En una reciente visita a instituciones educativas del país, Tania la profesora de una escuela pública de una de las ciudades más violentas del país nos declaraba con vehemencia que “pese a tantas situaciones que pasan, hay que hacer las cosas por pasión y amor; “el profesor debe querer demasiado esta carrera porque el maestro es el peor pagado y no somos muy reconocidos en la sociedad (…)”.
Las condiciones nos son fáciles para la educación. La pandemia afectó a los niños y dejó un arrastre y lagunas de conocimiento, con la lectura, la escritura y las matemáticas. Los estudiantes, en general, viven en un entorno que no favorece el aprendizaje. La docente de sexto año recalca que influye mucho la situación socioeconómica de las familias y la situación de los niños migrantes: “algunos chicos suelen ser expresivos y me dicen ‘señorita yo no traje porque mi mamá no tiene trabajo’, otros estudiantes se guardan y reprimen sus emociones y ahí es más complicado porque nosotros no adivinamos qué estará pasando”.
Me pregunto por la Educación en tiempos de recesión económica y de “austericidio”, como dice @AlbertoAcostaE. ¿Qué está haciendo nuestra sociedad? Encuentro señales. El Consejo Ciudadano Sectorial de Educación, que agrupa algunas organizaciones de la sociedad civil, ha lanzado en la presente semana una Campaña por la Inclusión Educativa, que irá ampliándose con otras expresiones. Entre sus lemas, difundidos por la organización Contrato Social por la Educación, se lee: “Las políticas de Estado que incorporen a 280.000 niñas, niños, adolescentes y jóvenes que están fuera del sistema educativo, son vitales”.
Recuerdo también los aportes de la Coalición en Defensa del Derecho a la Educación que recogió testimonios bajo el lema “Docentes en la primera línea de respuesta a la emergencia” (Educación en tiempos de Desigualdades. El Derecho bajo amenaza en el Ecuador. Abya Yala, 2021).
Tania, nuestra profesora, reconoce que “cada estudiante es un mundo diferente y hay que saber que ellos aprenden de forma diferente”. Pero, va más allá: “siempre me gusta apoyar y con mis compañeros que estamos aquí apoyarnos todos en general, darnos la mano».
Al sentir su compromiso y amor a la educación de los niños y niñas en situación de vulnerabilidad, en medio del abandono y descuido de los gobiernos neoliberales, regresa a mí la esperanza y la fe en la urgencia de otra educación para los tiempos actuales, sensible, solidaria, no violenta, inclusiva, no discriminatoria y profundamente participativa.