Diez candidatos, respaldados por 38 partidos, participan en las elecciones presidenciales de este año en Venezuela [el próximo domingo, 28 de julio]. Sin embargo, hay consenso en que la contienda se centra en solo dos: el presidente Nicolás Maduro y el principal bloque opositor, la Plataforma de la Unidad Democrática (PUD), cuyo candidato es Edmundo González Urrutia.

Todas las encuestas sitúan a estos dos candidatos en cabeza de la carrera. Pero la oposición radical, agrupada en la PUD, y la prensa internacional, solo tienen en cuenta los sondeos que indican la victoria de González Urrutia.

Algunos ejemplos son el instituto Delphos, que afirma que el opositor tiene el 59,1% de los votos, frente al 24,6% de Maduro; Consultores 21, que da entre el 55% y el 60% de preferencia a Urrutia y entre el 25% y el 28% a Maduro; Hercon Consultores, que sugiere que el 68,4% votará por Urrutia y solo el 27,3% por Maduro; y ORC Consultores, que indica que el 59,6% de los electores apoya a Urrutia y apenas el 12,5% a Maduro.

Aunque se dice que estos son los institutos más confiables, se «olvida» que son dirigidos por personas con posiciones políticas marcadamente antichavistas, como Saúl Cabrera de Consultores 21, Oswaldo Ramírez de ORC Consultores, Luis Vicente León de Datanálisis, así como Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB. Ellos han hecho declaraciones públicas avalando los cuestionables resultados de sus encuestas, a saber, que González Urrutia es el claro favorito frente a Nicolás Maduro, y que solo maquinaciones políticas con el uso del aparato del Estado pueden darle la victoria al actual presidente.

«Las encuestas están siendo utilizadas sistemáticamente como arma de propaganda electoral para generar un clima de opinión sobre el posible resultado de las elecciones», declaró el sociólogo Juan Manuel Trak a la agencia estadounidense Voice of America (fundada por la CIA). Tiene toda la razón.

Los resultados de los sondeos mencionados difieren mucho de los publicados por otros institutos, de los que no informan los medios de comunicación internacionales. El instituto Hinterlaces, tildado de chavista por la oposición y los periódicos, pero que en los últimos años ha acertado en casi todas sus predicciones, señala que Maduro tiene el 54,2% de los votos, frente al 24,1% de Urrutia. Le siguen otros institutos: Data Viva pronostica un 55,2% de los votos para Maduro y un 20,9% para Urrutia; Paramétrica indica un 51,74% para Maduro y un 29,06% para Urrutia; e International Consulting Services ha recogido un 71,6% de intención de voto para el actual presidente y un 23,9% para su principal contrincante.

Por supuesto, Trak también cree que las encuestas que indican una victoria de Maduro también están sesgadas. Es bastante probable. Pero están mucho más cerca de la realidad que las dudosas encuestas que favorecen a la oposición. Si todos votan, solo los 4,2 millones de militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que ratificaron la candidatura de Maduro en marzo representarían ya el 19,6% de los 21,4 millones de venezolanos con derecho a voto en estas elecciones.

Tras años de intensa crisis política, económica y social provocada por la muerte de Hugo Chávez, la caída de los precios del petróleo y la guerra económica auspiciada por Estados Unidos, la economía venezolana ha comenzado a recuperarse. El estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado en abril informó de un crecimiento del PIB de Venezuela del 2,6% en 2023 y estimó que en 2024 el crecimiento será del 4,2%. La inflación en el primer semestre de este año fue de 8,9% y en junio bajó a 1% según el Banco Central de Venezuela, la tasa mensual más baja en 12 años y la mejor de la era Maduro. Según el Observatorio Financiero Venezolano, que no está vinculado al Gobierno, la inflación en junio fue del 2,4%. En el mes anterior, mayo, la inflación del 1,5% fue la más baja desde 2004.

