Desde los “sures sureños” de América Latina, vengo a levantar mi voz por aquellos invisibilizados (o un sector de ellos), que fuimos fuertes, generamos caminos, criamos con nobleza… Los hoy llamados «adultos mayores», violentados por políticas rupturizantes de la dignidad humana, del lazo social, y de la puesta en marcha de un discurso y practica excluyente que nos deja a merced de una obligada resiliencia y de la reducción en la aspiración de la cobertura en nuestras necesidades básicas.

 Por Claudia Mónica Garcia

Me refiero a los jubilados, y por ello busqué su etimología: “El término «júbilo» se originó a finales del siglo XIV, procedente del francés antiguo jubilación «jubilation, rejoicing», y directamente del latín tardío iubilationem (nominativo iubilatio) «un grito de alegría», un sustantivo de acción derivado del participio pasado de iubilare «dar gritos de alegría”

Hoy debemos reducir, con un sabio intento de sostener nuestra hidalguía, nuestros tiempos, espacios y elecciones a las que habíamos accedido.

No es júbilo ser jubilado en Argentina

Somos testigos mudos de una obscena indiferencia en los campos de la salud pública, de la economía y del retiro – ¿voluntario? – en territorios que, como dijera, habíamos accedido y nos fuimos retirando, a veces, vergonzosamente.

La tensión/conflicto que vivimos los adultos mayores en los “sures-sureños” nos han tornado mudos de acción y palabras, somos sujetos sujetados al devenir de pasiones, donde impera la negación como mecanismo, ante la frágil ilusión de algunos empáticos que preguntan:

¿Cómo llegan a fin de mes cobrando apenas 100 dólares, habiendo aportado más de 30 años?

No es júbilo ser jubilado en Argentina: la etimología es opuesta a la realidad.