Charla de Europa por la Paz en el encuentro del Foro Humanista Mundial del 19 de mayo de 2024
Para responder a esta pregunta, tengo que tomar un desvío que aparentemente nos aleja del tema. La vida cotidiana de cada uno de nosotros es bastante mecánica y previsible. Esta repetitividad hace que sea muy difícil cambiar las cosas, a veces incluso las más sencillas, como los hábitos alimentarios. Es como estar en un tren en marcha, donde la dirección parece predefinida y nuestra única opción es movernos entre vagones, pero no cambiar la dirección del tren. Afortunadamente, hemos experimentado, al menos alguna vez, momentos en los que de repente ocurre algo que nos da fuerzas para romper la mecanicidad y hacer cosas que hasta ese entonces parecían imposibles. Pensemos, por ejemplo, en el momento en que nos hemos enamorado. En ese momento, los miedos y las dificultades desaparecieron y todo parecía posible, ¡como si se hubiera encendido el turbo!
Lo mismo ocurre en los conjuntos humanos. Es como si se entrara en contacto con una dimensión más profunda. Veamos dos ejemplos tomados de la historia de la República Checa. Los cito porque, viviendo en Praga, tuve la posibilidad de conocerlos bien.
El primero es la revolución de 1989, que puso fin a la dictadura comunista. A pesar de la Perestroika de Gorbachov, que estaba generando grandes cambios en toda Europa del Este, el pueblo checo desconfiaba profundamente de la posibilidad de un cambio real. Permanecían pasivos y temerosos de realizar cualquier protesta. Pero las cosas cambiaron. Algunos estudiantes organizaron una manifestación pacífica que fue brutalmente reprimida por la policía. Ver a los jóvenes apaleados provocó una conmoción en toda la población. Se sucedieron actividades a las que se sumaron intelectuales, artistas y trabajadores. Hubo protestas en todo el país y en Praga, en noviembre de 1989, se manifestaron alrededor de un millón de personas. Fue una manifestación totalmente pacífica, a la que asistieron todos los sectores de la población, incluidas las madres con sus hijos. Algo se había resquebrajado, se había roto un muro mental. El miedo, la desconfianza y el sinsentido habían dado paso a la esperanza. Las personas entrevistadas hablaron de un momento «mágico», de una profunda conexión con lo mejor de sí mismas y de los demás, de la sensación no de un «yo» aislado, frustrado e impotente, sino de un «nosotros» que tiene la fuerza de lograr cualquier objetivo. El otro ya no es un extraño de quién desconfiar, sino alguien que comparte las mismas aspiraciones, un ser humano como yo. Fue un mes de inspiración, de profunda conmoción y lucidez mental, superando los miedos y las ideologías paralizantes de la propaganda del sistema. Un verdadero fenómeno psicosocial.
Si unos días antes le hubiésemos preguntado a la gente si veían posible un cambio, nos habrían respondido que era imposible, que esa era la realidad y que lamentablemente no se podía cambiar. Estaban inmersos en la desconfianza, el temor y la convicción de que no tenía sentido emprender ninguna acción. Pocos días después, todo esto había cambiado «milagrosamente».
El segundo ejemplo es la protesta que tuvo lugar desde 2007 hasta 2009 contra la instalación de una base militar que Estados Unidos quería imponer, a pesar de que la mayoría de la población no estaba de acuerdo. Se sentía impotencia. Los medios de comunicación sólo daban espacio a los que estaban a favor de la base militar y cada manifestación se presentaba como la protesta de unos pocos extremistas. Un centenar de organizaciones se unieron en el movimiento «Nezakladnam» (No a la base), y las actividades crecieron en todo el país. Sin embargo, las negociaciones entre los gobiernos checo y estadounidense continuaban y parecía imposible ganar esta lucha, la de un David contra un arrogante Goliat.
