Los científicos advierten que más regiones experimentarán temporadas cálidas y húmedas más largas.

Por Lizzette Vela

El virus del Nilo Occidental, transmitido por mosquitos, se ha convertido en una preocupación recurrente durante los meses de verano. Lyle Petersen, experto de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), relató su experiencia en 2003 cuando contrajo el virus después de ser picado por un mosquito en Fort Collins, Colorado.

En Estados Unidos, los mosquitos Culex son los principales transmisores del virus. Las infecciones suelen ser asintomáticas, aunque un 20% de los infectados desarrollan fiebre y otros síntomas como dolor de cabeza, cansancio y erupciones cutáneas. La mayoría se recupera en pocos días, pero algunos pueden experimentar fatiga extrema durante semanas o meses.

El virus del Nilo Occidental puede derivar en afecciones neurológicas graves en casos raros, causando parálisis, meningitis y daños cerebrales. Los adultos mayores y las personas inmunodeprimidas son los más vulnerables. Según los CDC, el virus ha resultado en más de 27 mil hospitalizaciones y aproximadamente 3 mil muertes desde 1999.

Los casos humanos alcanzan su pico en agosto y septiembre. La variabilidad anual en el número de casos refleja la dificultad para predecir brotes. Los organismos de salud pública utilizan trampas de mosquitos para monitorear la presencia del virus en diferentes áreas.

El cambio climático podría aumentar la incidencia del virus. Los científicos advierten que más regiones experimentarán temporadas cálidas y húmedas más largas, creando hábitats favorables para los mosquitos. Esto podría resultar en brotes más frecuentes y extendidos.

Actualmente, no existen tratamientos específicos ni vacunas aprobadas para humanos contra el virus del Nilo Occidental. Los médicos se centran en controlar los síntomas, mientras los investigadores continúan desarrollando posibles vacunas.

El artículo original se puede leer aquí