Por: Francisco Ulloa García

Claudia Sheinbaum, llega con una idea clara y que le ha hecho sentido a más de dos tercios de los votantes mexicanos: profundizar el proyecto de transformación, el que se consolida “Por el bien de todos, primero los pobres”, como popularizara AMLO

Lo vivido el pasado domingo durante las elecciones presidenciales mexicanas ha dado para análisis profundos, no solamente por los resultados obtenidos a nivel numérico, sino que también por las consecuencias de estos mismos.

La doctora Claudia Sheinbaum obtuvo casi 36 millones de votos. Además, Morena, la coalición que ella preside, ganó siete gobernaturas de las nueve que se disputaban y se ha conseguido la mayoría calificada en la cámara de diputados, mientras que en la cámara de senadores les faltaron dos escaños para lograr los 2/3. Como dijo el periodista de Sin Embargo, Álvaro Delgado, al analizar el triunfo de la nueva presidenta, este fue “un triunfo avasallador […] una paliza, una madriza inclusive”.

Si bien la victoria ha sido arrolladora, la campaña presidencial mostró la peor cara de una oligarquía económica, social e intelectual que, hasta el día de hoy, sigue sin entender el significado de la cuarta transformación. Me parece importante señalar ejemplos de esta guerra sucia, no muy distinta a la experimentada en muchos países latinoamericanos, pero que por eso mismo le dan el peso y la magnitud a la victoria de Claudia Sheinbaum.

En primer lugar, a finales de enero de este año, ya iniciada la campaña presidencial, ProPublica revivió una vieja investigación de la DEA contra el presidente mexicano por supuestos nexos con el Cartel de Sinaloa. En menos de un mes, The New York Times hizo eco de la publicación lo que llevó al Departamento de Estado de EEUU a pronunciarse al respecto en más de una ocasión, luego de que AMLO llamara directamente a Washington para pedir explicaciones.

De acuerdo con el gobierno de EEUU y la DEA, la investigación contra el presidente mexicano había sido descartada hace más de seis años tanto por falta de pruebas como por inconsistencias y contradicciones de los testigos. EEUU enfatizó que no existían pruebas razonables para poder afirmar que existiera una conexión entre López Obrador y el crimen organizado.

La aclaración de estos hechos no paró a la máquina de desprestigio contra López Obrador, que intentaba vincular tanto al presidente como también a la entonces candidata Claudia Sheinbaum con el crimen organizado. Es por eso que a finales de abril la ya desprestigiada periodista Anabel Hernández publicó una supuesta investigación que, nuevamente, conectaba al presidente con el Cartel de Sinaloa.

Si bien, el periodismo mexicano hace ya años que dejó de considerar las publicaciones de Hernández como fuentes relevantes para el debate público, debido a la dudosa metodología de la autora, la suma de las publicaciones contra AMLO por medios tanto digitales como tradicionales, alimentó los intentos de la derecha mexicana por crear un imaginario de un presidente que colabora con el narcotráfico.

En segundo lugar, los autollamados intelectuales opositores vieron en López Obrador principalmente dos cosas: un tirano que iba a intentar quedarse con el poder por todos los medios legales y no legales, y un presidente que no pertenecía ni quería pertenecer a su círculo de clase social.

Así, de forma abierta y soberbia, Claudio X González, Héctor Aguilar Camín, Denisse Dresser, Mario Amparo Cassals, entre otras personas, despreciaron las conferencias mañaneras, se burlaron de los dichos Tabasqueños del presidente, minimizaron las ayudas sociales y buscaron por todos los medios explicarle a la ciudadanía, igualmente despreciada, que eran ellos, y no el presidente, los elegidos para liderar el país.

Como contrapartida a esto, Andrés Manuel López Obrador, logró construir una confianza ciudadana sin precedentes, ya que luego de seis años y de la mano del partido Movimiento de Regeneración Nacional, pudo transformar de forma palpable la vida de la mayoría de los mexicanos y las mexicanas.

Las Conferencias Mañaneras pusieron los temas de relevancia para su gobierno en el debate público, desdibujando la hegemonía y el monopolio de los medios conservadores. Las políticas de Austeridad Republicana permitieron que más de cinco millones de mexicanos salieran de la pobreza generacional en la que se encontraban.

Los proyectos de infraestructura ayudaron tanto a dar nuevas posiciones de trabajo como consolidar la cooperación público-privada y fomentar la inversión nacional y extranjera. Finalmente, las consultas ciudadanas, incluido el referéndum revocatorio, permitieron que la ciudadanía lentamente comenzara a relacionarse de forma cercana con las instituciones democráticas del estado mexicano.

Con todo, en los últimos seis años, la economía mexicana se ha convertido en una de las más fuertes de la región. El peso mexicano se ha fortalecido con respecto al dólar. La credibilidad en la institucionalidad electoral subió de un 18% en 2016 a un 45% en 2024, de acuerdo con la encuestadora Gallup inc.

López Obrador, ya finalizando su mandato, en las pocas entrevistas que ha dado, ha dejado claro que ya es su momento de retirarse de la vida pública. Y la oposición, más enfocada en desprestigiar al presidente que en crear un proyecto propio, se ha quedado sin una respuesta real a la cuarta transformación.

Claudia Sheinbaum, por su parte, llega con una idea clara y que le ha hecho sentido a más de dos tercios de los votantes mexicanos: profundizar el proyecto de transformación, el que se consolida “Por el bien de todos, primero los pobres”, como popularizara AMLO.

 

 

El artículo original se puede leer aquí