Puerto Príncipe, la capital haitiana, vivió una jornada de tensiones crecientes cuando la policía lanzó gases lacrimógenos contra cientos de manifestantes que, de manera pacífica, exigían mayor seguridad y ayuda para detener a las bandas criminales que han tomado violentamente el control de sus barrios.
Los manifestantes, en su mayoría residentes de los barrios más afectados por la violencia, quemaron neumáticos en las calles, en un acto de desesperación y frustración ante la ineficacia de las recientes medidas del gobierno para frenar la creciente influencia de las bandas en Puerto Príncipe. A pesar de las promesas del recién nombrado Primer Ministro Garry Conille y la llegada de unos 400 agentes de policía kenianos, parte de una misión respaldada por la ONU, los residentes sienten que la violencia sigue desbordándose, sin que se tomen acciones contundentes para protegerlos.
Entre los manifestantes estaba Marclin Jean-Pierre, un joven reparador de teléfonos de 24 años, quien expresó su enojo hacia el gobierno. “Salí a la calle para expresar mi rabia hacia el gobierno, que no escucha”, declaró Jean-Pierre. “Somos vulnerables a las balas que se disparan día y noche. Todo el mundo tiene miedo de salir a la calle porque seremos las próximas víctimas. Les pedimos ayuda y no vienen”.
Jean-Pierre reside en el barrio de Solino, una zona que desde el año pasado se ha convertido en un campo de batalla entre las bandas que luchan por el control territorial. Solino es una comunidad en la ladera de una colina, y las bandas han intentado tomar una ruta estratégica que incluye la carretera que lleva al aeropuerto internacional de la capital, intensificando el miedo y la desesperación de los residentes.
Desde el asesinato del Presidente Jovenel Moïse en 2021, las bandas han expandido su control a lo largo del país, dominando aproximadamente el 80% de Puerto Príncipe. La coalición de bandas que perpetra los ataques más recientes está liderada por Kempes Sanon, un secuestrador convicto que escapó de la cárcel en 2021, y Jimmy Cherizier, alias “Barbacoa”, un líder de banda ampliamente conocido en la región.
Los intentos de las autoridades para contener la violencia han sido insuficientes. La semana pasada, otra fuga violenta de una prisión dejó una docena de muertos, y el número de desplazados continúa aumentando, con cientos de miles de personas obligadas a abandonar sus hogares en los últimos años.
La protesta del lunes en Solino tenía la esperanza de captar la atención de las autoridades y presionarlas para que envíen refuerzos policiales capaces de enfrentarse a las bandas. Sin embargo, en lugar de apoyo, los manifestantes fueron recibidos con barricadas y gases lacrimógenos, lo que obligó a muchos de ellos a huir, incluidos aquellos que esperaban que la policía los protegiera.
Jean-Pierre, como muchos otros, se sintió traicionado y desilusionado con la falta de acción tanto del gobierno haitiano como de la comunidad internacional. “La comunidad internacional no está presionando lo suficiente para detener la violencia”, afirmó Jean-Pierre, reflejando el sentimiento de impotencia que prevalece entre los habitantes de los barrios más afectados.
Por su parte, el coordinador del Comité Democrático Haitiano Henry Boirsolin, afirmó que el movimiento popular ha sufrido una gran pérdida en estas últimas manifestaciones y señala que el camino hacia la paz en Haití necesita de una reconcentración de sus nacionales tanto dentro como fuera del país, para de esa manera se convierta en un territorio donde prime la tranquilidad.
La situación en Puerto Príncipe sigue siendo crítica, y la creciente desesperación de los residentes plantea serias dudas sobre el futuro de la seguridad en Haití, un país donde la violencia parece haber tomado las riendas, dejando a la población a merced de las bandas. Los esfuerzos de la subregión y de los propio pueblo haitiano para encontrar una salida no violenta se sostienen y sostienen la esperanza, en medio de una crisis profunda.