Por Marcelo Castillo Duvauchelle
Le costó un arresto de más de cinco años (en Inglaterra por orden de Estados Unidos) por el “delito” de difundir documentos secretos y muy comprometedores a través de Wikileaks. Una acción que irritó a los poderosos, pues ayudó a visibilizar abusos de poder, corrupción, violaciones de derechos humanos, negocios turbios, entre otras “manchitas” en distintos países.
La reciente liberación de Assange es una buena noticia para la mundial y esencial causa de LIBERTAD DE EXPRESIÓN, es un recordatorio de que si queremos una sociedad democrática, con instituciones que funcionan con decencia y transparencia, esta libertad debe ser protegida. La intervención del gobierno de Australia fue crucial para su retorno a su país natal.
Esta noticia polarizadora, mala para unos pocos y buena para muchos, debe ser motivo de discusión respecto al equilibrio que debe existir entre divulgación transparente de la información y seguridad.
Julian Assange es un héroe en el campo de la labor periodística comprometida con la verdad, la probidad, en definitiva con lo que la gente debe saber, simplemente porque hay ciertos secretismos relevantes que sólo sirven para perpetuar el neocolonialismo económico, político, social y cultural.