David Sámano.
Un aspecto importante para evaluar la síntesis del proceso social que se inició con la llegada de AMLO a la presidencia en el 2018 hasta las recientes comicios del 2024 en México, son los más de 35 millones de mexicanos que hoy comparten los ideales de la llamada Cuarta Transformación. Todo indica que hay un cambio en la mentalidad mexicana.
Esta novedosa situación es consecuencia y a la vez respuesta a la crisis del estado nacional que ideólogos de movimientos sociales con sentido humanista ya anticipaban desde los primeros años de los noventas del siglo pasado, como lo hizo Mario Rodríguez pensador argentino más conocido como Silo.
Adoptando una dialéctica que prefiere hablar de diferenciación y no de oposición (como Silo lo hace en sus análisis basados en lo que llamó método estructural dinámico), inicio este escrito preguntándome por las nuevas diferenciaciones que podrían darse una vez logrado el segundo triunfo del partido político Morena y consecuentemente, el inicio de la construcción del “segundo piso de la Cuarta Transformación”.
Para respondernos hemos recurrido someramente a la historia del estado mexicano y las teorías antropológicas neoevolucionistas sobre la dinámica de las formas de gobierno. De lo primero podemos decir que desde el gobierno de Juárez y de Díaz en el siglo XIX, pasando por los emanados de la revolución en el siglo XX, se da una tendencia a la concentración del poder en el estado mexicano que llega hasta nuestros días [1] (Córdova, 1972: 9). De lo segundo hemos asumido la idea de que los gobiernos dan siempre lugar a una aristocracia (Service, 1975: 26) que busca perpetuarse más allá de los cambios políticos, sobre todo para conservar sus privilegios, aunque esto le demande de vez en cuando, hacer algunos sacrificios de absorción de energía del medio, para encauzarla hacia el pueblo.
A más de un siglo de que tuvo lugar la tercera transformación de México, que fue la Revolución Mexicana (si seguimos la secuencia histórica que los ideólogos de Morena proponen, donde La Independencia es la primera trasformación y las Leyes de Reforma la segunda), podemos reconocer la gestación desarrollo y colapso del estado mexicano pos revolucionario. Una expresión final de este camino desintegrador son las recientes alternancias y alianzas entre los partidos políticos de derecha, izquierda y centro mexicanos sin que nada cambie de fondo, en el sentido de que esa aristocracia o elite asociada a los gobiernos sigue manteniéndose, aún en el mismo proceso de desestructuración del estado . Esta situación podría haberse tipificado como una de las tantas que ocurren en el planeta según lo expuso Silo en el Centro Cultural Mapocho en Santiago de Chile en 1994. Ahí menciono que en estas crisis de los estados nacionales “ los paridos se alternarán ocupando el ya reducido poder estatal, resurgiendo como “derechas” , “centros” e “izquierdas” y en los que “tendencias supuestamente opuestas podrán sucederse sin modificar en lo más mínimo el proceso desestructurador “
Si una alternancia política tiene lugar para que nada finalmente cambie de fondo, posiblemente estamos también ante una sociedad muy próxima al “modelo de sistema cerrado”, concepto al que recurrió Silo, también en su participación en Mapocho, planteando además dos alternativas para salir o evitar tal confinamiento a nivel mundial, una es “la variante de la entropía de los sistemas cerrados” que no es otra cosa que mantener el sistema cerrado hasta una degradación que nos llevaría a “una larga y oscura edad media mundial” y otra: abrir el sistema “merced a la acción no natural sino intencional del ser humano” que puede conducirnos a un proceso de reconstrucción del tejido social y la recomposición del estado nacional.
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La opción segunda, la que propone abrir el sistema a la intencionalidad humana puede verse ejemplificada en el triunfo de Morena que supo hacer despertar la intención del pueblo mexicano para desviar su camino hacia la destrucción total de la civilización mesoamericana[2] (recordemos los trabajos del ruso Panov en lo que retoma la noción de balance tecnohumanitario y reguladores culturales promovida por Akop Nazaetyan ) [3] que hace pensar que el enfoque absolutamente materialista de la vida puede arruinar civilizaciones completas .
Para entender esto podemos adoptar modelos termodinámicos no clásicos, y pensar la situación en la que AMLO y la nueva presidenta Claudia Sheibaum toman la conducción del estado mexicano, no únicamente a partir de su apertura (si lo visualizamos primero como sistema cerrado), sino pensándolo como una estructura disipativa.
