Una decena de activistas partieron desde la región para participar en la Caravana Abriendo Fronteras. Su siguiente objetivo es aumentar la movilización y crear un grupo “fuerte”.

Por Lidia Narbona Povedano

“Me podía haber ido a un crucero o un spa, pero en algún momento la cuestión migratoria tiene que cambiar”. Zahira Soriano es una de las andaluzas que participaron en la Caravana Abriendo Fronteras. El pasado mes de julio, más de 220 activistas recorrieron la ruta migratoria de los Balcanes. Nueve días de viaje donde no hay idioma oficial, el español se combina con el catalán o el euskera mientras otros se unen desde Italia. Tres autobuses salieron desde diferentes partes de España, pero Andalucía no fue una de ellas.

Para Alfonso Nájar, un estudiante jiennense que también realizó el trayecto, “la equidistancia y el no implicarnos es una de las grandes causas de esta injusticia”. Una injusticia que ha llevado a la Caravana hasta Bosnia, uno de los principales puntos de entrada a la Unión Europea para las personas en tránsito, desde donde han denunciado el nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo (PEMA). “Aquí es donde de verdad se ve lo que quieren tapar, gracias a estos terceros países se lavan las manos”, relata Alfonso.

La masacre en la carretera Málaga-Almería ocurrida en 1937 a manos del bando franquista llevó a Zahira a participar en la Caravana en 2024. Desde hace casi dos décadas, esta cordobesa residente en Málaga es miembro de la Asociación Cultural La Desbandá, encargada de recuperar la memoria de las víctimas del suceso cometido durante la Guerra Civil.

“El movimiento migratorio europeo no deja de ser muy parecido, aquí somos migrantes en nuestra propia tierra”, explica Zahira.

Para ella, las demandas actuales están “en el mismo momento que reivindicamos hace 87 años”. “Quería hacer algo que me motive, que me de esperanza”, cuenta Zahira al recordar por qué decidió unirse al proyecto. A pesar del calor incesante, ella cambió sus vacaciones por participar en la Caravana y “conocer otras formas de protesta que no se han intentado aún en nuestro país”.

La concentración frente al CPR (Centro de Permanencia para Repatriaciones) situado en Gradisca (Italia) llevó a los participantes a la realidad: “Nosotros sabíamos que nos volvíamos, pero los migrantes se quedaban allí”. Divididos por una carretera, la imagen ilustraba los dos mundos: “A mí se me partió el alma”.

Durante la Caravana se realizaron diversas charlas y encuentros con asociaciones, pero “la verdad es cuando ellos te miran y te cuentan lo que han vivido”. En una sociedad donde “las reglas del juego están muy bien atadas”, para Zahira es necesario cambiar el enfoque para que “las personas en cada país puedan hacer su propia revolución y entre todos podamos ayudarlos”.

Seis veranos acumula ya María Jesús recorriendo las fronteras comunitarias. Una reivindicación que combina con el reencuentro con compañeras y “algunas ya buenas amigas”. Para esta sevillana, activista en el sindicato CGT y en movimientos como la Marea Verde, el proyecto le supone “un chute de energía para el resto del año”. Unos días donde compartir valores e intereses, algo para lo que “no siempre tienes todo el tiempo que quisieras”.

“No hacemos turismo político ni de aventuras, denunciamos que las fronteras matan”.

La impotencia se mezcla con la gratitud de compartir propósitos ante “la vulneración de derechos humanos que conlleva la necropolítica del bloque europeo”. Aunque en esta ocasión ha echado en falta más manifestaciones y actos de protesta en el itinerario, para María Jesús la Caravana ya se ha convertido en “un hito del verano”.

La primera Caravana de Alfonso acabó con sentimientos contradictorios: “Es necesario incorporar la lucha en el día a día para que no quede como una anécdota más“. Sus 22 años lo convierten en uno de los participantes más jóvenes del movimiento. Para él, la difusión es esencial. “La extrema derecha es experta utilizando las redes sociales para bombardearnos con mensajes de odio, en ese terreno nos están ganando”, explica al hablar de sus objetivos.

Para Alfonso el discurso de la ultraderecha se rompe cuando una persona “te mira a los ojos mientras te cuenta su historia”. La Plaza de la Libertad de Trieste (Italia), conocida por ser un punto de reunión para los migrantes, se convirtió en un lugar de encuentro entre los miembros de la Caravana y las personas en tránsito. Para él, el lema ‘Abriendo Fronteras’ es clave:

“No tiene sentido que se nos llene la boca con los derechos humanos cuando desde la propia Unión Europea negamos la humanidad a tanta gente”.

Andalucía, en busca de la movilización

Los participantes que iniciaron su ruta desde Andalucía se unieron posteriormente a los autobuses de otras regiones como Madrid o Valencia. Mirando al futuro, una de las propuestas de Alfonso es “poder sumar un transporte propio y tener un grupo andaluz fuerte”. Para él, la pobreza sistemática de la comunidad es una de las causas que dificultan la movilización: “Cuando tienes una buena situación económica, te puedes permitir organizarte e incluso ser más activista”. Además, al ser una región tan grande y dispersa “el esfuerzo para coordinarnos también tiene que ser mucho mayor”.

“Aunque es un viaje muy low-cost, el dinero sigue siendo un handicap”, explica Maria Jesús, que ha presenciado la constante disminución del grupo territorial desde la pandemia. En esta edición, la unión al proyecto de miembros de otros movimientos como la ASC La Desbandá se convirtió en una ventana para dar visibilidad y fuerza. “Al menos diez personas ya me han comentado sus ganas de unirse el próximo año”, cuenta con ilusión Zahira.

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