Ayer por la tarde tuve una conversación con un amigo de Roma: «Hola Mauro, ¿no hubo un ataque ruso en Kiev anoche? ¿Oíste los bombardeos? ¿Tuviste miedo?»
«Mi suegra solía decir: «Tempo de guera più bucie che tera» (En tiempos de guerra, más mentiras que tierra).
«Dormí profundamente y no oí sonar ninguna sirena».
«Absurdo. Rainews lo informó como noticia de última hora anoche».
«Lo leí, pero no sé qué responderte».
«¿Y ni siquiera dieron la alarma?
«Qué amables», respondo, quizá demasiado sarcástico.
Mi hijo expresó la misma preocupación al enviarme la siguiente noticia: «Las fuerzas armadas ucranianas anunciaron en Telegram que al amanecer frustraron un ataque ruso con misiles dirigido contra Kiev. Al parecer se utilizaron misiles balísticos norcoreanos».
Se trata de una noticia que también he visto difundida en la prensa italiana, por Agi por ejemplo, y desde luego no puedo decir si se interceptaron misiles, quizás a cientos de kilómetros de aquí. Sólo puedo decirles lo que veo y siento aquí, es decir, la paz y la serenidad de un hermoso día, en una de las ciudades europeas más bellas, con una ligera brisa y un clima primaveral.
Ahora bien, seamos claros, yo también tengo mis miedos y varias veces al día me imagino un misil cayendo sobre mi cabeza, pero racionalmente sonrío ante la idea y no por fe en algún santo patrón, sino por fe en las estadísticas que certifican, no la imposibilidad, sino ciertamente la improbabilidad de tal acontecimiento… Al fin y al cabo, no suena ninguna sirena y esto no es propio de una ciudad bajo ataque.
El hecho es que el partido de la guerra, que atraviesa todos los frentes y capitales implicados, ve un posible «alto el fuego de facto» como algo extremadamente negativo, que podría conducir, Dios no lo quiera, a una tregua y a conversaciones de paz.
Por ello, debemos prestar atención al hecho de que la propaganda es un arma formidable, que motiva y justifica la guerra, que destruye toda posibilidad de diálogo y mediación utilizando noticias verdaderas pero parciales, o totalmente inventadas.
Paseando por Kiev, tan grande y tan hermosa, no puedo evitar pensar en las ciudades europeas y japonesas al final de la Segunda Guerra Mundial, en Bagdad, en Kabul y, sobre todo, en la atormentada Gaza, todas reducidas a montones de escombros.
Ocurrió, está ocurriendo ahora en Gaza, así que podría ocurrir aquí también…
Sin embargo, ahora aquí en Kiev no hay nada, absolutamente nada, comparable a lo que está sucediendo en Gaza, pero si no detenemos la guerra lo antes posible esta trágica y horrible opción sigue siendo posible.
Sin duda hay quien lleva tiempo estudiando el escenario, quizá evaluando los beneficios de una reconstrucción posterior, pero si ocurre, las ciudades europeas corren el riesgo de caer como fichas de dominó: primero Kiev, luego quizá Minsk, Odessa, Lviv, Moscú, Roma…
Dejemos la propaganda de guerra y hagamos propaganda de paz.
Hagamos un alto el fuego de inmediato.