especialmente lo han sido con el ex presidente “socialista”, Ricardo Lagos (2000-2006). Así, el entonces cabeza de los grandes empresarios chilenos, Hernán Somerville, expresó a fines de su gobierno que “mis empresarios todos lo aman, tanto en APEC (el Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico) como acá (en Chile) porque realmente le tienen una tremenda admiración por su nivel intelectual superior y porque además se ve
ampliamente favorecido por un país al que todo el mundo percibe como modelo” (La Segunda; 14-10- 2005).
Por otro lado, el destacado economista César Barros lo calificó como “el mejor Presidente de derecha de todos los tiempos” (La Tercera; 11-3-2006). A su vez, el dirigente de la UDI, Herman Chadwick, consideró que “el Presidente Lagos nos devolvió el orgullo de ser chilenos” (El Mercurio; 21-3-2006). Y desde el exterior, el segundo de Milton Friedman en la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, Arnold Harberger, señaló “que estuve en Colombia el verano pasado participando en una conferencia, y quien habló inmediatamente antes de mí fue el ex presidente Ricardo Lagos. Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran período de la Universidad de Chicago. El es economista y explicó las cosas con nuestras mismas palabras. El hecho de que partidos políticos de izquierda finalmente hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica es una bendición para el mundo” (El País, España; 14-3-2007).
Y en términos más generales, el cientista político RN, Oscar Godoy, al ser consultado si observaba un desconcierto en la derecha por “la capacidad que tuvo la Concertación de apropiarse del modelo económico”; respondió: “Sí. Y creo que eso debería ser un motivo de gran alegría, porque es la satisfacción que le produce a un creyente la conversión del otro. Por eso tengo tantos amigos en la Concertación; en mi tiempo éramos antagonistas y verlos ahora pensar como liberales, comprometidos en un proyecto de desarrollo de una construcción económica liberal, a mí me satisface mucho” (La Nación; 16-4-2006). Y mucho más recientemente, la jefa del comité de senadores de la UDI, Ena von Baer, dijo que la coalición de derecha “Chile Vamos es el heredero de la Concertación, porque estamos orgullosos del país que la Concertación, en conjunto con nosotros, construyó” (La Tercera; 20-4-2019).
Por todo esto, tampoco resulta extraño que las ilusiones generadas en muchos con la revuelta de octubre de 2019 se diluyeran en poco tiempo. El modelo estaba mucho más consolidado de lo que se pensaba. La atomización social generada por la dictadura y consagrada por la Concertación, combinada con el total control de los medios masivos de comunicación por los grupos económicos (como vimos, ¡generado por los propios gobiernos concertacionistas!) provocaron un nefasto individualismo y sometimiento en la generalidad de la sociedad chilena. Además, aquella espontánea revuelta no estaba en condiciones de generar, por sí misma, una real alternativa político-social democratizadora.
Por último, el actual gobierno conformado por el Frente Amplio, el PC y el grueso de la ex Concertación (¡que ocupa los ministerios claves!) ha continuado con la misma política de total subordinación a los grandes grupos económicos y a las grandes potencias que rigen el neoliberalismo globalizado. Así, el Gobierno se ha coludido con el Congreso para en definitiva “perdonarle” a la salud privada cerca de mil millones de dólares que de acuerdo a la Corte Suprema le debe a sus afiliados por las cotizaciones excesivas que durante muchos años les cobró ilegalmente. Y le ha regalado hasta 2060 la mitad del litio a Soquimich, la empresa quizás más involucrada en casos de
corrupción en el país, desde tiempos de la dictadura.
Y, por otro lado, Boric –en uso de sus atribuciones exclusivas y ¡contrariando sus posturas anteriores como diputado y candidato presidencial!- procedió a integrar a Chile al TPP11; y está impulsando un tratado contraído solitariamente con la Unión Europea el cual aumentará nuestra subordinación a dicha entidad, en circunstancia que el Mercosur está ahora mismo negociando –obviamente con mucho mayor peso económico y político- un tratado con dicha Unión.
Todo indica, pues, que en los plazos históricos previsibles se seguirá manteniendo vigente la “refundación nacional” extrema que impuso la derecha a sangre y fuego a través de la dictadura; y que la “centro-izquierda” legitimó, consolidó y profundizó pacíficamente con posterioridad…