Sin embargo, algo cambió: cada vez más personalidades famosas del mundo de la ciencia, la cultura y el espectáculo se expresaron en contra de las decisiones del gobierno. Las manifestaciones se multiplicaron. El Partido Humanista inició una huelga de hambre que tuvo un fuerte impacto en la población. También aquí se derrumbó un muro mental. El miedo a expresar las propias ideas y la sensación de que «es inútil protestar» cedieron paso a la confianza y la esperanza. No fue un fenómeno tan profundo como el de 1989, pero sin duda muy importante. Hay que señalar que las personas y grupos que expresaban su disconformidad no lo hacían de forma aislada y personal, sino que convergían en el movimiento Nezakladnam, reforzando así la protesta no violenta. Esa convergencia tan importante de la que hemos hablado. Finalmente, Obama renunció a este proyecto. Fue una gran victoria para la democracia y la no-violencia.
Hoy la dirección de los acontecimientos a nivel planetario es muy preocupante y sólo un despertar del ser humano podrá cambiar esta dirección. Un despertar que es una conmoción profunda, una conexión con lo mejor de uno mismo y de los demás, y que permite ver con gran claridad mental cuáles son las prioridades, lo realmente importante. En este despertar, los egoísmos personales y grupales se dejan a un lado para dar paso a la conexión con el destino de la humanidad. Hablo de una experiencia contagiosa, como contagiosos son el pánico, el miedo y el desánimo. De repente, se hace posible lo que hasta un día antes no era ni siquiera imaginable y, en estos momentos de inspiración, todo se vuelve claro.
No puede comprenderse la Historia viéndola sólo como un conjunto de acontecimientos «externos», determinados por el principio de causalidad. A veces irrumpe desde lo más profundo de la conciencia humana una fuerza que supera todo determinismo.
Desde este punto de vista, todas las actividades que apunten a este despertar vienen bien. Pueden ser manifestaciones públicas en las plazas, conferencias, artículos, actividades no violentas de boicot y no cooperación. Pero también, como hemos escrito en nuestro llamamiento «Tomemos la paz en nuestras manos», una meditación o una oración de acuerdo con la propia religión o ateísmo de cada uno. Incluso actividades aparentemente sencillas pero profundas en su significado, como la comunicación abierta con los vecinos del propio barrio, pueden contribuir al despertar y al crecimiento de la humanidad.
A la pregunta «¿qué puedo hacer yo para construir un mundo mejor?», yo respondería: Despierta tu humanidad en tí mismo y en los demás, el amor a la vida y una mirada abierta al futuro.
En este momento, desde Europa por la Paz, estamos apoyando varias iniciativas: la tercera Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia, la propuesta nacida en Italia de una huelga mundial por la paz, y el proyecto de recolectar un millón de firmas a nivel europeo para exigir que se consulte a los ciudadanos sobre la cuestión de la guerra. En particular, proseguimos con la campaña «Yo voto por la paz», invitando a votar en las elecciones europeas de junio sólo a los partidos que tienen en su programa la resolución diplomática de los conflictos. Concretamente, apoyamos a los partidos que están en contra del envío de armas a Ucrania y que respaldan las Resoluciones de la ONU, incluidas las sanciones contra Israel.
Desde el punto de vista expresado anteriormente, podemos considerar a esta gran crisis que estamos atravesando como una oportunidad para dar un gran paso hacia adelante como humanidad: dejar atrás los residuos del Cromañón aún presentes en nosotros, y sobretodo en las altas esferas del poder, para hacer evolucionar una nueva especie plenamente humana. Concluyo con una cita de Silo de 2004: «Estamos al fin de un período histórico oscuro y ya nada será igual que antes. Poco a poco comenzará a clarear el alba de un nuevo día; las culturas empezarán a entenderse; los pueblos experimentarán un ansia creciente de progreso para todos, entendiendo que el progreso de unos pocos termina en progreso de nadie. Sí, habrá paz y ¡por necesidad!, se comprenderá que se comienza a perfilar una nación humana universal”.
Gerardo Femina