Ollantay Itzamná

Defensor de Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos desde Abya Yala
@JubenalQ

Fue en julio de 1979 cuando sectores populares y campesinos, aglutinados en el Frente Sandinista, fusil en mano iniciaron la revolución político militar contra la dictadura de la oligarquía nicaragüense. 11 años después, en 1990, la revolución sandinista logra vencer electoral y militarmente a la oligarquía nicanorteamericana.

Pasaron 45 años del inicio de aquella Revolución que, hoy, genera tantas opiniones a favor y en contra, en especial por las políticas tomadas por el actual gobierno de Ortega y Murillo para frenar el “método libio” que Washington intentó aplicar en Nicaragua para replicar la debacle de Gadafi en Libia.

Soy quechua en la bicentenaria América Latina, acompaño procesos de descolonización de los pueblos en lo que llaman Guatemala. Un país, que después de haber decapitado la II Revolución Liberal de 1944, la convirtieron en el país con más niños desnutridos del Continente. Con una pobreza que supera el 63%, aunque macroeconómicamente es la décima economía regional.

De lo poco que conozco de Nicaragua, constato que es un territorio en el que se respira certeza y seguridad. No encuentras el doloroso contraste de opulentos centros comerciales y la miseria de villas hambrientas. En Nicaragua hay comida y hay seguridad.

Quizás esas dos realidades, fruto de las políticas públicas, sean la razón del por qué no hay una estampida humana de migrantes nicaragüenses hacia los EEUU.

Para campesin@s que quieran trabajar, hay tierra para cultivar y producir alimentos. Las familias campesinas, con el apoyo estatal, producen comida. Allá, el campesino vale más que la palma africana o la caña de azúcar. Hay empobrecimiento en campo y ciudad, sí. Pero, no en los niveles de los países vecinos. Nicaragua es una isla sociocultural en esta región violentada y violenta.

En cuanto a los pueblos originarios, el colonialismo estatal criollo es una constante. Se reconoció legalmente más del 30% del territorio nacional como territorio autónomo indígena. Pero, no existe o no se ejerce aún la autonomía política territorial como debiera ser. Sin embargo, incluso hasta en esto  Nicaragua es diferente a sus vecinos donde legalmente ni se reconoce autonomía territorial para los pueblos, con excepción del pueblo guna en Panamá.

Esta realidad diferente es lo que hace que en la subjetividad de las y los nicaragüenses se afiance la apuesta por seguir perseverando en el proyecto político actual, muy a pesar de las dificultades y de la desigual disputa geopolítica comunicacional dentro y fuera de Nicaragua.