Por la Cátedra de Estudios Palestinos Edward Said
Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Universidad de Buenos Aires

Las tragedias que pesan sobre los pueblos desposeídos y humillados deberían ser vivenciadas como actos de barbarie cometidos contra la dignidad humana.

El pueblo palestino soporta sobre sus hombros 76 años de martirio sin que los ojos del mundo consideren aberrante la tragedia. La Nakba continúa siendo. Sea mirada o no, la expulsión de los palestinos de la tierra que históricamente habitaron se mantuvo a lo largo de las décadas: la supresión de la vida, la catástrofe y el desgarro que se llevaron adelante en 1948 se han sostenido, son un continuo, una espiral de nunca acabar. El palestino es un pueblo agredido que no puede cerrar las puertas de la tragedia pues su ignominioso derrotero sigue aconteciendo.

Hoy día, el epítome del horror es la Franja de Gaza. No hay necesidad de  explicarlo. Las solas imágenes de niños masacrados bajo los escombros deberían servir de muestra. Sin necesidad de una nota al pie, el dolor tendría que conmover a todos por igual. Ningún niño, de ninguna geografía debiera sufrir las aberraciones físicas, mentales y éticas que están padeciendo los pequeños de Gaza; sin embargo,  las condolencias frente al sufrimiento no están repartidas de forma equitativa, las vidas palestinas valen menos. No es posible quitarles su condición de humanidad pues físicamente son iguales a los niños occidentales que tanto conmueven, pero se la matiza. El giro argumental consiste en evaluarlos menos íntegros, mayormente proclives a la decadencia moral, poco merecedores de nuestra condolencia.

El presidente del Estado de Israel aseveró que “toda la nación ahí fuera… es responsable” refiriéndose a los ataques del 7 de Octubre. La capacidad de destrucción de la frase resulta evidente: las masacres estarán legitimadas. En nombre de la venganza se demolerá la vida civil palestina.

Las brigadas asesinas que en 1948  entraban a las aldeas derramando sangre palestina, obligando a la huida de los que quedaban, hoy día se hacen cuerpo en los bombardeos específicamente dirigidos, la hambruna planificada y el desgarramiento constante de la población civil; cumplen el mismo objetivo:  hacer imposible la vida.

Los palestinos son sometidos a un régimen de ocupación que les niega la validez de su existencia. No en vano poetas, cantores, muralistas, directores de cine, dibujantes, ensayistas, han construido ayer y hoy, una enunciación que lucha contra la ininteligibilidad: Palestina existe; los palestinos y palestinas son parte de la humanidad.

El millón y medio de palestinos que fueron compelidos por el Estado de Israel a abandonar la ciudad de Rafah ¿a dónde van a ir? El último refugio luego de la devastación está siendo atacado; el opresor motoriza su cruel maquinaria discursiva aduciendo que se les da aviso de retirarse antes de bombardear, pero si no se tienen a dónde más ir, ¿el aviso es válido? Simplemente hacen saber del dolor por venir. Sin fronteras que puedan ser transitadas, ¿cómo hacen para no morirse un millón y medio de personas? A esa desoladora existencia condena el Estado de Israel a los palestinos: a no saber si a mitad de la noche la bomba cae sobre el hospital en el que se refugia la familia; a no poder brindar medicación a quien sufre una mutilación o asistencia respiratoria a quien lo necesita; condena a los palestinos a una existencia efímera, donde ni llorar a los propios hijos es dable porque muchas veces los cuerpos que yacen son indistinguibles.

La Nakba sigue aconteciendo: Gaza se ha convertido en una zona de muerte. El Estado de Israel deja deliberadamente sin agua, electricidad, medicinas y comida a la población civil. Están siendo sometidos a un genocidio lento sin que los poderes mundiales se sonrojen. Treinta y cinco  mil palestinos han sido asesinados, el setenta por ciento de ellos eran mujeres y niños. ¿Cómo se legitima este ataque barbárico sobre la población civil? ¿La caza de los combatientes de Hamás habilita a hacer sufrir hambre planificada a la población civil? El 1, 5 % de la población de Gaza ha sido asesinada ¿quién los llora? Los palestinos son deshumanizados; sus cuerpos no valen las lágrimas del mundo “civilizado”.

El ministro de Defensa de Israel llamó a los palestinos “animales humanos”.  ¿Es una opinión aislada? No, el decálogo de inmoralidades es larguísimo. Denominarlos como mitad animales, mitad humanos, hace a la construcción deliberada de un sentido común que considera posible atacar sin reparos, destruir sin límites, asesinar niños.

Sobre los palestinos pesa desde hace 76 años la misión civilizadora que un Estado racista pretende llevar adelante, justificando el genocidio, las matanzas sistemáticas, el destierro, la expropiación, la ocupación ilegal del territorio y la indiferenciación entre combatientes y población civil.  Matar civiles en un ataque a un edificio completamente habitado, bombardear un campo de refugiados o destruir ex profeso un hospital son acciones intencionales de destrucción ante una población indefensa. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde?

Atacar lo que hasta hace unos momentos era denominado como “zona segura” no hace más que proporcionar muertos civiles de a cientos.

Expulsión, exilio, masacres. Expansión de los asentamientos ilegales, cercamiento de territorios, devastación de infraestructura esencial. Asesinatos, torturas, detenciones ilegales, destrucción de viviendas, muros de apartheid.  Exterminio sistemático. El cuadro de muerte hoy es Gaza. La catástrofe del pueblo palestino lleva 76 años aconteciendo.

Y aun así, frente a la imposición de inexistencia, el pueblo palestino continúa existiendo. Son vidas que merecen ser vividas.  En la miseria planificada, los arrullos de cuna seguirán pretendiendo calmar el hambre. En la catástrofe absoluta, los niños sobrevivientes seguirán bailando.