Cuando una crisis se hace sistémica, y cada vez con sentido de irreversibilidad, entonces la palabra más exacta es colapso. Asistimos a un doloroso proceso de devaluación y degradación de la democracia, pero no quisiéramos caer en el pesimismo o derrotismo, si no reconocer y sentir que siempre quedan las esperanzas; que desde el calor de la indignación popular, y el sentipensamiento, pueda haber lugar para que emerja un sentido profundo de cambio y se pueda revertir esta situación que nos agobia y nos lacera cada día.

Por: Rodrigo Arce Rojas*

Aprovechándose de los mecanismos de la democracia los que ejercitan el poder se han propuesto sistemáticamente a debilitar la propia democracia, ya sea mediante un ataque frontal al equilibrio de poderes y al bien común, para hacer primar los intereses personales o de grupos económicos. Otra manera de contribuir a la crisis es la complicidad de los que, debiendo cuidar el bien común, callan o dejan pasar los atropellos nuestros de cada día. Qué triste que se agasaje la ilegalidad, la corrupción y se busque impunidad a toda costa (en general a todo país).

Lo peor de todo es que todo esto lo hacen usando alegremente los conceptos de desarrollo, progreso, paz, justicia, sostenibilidad, vaciándolos de contenido. Se burlan impunemente de las y los ciudadanos, del lenguaje y del sentido común. Cuando en el fondo solo vemos intereses mezquinos, venganza, complicidad. El mensaje claro y sin disimulos es “Dejar hacer, dejar pasar para que juntos y revueltos podamos seguir medrando”.

Hasta da vergüenza ajena cuando se trata de defender lo indefendible, sin importarles un ápice (el lenguaje coloquial peruano es más florido) a las vidas que terminan afectando, negándoles futuro, esperanzas. Encima, hacen todos los artilugios posibles para tratar de quedarse o volver para hacer más de lo mismo. Si los que ejerciendo en la práctica el poder han pisoteado las leyes, las instituciones y los sueños de transformación, no esperemos que cuando vuelvan harán las cosas distintas. Así son y nada los hará cambiar. Para que el soberano tome nota y que con sentipensamiento pueda impedir que la crisis continúe. Esta perversión al alma nacional tiene que detenerse, nos merecemos un destino mejor, aquel que soñaron nuestros antepasados, nuestros padres y madres, y que vemos que cada día se evapora más y más.

Pero esta crisis no solo afecta a las personas, al bienestar humano. También afecta los ecosistemas, al bienestar de los otros-que-humanos, que son los seres vivos y considerados vivos por las cosmovisiones de nuestros pueblos.

Toda esta crisis repercute negativamente pues la mezquindad de la primacía de los intereses económicos, la voracidad por el lucro desmedido y grosero, la corrupción institucionalizada, la convivencia con la ilegalidad, implican más crisis climática, exterminio de la biodiversidad, deforestación, tala ilegal, contaminación física, química, biológica, del aire, del agua, de los suelos, de la diversidad biológica, de la ecología urbana, de la salud de las personas. Es decir, de toda la Pachamama, Gaia o Biosfera.

En realidad, hablar de impactos ambientales o de impactos es una manera de decirlo, pero nada de lo que existe en la realidad es una isla, nos encontramos en un planeta en el que están presentes una diversidad de sistemas y todos estos sistemas están profundamente interrelacionados.

El daño a la democracia es en el fondo, el daño a la gente y los ecosistemas, en zonas rurales, en zonas urbanas y en zonas rurbanas (rurales+urbanas). Por ejemplo, la deforestación no solo tiene que ver con áreas alejadas, física y afectivamente de la ciudad. La deforestación, a partir de los ciclos hidrológicos, tiene que ver directamente con el agua que consumimos en las ciudades. No hay separación posible pues estamos en el ecosistema global que es el planeta tierra. La falta de agua o el agua contaminada nos está negando bienestar. La permisividad del uso abusivo de agroquímicos nos está contaminando a todos. Los materiales particulados en el aire que se nos introducen en los pulmones, producto del transporte y las industrias, nos está matando en las ciudades, caseríos y villorrios. Los microplásticos que se encuentran ahora en todas partes, incluyendo mares, nubes y en la propia vida de nuestras especies compañeras.

Los que despistadamente (o interesadamente) hablan de desarrollo, de crecimiento económico, sin tomar en cuenta la complejidad de esta realidad, simplemente están contribuyendo a la crisis civilizatoria, a la crisis ambiental y ecológica, es decir en nuestras propias posibilidades de una vida digna, tanto del nuestro como de nuestros hermanos y hermanas de la trama de la vida. ¿Con qué decoro podrán decir a sus hijas e hijos que hicieron lo mejor posible para una vida plena y con decencia?

 

(*) Doctor en Pensamiento Complejo por la Multidiversidad Mundo Real Edgar Morín de México, Magister en Conservación de Recursos Forestales por la Universidad Agraria La Molina, Perú. Docente en la Maestría de Ecología y Gestión Ambiental de la Universidad Ricardo Palma.