El adiós al conocimiento ancestral y la exclusión de los más pobres
Por Félix Madariaga Leiva
Muy poco o nada se sabe sobre el trabajo que realizaron – y siguen realizando – miles de científicos para desarrollar trigo transgénico con mayor rendimiento y peso de grano. El trigo es uno de los alimentos más cultivados a nivel mundial y Chile fue un gran productor de este cereal en el pasado, miles de hectáreas en distintas regiones del país fueron sembradas con esta materia prima, elemento primordial de muchos alimentos, y que por largas décadas no necesitó de las grandes trasnacionales para su producción.
Hoy los campos chilenos han mutado hacia otros cultivos “más beneficiosos” debido a la baja de los precios en el mercado local, lo que se refleja en el aumento de la importación de trigo desde otros países. En la actualidad no logramos cubrir la demanda interna de trigo y hemos tenido que abrir las puertas al trigo extranjero (principalmente desde Argentina, Canadá y Estados Unidos). Queremos decir basta a este oportunismo basado exclusivamente en la explotación de la tierra y ganancias económicas. Queremos volver al trigo chileno, queremos que se respete la importancia ancestral de las semillas y sus cultivos, sobre todo ahora en que la manipulación genética hecha en laboratorios pertenecientes a grandes empresas multinacionales, ha creado “transgénicos” para obtener cosechas más resistentes y productivas, pero a qué costo?, quién gana con el trigo transgénico? La respuesta es bastante obvia, los ganadores son 4 empresas proveedoras: Bayer-Monsanto, Corteva, ChemChina y Limagrain, que en conjunto controlan más del 50 por ciento de las semillas del mundo. Quisimos indagar más acerca del control que tiene Estados Unidos y otras grandes potencias en la agricultura mundial y local, cómo han modificado genéticamente nuestro trigo y porqué el trigo norteamericano es más barato que el chileno, lo que podría estar llevando a la quiebra a productores chilenos, pero – como lo decíamos – muy poco o nada se sabe de eso.
El tema está afectando las economías mundiales, las grandes fusiones que se han realizado en los últimos años, han incluido la compra por 59.000 millones de euros de Monsanto (empresa de productos químicos, semillas y biotecnología de Estados Unidos), por parte de la empresa alemana Bayer; la fusión de la empresa química estadounidense Dow con DuPont; y la adquisición de ChemChina por 43.000 millones de dólares del grupo suizo Syngenta. Cada vez se reduce más la libre competencia y el acceso a proveedores de semillas, insumos y tecnologías en el campo agrícola.
La siembra de transgénicos constituye un hecho muy grave para el continente Latinoamericano y para Chile ante el inminente riesgo de contaminación biológica a los centros de origen. En el caso del maíz podrían verse contaminadas 23 formas raciales prehispánicas, 7 de las cuales están amenazadas de extinción (según estudio de María Isabel Manzur (Ph.D), investigadora del Programa Chile Sustentable, quien analizó el impacto de los transgénicos en el país).
¿Sabemos los chilenos cuáles son los alimentos que consumimos genéticamente modificados? ¿sabemos realmente qué comemos? ¿cuáles son los riesgos para la salud? ¿están etiquetados los productos transgénicos en Chile?, pareciera que no.
Una de las tecnologías más polémicas es la ingeniería genética. ¿Son peligrosos los alimentos transgénicos?, en teoría no, en la práctica sí. Para hacer una planta transgénica se toma de la especie una porción de ADN y con una pistola celular se dispara en el núcleo celular de otra especie, que lo integra en su propio ADN. Así por ejemplo podemos modificar una especie de papa o maíz para que sea atacada por un virus. Nos dicen que comer este alimento mutante no constituye un peligro en sí mismo, ya que nuestro sistema digestivo lo descompone igual que otros alimentos, aunque algunos científicos afirman que alterar el ADN puede traer consecuencias inesperadas. Por ejemplo, las llamadas “plantas BT” contienen material genético de la bacteria Bacillus thuringiensis, que produce una proteína que mata a los insectos que intenten comerla.
El problema no está en los alimentos mismos, pero si muy cerca de ellos. Por ejemplo, el Glifosato, que es una sustancia que sirve para eliminar las malas hierbas, es fabricada por Bayer-Monsanto bajo la marca Roundup. Es tan efectiva que mata a todas las plantas que toca incluyendo las que quieres cultivar. Irónicamente, podríamos decir que para que el negocio funcione, en vez de sembrar el maíz tradicional sólo debes sembrar maíz genéticamente modificado que resista al glifosato. Por mera coincidencia esa semilla “resistente” también la desarrolla y vende Monsanto (negocio redondo por donde se mire). Esta práctica ha aumentado el uso de herbicidas y se ha demostrado que este químico queda impregnado en la tierra, se esparce en el agua y por el aire, por lo tanto puede matar otras plantas que existan alrededor, insectos y enfermar pájaros y otros animales. El glifosato se queda en la piel de los trabajadores y también en los alimentos que consumimos. Los estudios oficiales (muchos de ellos patrocinados por Monsanto de manera directa o indirecta) aseguran que el glifosato no es tóxico, pero hay casos que hacen sospechar y que han obligado a Monsanto (ahora Bayer) a pagar millonarias indemnizaciones. Por ejemplo en el pueblo San Salvador Entre Ríos en Argentina, donde el uso de glifosatos es extensivo, las tasas de cáncer son altísimas, y además se reportan problemas neurológicos y malformaciones en recién nacidos. Pero los transgénicos están “ayudando” a aumentar las cosechas y a resolver el hambre en el mundo. Que ironía!
Los datos indican que en Estados Unidos no ha aumentado la cosecha de alimentos a partir de la introducción de transgénicos comparado con Europa donde no se utilizan y en cuanto a acabar con el hambre, el problema no es la escasez de alimentos sino que hay demasiados países que no tienen los recursos para comprarlos. Mientras tanto, las 4 empresas que controlan el mercado global -tanto de agroquímicos como de biotecnología – gastan millones de dólares en lobby y publicidad para impedir que se les regule. El problema no es la modificación genética en sí misma, sino el modelo económico que privilegia, las ganancias por encima del cuidado del planeta de la salud de los que habitan en él.
Quisimos conocer cuál es la situación en Chile, intentamos comunicarnos con el Ministerio de Agricultura para pedir información, nos derivaron al SAG, a quienes les enviamos un correo solicitando información que hasta el momento no ha sido contestado. También le pedimos información a Cotrisa (Comercializadora de Trigo SA) vía correo electrónico como nos indicaron, tampoco obtuvimos respuesta. Lamentable, pero seguiremos insistiendo. Lo que aquí está en juego es la salud de millones de personas, es la soberanía alimentaria y el conocimiento ancestral de miles de pequeños agricultores que ven como cada día los grandes negocios contaminan sus tierras, destruyen sus semillas y las formas de vida de las comunidades.
https://www.fao.org/4/x9602s/x9602s02.htm
https://www.patagonia3mil.com.ar/wp-content/uploads/2016/10/Resultados-de-una-investigacion.pdf
https://grain.org/es/article/874-transgenicos-en-chile-la-situacion-de-los-cultivos-de-alimentos
https://www.emol.com/noticias/Economia/2024/03/17/1124945/agricultura-sna-trigo-chileno.html