Según la termodinámica no clásica aplicada a las sociedades estudiadas por los antropólogos como una estructura disipativa, pueden verse tales sociedades; ya sea en su individualidad o a través de sus instituciones, en esta caso, de gobierno. Estamos hablando de un estado (pero bien puede ser otro tipo de gobernanza tipo familia, banda , tribu o jefatura ) cuya existencia pese a que no deja de desenvolverse en términos insumo – producto, en algún momento de su vida debe alcanzar lo que se conoce como estado constante (Adams, 1978: 83) si ha de prolongar su existencia. Se trata de un proceso auto organizado en el que un sistema pudiendo acelerar el flujo de energía hacia el, no lo hace, sino que “decide” mantenerlo constante.
Los opositores de la cuarta transformación han promovido la idea de que Morena es un partido más, al punto de que su llegada al poder es solo un cambio como tantos otros que ocurren en un sistema cerrado, para que nada cambie. Sin embargo y por dar un ejemplo, la adopción del modelo de austeridad republicana adoptado por este partido, esta haciendo efectivo el mandato constitucional que deriva en que ningún funcionario publico debe ganar más que el presidente. Esto es algo que en mi opinión no tiene precedentes y puede ser interpretado desde el punto de vista de las teoría neoevolucionista no lineal, como un factor que estabilizo el flujo de energía en la estructura gubernamental. Esto a su vez propició en la mente colectiva de la estructura dispativa mayor (la que emerge de la interacción entre gobierno , la aristocracia y el pueblo) inversiones simbólicas (Adams, 1978::105) favorables a los resultados electorales obtenidos recientemente.
Pero también intenciones, valores y actitudes como los del “Humanismo Mexicano” enarbolado por AMLO, son recursos metafísicos que en el marco teórico de las estructuras disipativas tienen una consecuencia empírica de gran importancia para entrar en el régimen termodinámico constante.
El humanismo mexicano, podríamos pensar, abreva de la cultura de los pueblos en su fase prehispánica estatal[4]. Algunos pensaran que nada humanista podemos encontrar por ejemplo, en el Imperio Azteca, sin embargo no debemos olvidar que los aztecas son “producto de la toltequidad” (Duverger, 2007:553), cuya influencia humanizante se reconoce en el mito Quetzalcoatl, o en el filósofo y rey Netzahualcóyotl (Semonov, 1994:84) que seguramente, al menos en ciertos en ciertos momentos, propició alguna compasión por el sufrimiento de la población no privilegiada de su tiempo.
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Al parecer AMLO intenta apelar a una perspectiva longitudinal que vaya desde los mismos estados prehispánicos hasta el estado mexicano contemporáneo, en la que alguna o algunas consignas, compartan el espíritu que irradia de la frase “Por el bien de todos primero los pobres”. Esta consigna es muy cercana a la que Silo en su charla de Mapocho expresa: “no habrá progreso si no es de todos y para todos”. Con estas palabras Silo empieza a finalizar su conferencia de Mapocho, concluyendo con una serie de vaticinios que nos ayudan a visualizar las nuevas diferenciaciones que podrían empezar a darse en México, después de la apertura del “sistema político mexicano “ en el 2018, los dejo con ellas para finalizar este escrito con una respuesta a nuestra pregunta inicial:
“En el último escalón de la desestructuración, en la base social, empezarán a soplar los nuevos vientos. En los barrios, en las comunidades vecinales, en los lugares de trabajo más humildes, comenzará a regenerarse el tejido social. Éste será, aparentemente, un fenómeno espontáneo. Se repetirá en el surgimiento de múltiples agrupaciones de base que formarán los trabajadores ya independizados de la tutela de las cúpulas sindicales. Aparecerán numerosos nucleamientos políticos, sin organización central, en lucha con las organizaciones políticas cupulares. Comenzará la discusión en cada fábrica, en cada oficina, en cada empresa. De los reclamos inmediatistas se irá cobrando conciencia hacia la situación más amplia en la que el trabajo tendrá más valor humano que el capital y en la que el riesgo del trabajo será más claro que el riesgo del capital a la hora de considerar prioridades. Fácilmente se llegará a la conclusión de que la ganancia de la empresa debe reinvertirse en abrir nuevas fuentes de trabajo o derivar hacia otros sectores en los que la producción