El 26 de junio, Bolivia sufrió un nuevo intento de golpe, el 194º de su historia entre los bien y mal sucedidos.

Todo ha sido muy rápido, ampliamente difundido, el pueblo boliviano logró movilizarse de modo ejemplar y felizmente el General Juan José Zúñiga fue detenido luego de su intento de derrocar al presidente Luis Arce.

No obstante, es importante recordar que dos días antes, el 24 de junio, el gobierno de Luis Arce ya advertía algunos movimientos golpistas y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia resolvió convocar a la encargada de negocios de los Estados Unidos, Debra Hevia para pedirle explicaciones acerca de algunas acciones de funcionarios de la Embajada del país norteamericano que según el ministro de economía boliviano – Marcelo Montenegro, estarían involucrados en la preparación de un “golpe suave” al país sudamericano.

La representación diplomática, claro, repudió la acusación considerándola “declaraciones falsas” del ministro.

Falsas o verdaderas, el hecho, históricamente comprobado, es que tanto Bolivia como cualquier otro país de la región tienen suficientes razones para creer en la participación de Estados Unidos y sus empresarios también en este nuevo intento de desestabilización.

El último golpe de estado fue en el 2019 cuando luego de ganar las elecciones con una diferencia de 10 puntos de su opositor, Evo Morales, que iba para su cuarto mandato, se vio obligado a renunciar para apaciguar el país, presionado como estaba por grupos milicianos de Santa Cruz, que venían orquestando constantes ataques allí y en otras localidades de Bolivia.

En aquel entonces el billonario estadounidense Elon Musk asumió haber ayudado a financiar el golpe.

Aprovechándose de la crisis política instaurada por los golpistas la entonces vicepresidenta del Senado, la caradura y fundamentalista religiosa, Jeanine Añez, ahora en prisión, se autoproclamó presidenta del país sin ningún amparo o justificación política, moral o jurídica para hacerlo, bien al estilo Juan Guaidó, en Venezuela.

Finalmente se realizan nuevas elecciones y el 20 de noviembre del 2020 toma posesión Luis Arce, ex ministro de economía de Evo Morales y lo hace también por el MAS – el Movimiento al Socialismo que goza de gran popularidad en Bolivia.

Podríamos finalmente esperar otro periodo de estabilidad política y social en el país, pero ya sabemos que no fue así y todo parece indicar que tampoco será así, por lo menos en el futuro próximo.

En 2020, Elon Musk afirmó en su red social X, antiguo Twitter, que, si fuera necesario, Estados Unidos colaboraría con un golpe a la Democracia de Bolivia a fin de garantizar, léase pillar o robar, los recursos que las empresas estadounidenses necesitan, en especial su propia empresa, Tesla.

Así que visto lo visto, no se puede entender este nuevo intento de golpe en Bolivia sin considerar estas declaraciones del billonario hace tan solo cuatro años.

En Bolivia están cerca del 23% de las reservas mundiales de litio. El litio es la materia prima esencial de las baterías eléctricas automotoras y la mayor compradora de este metal en el mundo es la Tesla.

Para mayor disgusto del billonario y promotor de la extrema derecha en el mundo, Bolivia, en su absoluto derecho, estatizó sus campos de extracción de litio y al inicio de este año, cerró un gran acuerdo con China para la extracción directa del metal en el Salar de Uyuni.  Antes ya había cerrado otros dos acuerdos con Rusia y China el año pasado que además de garantizar la explotación del metal, prevé la construcción de fábricas de baterías eléctricas en suelo boliviano lo que debe valorar la industria del país y generar empleos a sus ciudadanos.

La CELAC, la OEA y varios países del mundo condenaron inmediatamente el reciente intento golpista en Bolivia, pero a pesar de ello ya empezamos a escuchar comentarios de políticos de la extrema derecha y tertulianos de los medios de comunicación hegemónicos que sutil, o descaradamente, apoyan a los golpistas. ¿Pero qué alegaciones podrán hacer ahora?

¿Qué hay que restaurar el orden?

¿Qué Bolivia necesita un cambio y necesita organizar su economía?

Aunque sea cierto que el MAS se encuentre actualmente dividido entre los seguidores de Evo y de Arce, cosa que sucede en todos los partidos políticos del “mundo mundial”, esto no saca que ellos, en algún momento, puedan dejar sus rencillas y disputas electorales a un lado y entiendan que son mucho más complementarios que divergentes y que el éxito de Bolivia se debió precisamente a la unidad entre los hijos de la tierra.

Hay que reconocer que en Bolivia se redujo radicalmente la pobreza, el analfabetismo y se avanzó mucho en otros aspectos socioeconómicos desde que el primer indígena asumiera el país en quinientos años.

Sí, por más chocante que sea para el sentido estético y las creencias de muchos blancos de aquí y de allí, el líder de ascendencia aimara hizo que Bolivia se transformara en uno de los países que más crece en Sudamérica, y que su industria experimentara un notable desarrollo.

Curioso, ¿verdad? ¿Quién podría esperar tanta capacidad de cohesión social y competencia administrativa por parte de un no blanco?

Pues esto. Bolivia crece mientras la vecina Argentina, en donde la extrema derecha logró elegir un fantoche del complejo industrial-militar estadounidense, ve su economía disminuyendo y la pobreza aumentando por más que los analistas de mercado y aquellos hombres blancos que trabajan para las Agencias de Calificación de Riesgos de Estados Unidos, se callen o resten importancia de esta realidad.

Pero, en fin, Argentina es otro país, es otro escenario.

Por ahora, solo por ahora, ¡¡celebremos la resistencia de la Democracia boliviana!!