Manipulación mediática, otro frente abierto, con ciudadanos ajenos de conocimientos, alimentados de noticias falsas.

La resurrección de Chomsky
Hace días atrás las redes se plagaron de una falsa noticia que anunciaba la muerte de Noam Chomsky, icónico lingüista y crítico político y uno de los principales intelectuales de las políticas de izquierdas de Estados Unidos.
Una gran cantidad de medios de comunicación, instituciones y altos cargos dieron credibilidad a esto y la verdad se impuso sólo cuando su mujer, Valeria Wasserman, desmintió que su marido hubiera muerto, y nuevamente estás se llenaron de una ola de memes y comentarios irónicos en torno a su “resurrección digital”, aunque la mentira ya se había extendido y masificado. Lejos de lo anecdótico, este episodio pone en relieve la importancia de la verificación de información en la era digital.

Noticias falsas y manipulación de la opinión pública
Hoy, que vivimos en un mundo global y digitalizado, la desinformación, término que alude a todo contenido falso, inexacto o engañoso intencionalmente diseñado, particularmente con el papel de las redes sociales y la tecnología a través de las Fake News, es muy dañina por su reproducción instantánea y sin fronteras, y su fin último, la construcción de un relato malintencionado con efectos significativos en las opiniones políticas, las creencias de los ciudadanos y ciudadanas, la distribución de poder y en todas las facetas de la vida, además de fortalecer el fenómeno creciente denominado news avoidance (evitación de noticias), referido a toda aquella gente que cada vez se informa menos y opta por el consumo permanente de entretenimiento.
Estudios sobre este fenómeno dan cuenta de que el avance de los fake news se basa en las altas tasas de analfabetismo, la evolución de las tecnologías y el aparente interés del público por el  sensacionalismo, factores que permiten engañar a las audiencias a través de los medios de comunicación, descontextualizar hechos objetivos o transformar en masivas realidades distorsionadas, que no permiten a una sociedad ponerse de acuerdo sobre sucesos acontecidos en su cotidianidad.

El uso de las fake news, como método para desinformar, cobró notoriedad en la contienda electoral estadounidense de 2016. Donald Trump, los utilizó en forma frecuente para poner en duda la veracidad de las informaciones entregadas por medios bastante críticos a su candidatura. A pesar de los beneficios que conocemos de las redes sociales, el incremento de las noticias falsas publicadas intencionalmente, a través de medios digitales sin verificación, fuentes de identificación y supervisión, con el propósito de crear un efecto en la opinión pública para apoyar o afectar a personas e instituciones, genera serios problemas a los procesos democráticos de cada país, por cuanto al crear una noticia falsa, difundirla masivamente en redes sociales que filtran la información mediante algoritmos de acuerdo a las preferencias de cada usuario, y cuyos resultados de búsqueda sólo confirman y reafirman las creencias preexistentes, se impide el acceso a otro tipo de información que amplíe el conocimiento sobre determinados temas que afectan a la ciudadanía y que los lleva a participar de procesos democráticos con una visión sesgada de la realidad (post verdad y relato único).

La necesidad de intentar una nueva forma de redacción informativa
En el contexto descrito, los proyectos transformadores, que sostienen una dirección en el desarrollo de su opinión pública, necesariamente crítico, intentan una mirada estructural-dinámica de los procesos, además de un compromiso ético declarado con la veracidad, la mención de fuentes y la noviolencia.
Por otra parte, en coincidencia con los requerimientos que plantea la superación del individualismo exacerbado en boga, hacia la difícil pero imperativa construcción de experiencias colectivas, en el marco de las intenciones transformadoras que involucran la valoración de lo diverso y sus posibilidades de convergencia no uniformantes en el quehacer político y social; también se recogen en las producciones de opinión colectivas y colaborativas, abriendo de este modo nuevos modelos, que en la práctica contrarresten el mal sano individualismo.

En este sentido, el intento de esta redacción, que llega hoy a 100 semanarios de opinión ininterrumpidos, es un aporte intencional en la dirección transformadora, en el entendido, que más allá de la dificultad de la empresa, y de sus más que probables fracasos de influencia, mantenerse firmes en esta dirección revolucionaria y noviolenta, resulta en un indicador más para los poderosos de hoy, que aún en estos momentos actuales en que tienen el poder y el control para imponer su antihumanismo, no pueden asegurar que tengan asegurado tal control a futuro.

 

Redacción colaborativa de Ricardo Lisboa Henríquez; M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada; Sandra Arriola Oporto y César Anguita Sanhueza. Comisión de Opinión Pública.