siga aumentando en lugar de derivar hacia franjas especulativas que terminan engrosando el capital financiero, que producen el vaciamiento empresarial y que llevan a la posterior quiebra del aparato productivo. El empresario comenzará a advertir que ha sido convertido en simple empleado de la banca y que, en esta emergencia, su aliado natural es el trabajador. El fermento social comenzará a activarse nuevamente y se desatará la lucha clara y franca entre el capital especulativo, en su neto carácter de fuerza abstracta e inhumana, y las fuerzas del trabajo, verdadera palanca de la transformación del mundo. Empezará a comprenderse que el progreso no depende de la deuda que se contrae con los bancos sino que los bancos deben otorgar créditos a la empresa sin cobro de intereses. Y también quedará claro que no habrá forma de descongestionar la concentración que lleva al colapso si no es mediante una redistribución de la riqueza hacia las áreas postergadas. La Democracia real, plebiscitaria y directa será una necesidad porque se querrá salir de la agonía de la no participación y de la amenaza constante del desborde popular. Los poderes serán reformados porque ya habrá perdido todo crédito y todo significado la estructura de la democracia formal dependiente del capital financiero. Sin duda, éste segundo libreto de crisis, se presentará luego de un período de incubación en el que los problemas se agudizarán. Entonces comenzará esa serie de avances y retrocesos en que cada éxito será multiplicado como efecto demostración en los lugares más remotos gracias a las comunicaciones instantáneas. Ni siquiera se tratará de la conquista de los estados nacionales sino de una situación mundial en la que se irán multiplicando estos fenómenos sociales antecesores de un cambio radical en la dirección de los acontecimientos. De este modo, en lugar de desembocar el proceso en el colapso mecánico tantas veces repetido, la voluntad de cambio y de dirección de los pueblos comenzará a recorrer el camino hacia la nación humana universal.
Es esta segunda posibilidad, es a esta alternativa a la que apuestan los humanistas de hoy. Tienen demasiada fe en el ser humano como para creer que todo terminará estúpidamente. Y si bien no se sienten la vanguardia del proceso humano se disponen a acompañar ese proceso en la medida de sus fuerzas y allí donde estén posicionados.”
[1] Podríamos remontarnos hasta épocas prehispánicas para reconocer una marcada tendencia al poder del estado mexicano en el mismo Imperio Azteca , para luego saltarnos el período colonial, asumiéndolo como un período determinado por fuerzas externas resultantes de un accidente histórico (Duverger, 2007: 553), para luego continuar ya en el siglo XIX .
[2] Antropólogos que se han concentrado en la evolución de las civilizaciones antiguas (China, India, Teotihuacán o el imperio Inca, etcétera ) se han dado cuenta de que siempre – como ya lo dijimos líneas atrás – un familia un tribu, jefatura o estado en su dinámica histórica de milenios, va a generar una elite; una aristocracia que cada tanto se verá obligada a implementar reformas después de períodos de gran corrupción. Esto no lo podemos ver en lapsos relativamente breves de siglos , como los cambios de tipo evolucionario que ocurrieron antes de la 4T, lo cual nos podría llevar a tratar de interpretarla en contextos más amplios de tiempo, como los de la Big History que considera la aparición de la cultura, como un evento más en la historia del Universo, pero sería algo que escapa a lo que nos hemos propuesto comentar en este artículo.
[3] Crisis_sistemica_de_la_civilizacion_como_singulari.pdf
[4] En cambio en el zapatismo actual su pensamiento parece abrevar de la cultura de los pueblos mexicanos contemporáneos en su fase tribal. Quizás esto influya en los desencuentros entre el zapatismo contemporáneo y la Cuarta Transformación.
Bibliografía:
Córdova, Arnaldo. 1972. La formación del poder político en México.
Silo. Habla Silo. 1997. Plaza y Valdés.
Service, Elman. 1975 (1984)Los orígenes del Estado y la Civilización.
Adams, N. R. 1978, La red de la expansión humana.
Duverger. Christian. 2007. El primer mestizaje. La clave para entender el pasado mesoamericano.
Genaro David Sámano Chávez. Se desempeña como profesor – investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) e investiga temas vinculados a la epistemología, filosofía de la ciencia y antropología de la ciencia.