“Aprende a resistir la violencia que hay en ti y fuera de ti” (Silo)

Vivimos en un mundo donde el poder no está repartido en el todo social. 

Por Lic. Vilma Perren  Psicóloga

La dupla explotador/explotado, víctima/victimario, sometedor/sometido se repite en todos los ámbitos humanos.

Y esto se replica infinidad de veces en los vínculos interpersonales más cercanos: en la familia, en las amistades, en las parejas.

Es fundamental que para seguir desnaturalizando los distintos modos de violencia instalados en nuestra cultura, podamos reconocer, entre otras, la violencia o abuso verbal padecido o ejercido.

El abuso verbal siempre lleva implícito un juego de poder. Quien lo ejerce quiere mantener el “poder sobre”, en lugar de que el mismo circule en la relación y permita una comunicación clara, franca y abierta.

Hay muy diversas formas de abuso verbal: minimización de lo dicho, negación de lo dicho, tergiversación de lo dicho o escuchado, degradación del sentir del otro, desvío del tema del que se quiere hablar, gritar o enojarse para amedrentar a la otra persona, manipulación, etc, etc.

Quienes sufren o han sufrido abuso verbal es probable que hayan pasado por diversas etapas:

  1. Confusión: una no entiende la respuesta y el decir de la otra persona. Siente una gran confusión porque se la acusa de algo que no estaba en  su intención: de querer generar una discusión, de buscar siempre problemas, de falta de reconocimiento y valoración (del abusador), de decir cosas que no dijo (la tergiversación es un arma predilecta del abusador verbal)
  2. Tratar de explicar: en un segundo momento se pretende hacer entender al abusador que las cosas no son así, que una no quiso lastimar, no tuvo mala intención, no quería discutir sino dialogar para entenderse y mil explicaciones para “que el otro vea” lo que no va a ver porque el abusador NO SE HACE CARGO de lo que dice y genera en el otro.
  3. Liberación: cuando ya, arduo trabajo mediante, una no se confunde, no quiere explicar nada y deja a la otra persona decir sin sentir el malestar que siempre se sintió, porque se comprende que ambos viven en dos realidades diferentes y que no hay genuino interés o posibilidad de parte de la otra persona de llegar a una comunicación clara y franca.

El A. V. es inherente a la cultura patriarcal, que, al decir de Rita Segato, no es en verdad una cultura, sino un sistema político, ya que el patriarcado está presente en todas las culturas. Y es un sistema político ya que se trata de una forma de detentar el poder: “el poder sobre” (en lugar del poder compartido); forma en que el poder circula en los vínculos, en las instituciones, y en todos los ámbitos sociales.

La propuesta es detectarlo, desnaturalizarlo y transformarlo en modos igualitarios y respetuosos de comunicación e intercambio. 

 

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