13 de agosto 2024, El Espectador

Querida niña blanca, rosa, negra, azul o violeta:

Siento que de tanto nombrarte y buscarte, de tanto caminar a las plazas y encender velas por ti, ya somos amigas; somos miles, millones, los que te pedimos que resistas. Desde el primer día has sido valiente y sabes que sin ti no podríamos sacar adelante este milagro imperfecto que llamamos vida. No hay intenciones, capitales ni estrategias que puedan servirnos, si tú te das por vencida.

Decidí escribirte así, con palabras abiertas y delante de todos, porque debo pedirte perdón; te he dicho una y mil veces que puedes contar conmigo, pero no he sabido cuidarte como debería y no he logrado impedir que te maltraten. Unos te disparan, otros te dicen que no eres más que una utopía, y sigues en la mira de francotiradores escondidos en los bolsillos y en los vaticinios de los escépticos.

Has sido vulnerable, heroica y persistente, y es normal que muchas veces te sientas cansada, porque eres una niña más anciana que el tiempo, y pesa mucho la carga de la historia. Llevas siglos tratando de curarte las heridas que te han causado quienes pelean en nombre de un dios, por una princesa o por los derechos del pueblo; los que matan por levantar o derrumbar muros, fronteras y fortunas; los dueños de venganzas, de kilos y kilómetros de oro y heroína; los maniáticos de acumular muertos, batallas y caudales. Te han clavado lanzas, te han metido en jaulas, en trampas y en prisiones, y te han arrojado bombas desde aviones que rompen los cuerpos y las nubes; te han violado en Gaza y en Vietnam, en Ucrania y en el Cauca; te han torturado en El Salvador y en Auschwitz, en Haití y en Sinaloa; te partieron las alas en el Peloponeso, en Bosnia y en Nueva York, en la España de Franco, en el hongo de Hiroshima y en el Santiago de la dictadura. Te han matado en no sé cuántos decretos y fusilamientos, por disposiciones legales y clandestinas, en declaratorias de guerra y promesas incumplidas; pero tú, querida niña blanca, rosa, negra, azul o violeta, nunca olvides que tienes todo el derecho del mundo a ir de puerto en puerto y de montaña en montaña, sin que nadie te detenga.

Seguiremos exigiendo que no te disparen, que no te mientan ni te ignoren; y donde no existas habrá que construirte, y cuantas veces te derroten te daremos fuerzas para que te levantes.

Querida niña blanca, rosa, negra, azul o violeta, ¡no te rindas! Porque si un día no queda nadie, nada habrá valido la pena; y los dioses llorarán su derrota y se preguntarán –ya sin remedio– por qué se equivocaron tanto y qué estaban haciendo ellos en su Olympo, en su Cielo o en su Yanna, mientras aquí en la tierra los guerreros de oficio, los apáticos de siempre y los dolidos de algunas veces, te cerraban el oxígeno de la esperanza. Tú y yo sabemos que de nada nos servirán ni la tristeza, ni las actas ni el arrepentimiento, si un día deja de salir el sol, y del mundo solo queda el estruendo de un silencio o de un incendio.

Querida niña blanca, rosa, negra, azul o violeta, Pax, paz, pace, peace, paix o salam… toda la esperanza del mundo cabe en tus letras, y miles de manos tendrán que escribirte cuantas veces sea necesario –como hizo Éluard con la Libertad– hasta que te vuelvas costumbre, hasta que seas la lección más importante en las escuelas y la elección más fuerte en las plazas; hasta que sea impensable que no existas y cada habitante de este planeta esté almado y desarmado.

Querida Paz, niña de tantos colores, desafíos y bendiciones, no importa dónde y cómo soplen los vientos, tú ¡vive!

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