Por/María Loreto Arias Salgado
La partería tradicional andina ha sido por décadas una práctica fundamental en la atención del embarazo y el parto en las comunidades indígenas y rurales del Perú. Sin embargo, en los últimos años, esta ancestral forma de cuidado materno se ha visto amenazada por el avance de la medicina occidental y las políticas de salud gubernamentales.
El argumento principal detrás del avance de la biomedicina en estas comunidades es la reducción de la mortalidad materna e infantil. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que cada día mueren en el mundo 800 mujeres por complicaciones prevenibles relacionadas con el embarazo o el parto, y que casi la totalidad de estas muertes ocurren en países en desarrollo, con una mayor incidencia en las zonas rurales y comunidades con bajos ingresos económicos. Para abordar esta problemática, el sistema de salud oficial peruano ha comenzado a extenderse progresivamente en territorios donde su presencia era escasa o inexistente.
El trabajo de campo de la investigadora Loreto Arias Salgado, realizada en la región de Cusco, Ándes Central, específicamente en el Valle de Urubamba nos revela cómo las parteras y parteros, cumplen un rol fundamental para las mujeres y familias en los procesos de salud sexual y reproductiva, y, además se resisten a la actual imposición de prácticas biomédicas sobre sus procesos de gestación, nacimiento y puerperio.
Se observa como la progresiva presencia de postas de salud en zonas rurales, las que han ido prohibiendo el ejercicio y desarrollo por parte de las comunidades de su propio sistema de salud, a través de diversos mecanismos de control de los cuerpos de las mujeres, principalmente la restricción de beneficios sociales, muy necesarios en zonas rurales, obstáculos para inscribir los nacimientos y las amenazas de posibles procesos judiciales a los parteros y parteras, entre otras.
Paralelamente el sistema biomédico se desarrolla en una relación conflictiva con los otros sistemas de salud, generado choques culturales entre el personal médico y la comunidad. Estas diferencias se manifiestan principalmente en la forma de interpretar y significar los procesos de salud, atención y enfermedad. Como resultado, se han creado relaciones jerárquicas y control entre el personal de salud, las parteras, las mujeres gestantes y sus familias, lo que ha llevado a la desvalorización de las prácticas de los sistemas de salud tradicionales, develando relaciones de poder autoritarias y peyorativas con la población. Se impone la racionalidad biomédica sobre los sistemas tradicionales de salud comunitarios, lo que ha llevado a situaciones de rechazo y falta de adhesión a las prácticas médicas occidentales, conflictos de poder entre agentes tradicionales y médicos, y desarticulación de la estructura social de la comunidad.
Sin embargo, en territorios donde el sistema oficial de salud posee una presencia es intermitente, estos sistemas tradicionales aún se desarrollan, pero bajo atisbos de clandestinidad, con el objetivo de evitar represalias y acoso por parte del personal de las postas de salud.
Es importante señalar que los sistemas de salud tradicionales no han permanecido estáticos, en un contexto actual de alta circulación de información, migraciones y globalización, estos sistemas han modificado sus prácticas a través de procesos de interculturalidad. El diálogo permanente con otros sistemas de salud ha llevado a la incorporación de nuevos conocimientos y saberes, donde interactúan sistemas de salud tradicional y practicas biomédicas, como menciona la partera Leonor Samaleon de Valencia, quien aprendió el oficio de su esposo, un servidor de salud, y llegó a atender numerosos partos en su comunidad y en zonas aledañas:
Mi esposo siempre me decía que hay hemorragia pusiera suero, mejor que un médico me ha enseñado mi esposo, y la señora había desangrado cantidad, el bebito estaba llorando, o sea había salido el bebito pero la placenta no, así que le puse el suero, un poquito de pitocin le puse a la señora pa que dilate, porque ya no había ni dolores, ya no se quejaba nada, le puse el suero, y al poco rato la señora empezó a hacer ruido, le hice su movimiento y salió la placenta, y poco a poco que le va entrando el suerito ya estaba reaccionando la señora, y amaneciendo la señora ya estaba abriendo los ojos ya quejándose ya, por suerte ese día me quede cuidándole a la señora, le puse su antibiótico. (Leonor Samaleon de Valencia, Calca, Valle de Urubamba, Cusco)
A pesar de los obstáculos y la deslegitimación que enfrentan, las parteras tradicionales, muchas continúan ejerciendo su oficio, a modo de resistencia, adaptándose a las nuevas circunstancias y manteniendo viva una tradición ancestral que forma parte integral de la cultura y la identidad de las comunidades andinas. Aún son muchas las mujeres que eligen la atención de las parteras tradicionales. Entre estas razones se encuentran la confianza en los conocimientos ancestrales, la comunicación en su lengua quechua, la comodidad y la urgencia de dar a luz en casa, el respeto a sus costumbres y creencias, y el trato más personalizado y cálido que reciben de las parteras.
Sin embargo, los riesgos asociados con el parto domiciliario urbano o rural es una realidad, no solo estadística, y seria un gran soporte que las parteras estén capacitadas para identificar situaciones de riesgo y derivar oportunamente a las mujeres al sistema de salud oficial cuando sea necesario. Los hallazgos obtenidos sugieren la necesidad de un enfoque genuino de interculturalidad en la atención de la salud materna, que reconozca y valore los conocimientos y prácticas tradicionales, al tiempo que incorpore los avances de la medicina moderna. Esto podría llevar a un sistema de salud más inclusivo y respetuoso de la diversidad cultural, que beneficie a todas las mujeres, independientemente de su origen étnico o lugar de residencia.
Así es como las reflexiones sobre los derechos de las mujeres indígenas y rurales a elegir cómo quieren ser atendidas durante el embarazo y el parto, así como sobre la relevancia de preservar y respetar los conocimientos ancestrales en salud, son importantes. El desafío para el futuro será encontrar un equilibrio entre la medicina tradicional y la biomedicina, que permita mejorar la salud materna sin sacrificar la diversidad y riqueza de enfoques terapéuticos, y los saberes ancestrales de las comunidades andinas.