El lunes 1° de julio, último día del período de sesiones de este ciclo anual, la Corte Suprema estadounidense emitió su dictamen en el caso “Donald Trump contra Estados Unidos”. En un fallo de seis votos a favor y tres en contra, la mayoría conservadora del alto tribunal concedió al expresidente inmunidad frente a procesos judiciales por las acciones de carácter “oficial” que llevó a cabo durante su mandato presidencial. El fallo constituye una victoria para Trump, que está intentando eludir ser sometido a juicio por intentar revocar los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 para permanecer en el poder.

En un contundente escrito de disenso, la jueza Sonia Sotomayor expresó:

“El presidente de Estados Unidos es la persona más poderosa del país y, posiblemente, del mundo. Cuando utilice sus poderes oficiales, sea como sea que los utilice, […] ahora estará protegido de afrontar cualquier proceso judicial. ¿Ordenar a [la fuerza de operaciones especiales] Sexto Equipo SEAL asesinar a un rival político? Inmune. ¿Organizar un golpe de Estado militar para aferrarse al poder? Inmune. ¿Aceptar un soborno a cambio de un indulto? Inmune. Inmune, inmune, inmune. […] En cada uso del poder oficial, el presidente es ahora un rey que está por encima de la ley”.

Rey. Autócrata. Totalitario. Autoritario. Dictador. Elija el término que desee. Donald Trump admira a los dictadores. En una entrevista reciente con el presentador de Fox News Sean Hannity, el expresidente afirmó que, si volvía a ser presidente, querría ser dictador por un día:

“Me encanta este tipo. Me pregunta ‘¿Usted no va a ser un dictador, cierto?’ Y yo le digo: ‘No, no, no; excepto el primer día [del mandato]’”.

Muchos dictadores, desde Julio César hasta Adolfo Hitler, han llegado al poder por medios legales antes de hacerse con el poder absoluto.

En 1990, Mike Godwin, un abogado especializado en políticas de internet y libertad de expresión, que más tarde trabajó en la Fundación Frontera Electrónica y en Wikipedia, publicó la humorística “Ley de Godwin” acerca de la entonces incipiente internet: “A medida que una discusión en internet se alarga, se hace cada vez más probable que alguien establezca una comparación con Hitler o con los nazis”, lo que hará que la discusión se torne cada vez más vacía de contenido.

Sin embargo, en el panorama político actual, con el aumento de Gobiernos autoritarios en el mundo y el surgimiento de una ola de líderes populistas de derecha que ganan elecciones en las cada vez más escasas democracias del mundo, las nuevas comparaciones con el ascenso del fascismo hace un siglo ya no son irrelevantes ni irresponsables, sino que, por el contrario, se necesitan con urgencia.

Fijémonos en Europa. Los partidos de extrema derecha están ganando popularidad y están actualmente en el poder en Croacia, República Checa, Finlandia, Hungría, Italia y Eslovaquia. El 1ro de julio, en Países Bajos, el ultraderechista Partido por la Libertad, liderado por el islamófobo Geert Wilders, logró formar un Gobierno de coalición después de un año de disputas políticas. En Francia, la extrema derecha está más cerca que nunca de alcanzar el poder, luego de obtener también una importante victoria en las elecciones al Parlamento Europeo que se celebraron el mes pasado. Asimismo, el primer ministro de Hungría, el ultraderechista y xenófobo Viktor Orbán, acaba de asumir la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el “establishment” político europeo se ha concentrado en bloquear el resurgimiento de la extrema derecha. Actualmente, ese “cordón sanitario” contra el fascismo en Europa parece estar desmoronándose.

En 1935, el renombrado periodista independiente George Seldes publicó “Sawdust Caesar”, una biografía política del dictador italiano Benito Mussolini. Una década antes de la publicación de la biografía, “il Duce” había expulsado a Seldes de Italia por sus reportajes críticos con el Gobierno italiano. A pesar de los obstáculos, Seldes consiguió finalizar su libro, que describe en detalle cómo Mussolini llegó al poder mediante la manipulación de la prensa, el uso del populismo y la violencia, así como con el respaldo de instituciones financieras, entre ellas los bancos de Wall Street.

En el prólogo de la biografía, titulado “A los estadounidenses que enfrentan el fascismo”, Seldes advertía: “El fascismo no solamente existe en Estados Unidos, sino que se ha vuelto fuerte y temible. Solo hace falta un Duce, un Führer, un líder, así como la generosidad de los bolsillos de quienes se benefician económicamente con su victoria, para que se convierta en la fuerza más poderosa que amenaza a la república”.

Noventa años después, Estados Unidos se enfrenta a unas elecciones presidenciales que muchos analistas pronostican que ganará Donald Trump, un hombre que en 2016 compartió en la entonces red social Twitter una cita de Mussolini: “Es mejor vivir un día como un león que 100 años como una oveja”. Luego, durante una entrevista que mantuvo con la cadena NBC News en el programa “Meet the Press”, el expresidente defendió su publicación: “Sé quién dijo [esa frase]. Pero, ¿qué importa que haya sido Mussolini o cualquier otra persona? Es, sin dudas, una cita muy interesante”.

¿Qué controles institucionales existen sobre las presumibles ambiciones autoritarias de Trump? La Corte Suprema de Estados Unidos ha demostrado en repetidas ocasiones, sin ir más lejos esta misma semana, que respalda una investidura presidencial con tintes imperiales. Los demócratas, que posiblemente perderán el control del Senado, intentan desesperadamente recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes, como único medio para contrarrestar el trumpismo.

Mientras tanto, para capitalizar una posible segunda presidencia de Trump, la institución de ultraderecha Heritage Foundation ha convocado a más de 100 organizaciones con ideas afines para darle forma al denominado “Proyecto 2025”. Este plan, que consta de 922 páginas, propone una reestructuración radical del Gobierno federal basada en lo que los críticos describen como líneas “autoritarias” y “nacionalistas cristianas”. El proyecto pone en la mira a los sindicatos, la acción climática, la cobertura de salud universal, el acceso al aborto y otros temas de vital importancia.

Otra obra publicada en 1935, la novela distópica de Sinclair Lewis “Eso no puede pasar aquí”, también alertaba sobre la llegada del fascismo a Estados Unidos. Ahora vemos que eso sí puede pasar. La pregunta es: ¿el pueblo estadounidense lo permitirá?