Gaza, el territorio más densamente poblado del planeta, descrito como “la cárcel a cielo abierto más grande del mundo”, se ha convertido en un caldero infernal de sufrimiento humano. Los palestinos que viven en la Franja de Gaza están entrando en el noveno mes de una embestida militar sin precedentes que ha causado la muerte de más de 36.500 personas, aunque se estima que esa cifra es en realidad mucho mayor. Entre las víctimas mortales hay al menos 15.000 niños y niñas. Israel, cuyo arsenal de armas estadounidenses recibe una constante reposición, está desafiando a la comunidad internacional y a la Corte Internacional de Justicia: no solo no ha detenido la invasión terrestre de Rafah, sino que, por el contrario, ha intensificado los ataques. La masacre de civiles que muchos anticiparon que iba a ocurrir tras la invasión de Rafah está sucediendo ahora mismo —día y noche; por tierra, aire y mar— y está siendo transmitida al resto del mundo a través de las redes sociales por los propios residentes, cuando hay acceso a Internet, o a través de reportajes de los periodistas que aún quedan en Gaza con posibilidades de transmitir. Israel ha impedido el ingreso de periodistas internacionales al enclave ocupado.
Los 2,3 millones de palestinos que están siendo sometidos a lo que la Corte Internacional de Justicia considera como posibles actos de genocidio tienen una historia que contar. Esta semana, Helmi Hirez, un admirable joven de 19 años, compartió las desesperantes experiencias que le ha tocado vivir. Helmi conversó con Democracy Now! desde el centro de la Franja de Gaza, en Deir Al Balah, en medio del caos que se vive allí:
“Soy Helmi Hirez y tengo 19 años. […] Mi familia y yo salimos de la ciudad de Gaza el 11 de noviembre. Después de que el hospital Al-Shifa y todo el barrio de Rimal fueran ocupados, nos trasladamos a la ciudad de Rafah. Caminamos a pie, mientras soldados israelíes nos apuntaban con sus armas. En algunas partes del recorrido […] tuvimos que saltar sobre cadáveres; cuerpos que fueron dejados allí de manera deliberada para causar el impacto mental tan espantoso que sentimos. Una semana después de nuestra partida —exactamente el 18 de noviembre—, nuestra casa recibió el impacto de dos cohetes y 14 queridos miembros de nuestra familia perdieron la vida allí. Ese día Israel mató a más de 1.000 palestinos”.
Mientras Helmi hablaba desde una calle atestada de gente, no lejos del hospital de Al Aqsa —que actualmente está casi inoperativo—, unas personas retiraron de un vehículo un cadáver envuelto en mortaja y lo trasladaron en otro vehículo hacia algún otro lugar. Detrás de Helmi había un constante ir y venir de personas, muchas de ellas llevando contenedores vacíos en una incansable búsqueda de agua y comida. Sin embargo, Helmi siguió concentrado en la entrevista:
“Pasamos tres meses en la ciudad de Rafah. El 12 de febrero bombardearon el edificio de al lado [de donde estábamos parando]. […] Recibió el impacto de cuatro cohetes. Quedamos enterrados entre los escombros. Conseguí salir de entre los escombros, junto con mi hermano gemelo y mi padre, y empezamos a excavar para rescatar a mi madre. Excavamos más de un metro de escombros y logramos rescatar a mi madre con vida. Unos chicos la llevaron al hospital lo más rápido que pudieron y nosotros seguimos retirando escombros en busca de nuestra hermana. Logramos sacarla y reanimarla […]. Vomitaba sangre. [Luego] fuimos a una casa cercana y nos escondimos allí. Por desgracia, mi madre sufrió una hemorragia interna y no sobrevivió.
Después de eso, nos trasladamos a la zona de Al-Mawasi y vivimos en un campamento de refugiados. Tras dos meses en la zona de Al-Mawasi, dos cohetes impactaron en un lugar a menos de 200 metros de donde estábamos y destruyeron todo nuestro campamento”.
Helmi se refiere al ataque israelí contra el campamento de desplazados de Rafah que se cobró la vida de 45 personas y que se produjo apenas dos días después de que la Corte Internacional de Justicia ordenara a Israel detener de inmediato su ofensiva militar en esa ciudad. La cadena de noticias CNN informó que en el bombardeo se utilizaron armas estadounidenses fabricadas por la empresa Boeing.
Para recaudar dinero, Helmi creó una página de GoFundMe titulada “Ayude a un joven gemelo en Gaza que perdió a su madre y su hogar”. En la página se puede ver una foto de Helmi y su hermano gemelo, tomada el año pasado en su graduación de la escuela secundaria. En la imagen, los gemelos aparecen a ambos lados de su difunta madre, los tres sonriendo con felicidad. Helmi y Mohammed nacieron en 2004, dos años antes de que Israel impusiera el bloqueo a la Franja de Gaza. Ambos han vivido toda su vida bajo la ocupación y han tenido que sufrir cada dos o tres años algún importante ataque israelí en el enclave palestino. Estos ataques periódicos constituyen una estrategia militar israelí a la que a menudo se hace referencia como la táctica de “mantener corto el pasto”.
Ahora, a los 19 años de edad, Helmi y lo que queda de su familia luchan por sobrevivir.
“Vivo constantemente en tránsito, desplazado de un lugar a otro, en un viaje constante lleno de pérdidas. Ahora vivimos en la zona de Al-Mawasi, a menos de dos kilómetros de donde está el Ejército israelí. […] Por donde sea que camines en Al-Mawasi, la gente siempre está mirando hacia el sur, donde se ven el fuego y las llamas provenientes de la ciudad de Rafah. Día y noche podemos escuchar los sonidos de los bombardeos.
Realmente no sabemos adónde podemos ir. Es muy difícil saber cuál puede ser un lugar seguro”.
Como sombrío colofón de las palabras de Helmi Hirez, al día siguiente de la entrevista, las fuerzas armadas israelíes atacaron una escuela de la Agencia de Naciones Unidas para la Población Refugiada de Palestina, situada en el campamento de refugiados de Nuiserat, en el centro del enclave ocupado. La escuela se estaba utilizando para albergar a unos 6.000 palestinos desplazados. Al menos 35 personas perdieron la vida en el ataque, entre ellas mujeres, niños y niñas. CNN confirmó nuevamente que en el bombardeo se utilizó armamento estadounidense.
Helmi Hirez tiene mucho que ofrecer al mundo. El mundo le debe un alto el fuego permanente en la Franja de Gaza, el fin del flujo de armas hacia el Ejército israelí y el cese de la ocupación que ha marcado su joven vida.