Los propios empresarios han dado un respiro al gobierno, que ha llegado a acuerdos con el sector privado para rescatar la economía, diversificar la producción e invertir en exportaciones. Fedecámaras, famosa por liderar sucesivos intentos de golpe de Estado entre 2002 y 2004, no se ha embarcado públicamente en el discurso terrorista de la PUD y los empresarios no están coaccionando (al menos de forma enfática) a sus empleados para que voten por la oposición, como hacían anteriormente. El Gobierno estadounidense ha reanudado el diálogo con Caracas, lo que sugiere una relajación de la presión externa, que podría cambiar si Donald Trump resulta elegido.

China y Rusia están muy involucradas con el gobierno venezolano y este es un pilar importante de apoyo a Maduro, cuyo gobierno ha estado cosechando los frutos de esta alianza -y de acuerdos con otros países como India, Turquía e Irán-. A diferencia de la última crisis de 2019, los dos principales vecinos (Brasil y Colombia) están ahora gobernados por presidentes aliados de Maduro, lo que dificulta la desestabilización del país en las fronteras y el apoyo a grupos radicales autoexiliados de la oposición.

Un indicio de la recuperación y estabilización de Venezuela es el hecho de que el país ha dejado de ser noticia internacional en los últimos años. Los principales medios de comunicación internacionales son claramente antichavistas y aprovechan cualquier acontecimiento mínimamente negativo para realizar una amplia campaña de propaganda contra el gobierno. Esto no ha sido posible en los últimos años.

Una razón importante es que la oposición no se ha recuperado de su derrota en 2019 con el fracaso de Juan Guaidó y no ha sido capaz de reunificarse de forma efectiva. Ya no hay grandes manifestaciones antigubernamentales, entre otras cosas porque la derecha no ha encontrado más oportunidades para salir a la calle y presionar al Gobierno.

El ala radical de la oposición, por su parte, continúa con el mismo discurso irrealista de hace 20 años (acusando al gobierno de ser una dictadura, de reprimir y censurar y de cometer fraude electoral). Las propuestas de González Urrutia de privatizar la tierra, las industrias, la sanidad y la educación son muy impopulares, lo que le aleja de las amplias masas de la población. El propio Urrutia era un político totalmente desconocido hace tres meses y no es más que una marioneta manipulada por María Corina Machado, la histórica líder de la oposición fabricada en los laboratorios de la CIA y escandalosamente financiada por el gobierno de Estados Unidos.

El chavismo, por su parte, se mantiene fuerte y organizado, a pesar de sus contradicciones y disidencias, como el Partido Comunista. Además de la presidencia de la República, gobierna 19 de los 23 estados, 213 de los 335 ayuntamientos, tiene 222 de los 277 diputados de la Asamblea Nacional, mayoría en 20 de las 23 asambleas legislativas de los estados y en 224 de los 335 ayuntamientos. El poder judicial y otras instituciones públicas nacionales, así como los altos mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y de la policía, son generalmente legalistas.

Sin embargo, a pesar de un escenario real favorable para la 31ª victoria electoral en 25 años de chavismo el próximo domingo (28), probablemente no será tan fácil como indican las encuestas que le benefician. La situación económica no es tan mala como antes y el país está relativamente pacificado, pero el pueblo sigue viviendo en una situación social inestable. Aunque probablemente gane las elecciones, su resultado debería indicar que los intentos de reconciliación con la oposición, la burguesía venezolana y el imperialismo estadounidense no están aportando grandes ganancias políticas al chavismo a los ojos de su base social, especialmente la juventud.

Por otro lado, la oposición radical da la victoria por hecha, utilizando las encuestas que les favorecen y negando la realidad. La prensa internacional compra este discurso. Esta es una campaña que vende deliberadamente una ilusión y la derecha seguramente utilizará estas encuestas y la cobertura sesgada de la prensa como «prueba» de que hubo fraude, si el resultado electoral es contrario a estas predicciones, y, aprovechando este clima, volverá a su repertorio tradicional de no reconocer la victoria del chavismo.

El gobierno estadounidense, a diferencia de lo ocurrido en todas las elecciones anteriores, decidió ser más cauto y no emitir declaraciones de apoyo a la oposición. Sin embargo, una victoria de Maduro tachada de fraudulenta por la oposición y la prensa internacional, podría provocar un cambio en la postura de EE. UU. sobre el apoyo público a la desestabilización. Después de todo, un gobierno moribundo en transición, como el de Joe Biden, es impredecible.