Hace 324 años los cubanos recibieron al científico alemán Alejandro de Humboldt (1769-1859), hoy recordado en Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, por sus investigaciones y reconocimientos a la tercera villa de Cuba.
La impronta del investigador está presente en la ciudad considerada Museo viviente de América, donde permaneció un corto tiempo y dejó amistades entre los connacionales asentados en esta localidad del sur de la central provincia de Sancti Spíritus.
Humboldt llega a Trinidad desde Batabanó en una embarcación por el río Guaurabo acompañado del naturalista, médico y botánico francés Aimé Bonpland.
La estancia de la embarcación estaba destinada a retomar alimentos y agua, tiempo que el insigne naturalista escogió para dirigirse a la villa por interés de conocer de sus riquezas locales entre el mar y las montañas, al decir de escritos de la época.
Por parroquianos fue trasladado junto a sus acompañantes a la villa a lomo de mulos y al día siguiente sale en calesa –carruaje de lujo- con todos los honores brindados por la clase selecta de los negocios e intelectuales de Trinidad.
Humboldt, quien en opinión del educador José de la Luz y Caballero es el segundo descubridor de Cuba, se alojó en una mansión de Trinidad y paseó por la Plaza Mayor de la ya creciente urbe.
Autor del libro Ensayo político sobre la isla de Cuba, donde da a conocer las características del país caribeño, dejó constancia de los acontecimientos que atrapó en esta ciudad centro-sureña, desde la flora y fauna hasta una reseña de la vida cotidiana.
El cronista Francisco Marín Villafuerte, en su libro Historia de Trinidad (1944), da fe que el naturalista y geógrafo pernoctó en una de las mansiones trinitarias, donde hizo tertulia con insignes personalidades en marzo de 1801.
Según narra, el ilustrado recibió informaciones de la localidad, una de las que anotó fue: «Se nos aseguró que la población de la Trinidad con la de las haciendas que la rodean, en un radio de dos mil toesas -antigua unidad de longitud francesa-, subía a 19 mil almas».
«Observaba Humboldt cómo transcurría apaciblemente la vida trinitaria en forma pastoril, y cómo menudeaban las haciendas de crianzas».
También hablaría de otros temas, como cuando se refiere a uno de los lugares más conocidos de la ciudad: «al extremo boreal, se halla la iglesia de Nuestra Señora de la Popa, sitio célebre de romería».
«Aquel punto me pareció de una altura de setecientos pies sobre el nivel del mar; y se goza allí, como en la mayor parte de las calles, de una vista magnífica al océano, a los dos puertos (puerto Casilda y boca Guaurabo), a un bosque de palmeros…»
Humboldt a pesar de su breve estancia en Cuba le dedicó dos libros titulados Cuadro estadístico de la Isla de Cuba, publicado en París en 1831 y su famoso Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, traducido al español y conocido aquí en 1827.