14 de mayo 2024, El Espectador

La respuesta que hace pocos días le envió una adolescente colombiana a una curtida columnista española, es una lección que debemos recibir y capitalizar.

Podríamos, por ejemplo, aceptar que madurez y vejez no son necesariamente sinónimos de sabiduría; y que al ser más conscientes de todo lo que ignoramos y de lo absurda que resulta la prepotencia, los años deberían hacernos si no más humildes, al menos, menos soberbios. Podríamos ser y estar más dispuestos a aprender de los que vienen, de quienes tienen sus valentías recién estrenadas y sus argumentos menos contaminados. Ellos y ellas tienen las emociones y las preguntas a flor de piel; no nacieron para resignarse, y tienen más de una misión, pero ninguna sumisión. Quizá ahí radica una de las pocas esperanzas que aún sobreviven a la pandemia del pesimismo. Así es que no nos queda a los mayores mirar a los jóvenes desde un pedestal que solo existe en los espejos del narcisismo, o en “los palacios de icopor” de los que habla Carlos Duque.

Por salud mental procuro leer lo menos posible a Salud Hernández. Reconozco que es una mujer audaz, que muchas veces se ha metido en la boca del lobo para escribir una crónica o una columna que ciertamente resulta interesante. La respeto, me parece que tiene un excelente manejo del idioma y un agobiante enfoque de las ideas.

En este caso tuve que leerla para entender el contexto de la respuesta que le escribió Antonella Petro quien –además de ser una adolescente pensante, autónoma y estructurada– es la hija menor del presidente de Colombia.

La respuesta de Antonella tiene fuerza, tiene verdad y ecuanimidad. Da “sopa y seco” en lo conceptual, sin ofender en lo personal, cosa que muy pocos saben hacer, y ella lo logra en cada renglón de su carta. Expone sus razones con firmeza y espontaneidad, sin descalificar y sin enviar mensajes subliminales. Contrario a lo que hizo la periodista, Antonella (que es menor de edad), no manda razones ni necesitó intermediarios para decir lo que sintió que debía decir. Da con una gran altura una lección de dignidad, y defiende el valor de la juventud, de la independencia y de la lealtad crítica hacia su padre. Se defiende sin agredir, y eso, en la era de la pugnacidad, es ya una conquista de la razón.

Con el 24% del siglo XXI vivido, deberíamos haber aprendido –no solo la señora Hernández sino todos– que nuestra juventud no se deja instrumentalizar, y que está donde está y hace lo que hace, por convicción y no por seguir los mandamientos de la ley de nadie. La juventud no es una enfermedad ni una debilidad: es una fortaleza vital, pensante y dueña de esa rebeldía que el mundo necesita para no volverse una costra de amnesia y costumbre. Es como el cariño verdadero: «ni se compra ni se vende”; tenerla y ejercerla no equivale a ser títere, ni objeto decorativo ni juguete maleable. La juventud tiene su voz propia y potente; no se guía ni se frena por lo que resulte «políticamente correcto»; no se inspira en los factores de conveniencia ni de connivencia, y no se deja asfixiar por esa máscara de tul grisáceo y postizo, que llamamos prudencia, y que tanto colinda con la hipocresía.

Independientemente de su filiación política, de si les gusta o les hierve el presidente, o si la columnista Salud los enferma o los alivia, sugiero que lean la respuesta de Antonella. Es una lección genuina y bien planteada. Ojalá nos sirva a los adultos para equivocarnos un poco menos y bajarle dos rayitas a la manía de juzgar. Creo sinceramente que los prejuicios no son más que la voz del miedo, mezclada con algo de ignorancia y vanidad.

 

A solicitud de algunos de nuestros lectores, publicamos a continuación la carta de Antonella Petro a Salud Hernández:

Respuesta a la periodista Salud Hernández

”A palabras necias, oídos sordos”, es una frase que en incontables ocasiones me han repetido y en la que creo. No obstante, que las palabras necias provengan de una de las revistas más importantes del país como lo es SEMANA y, más específicamente, de la periodista Salud Hernández, amerita una respuesta.

Primero que todo, cabe aclarar que a todos los actos públicos a los que he ido, lo he hecho por voluntad propia y no porque mi padre me obligue (nunca lo haría). Me gusta aprender de lo que dice y al mismo tiempo sacar mis propias críticas. Además, como cualquier otra persona, estoy en mi derecho de marchar por los derechos de los y las trabajadoras, sabiendo que en unos años me convertiré en una más.

Estar al lado de mi padre y apoyarlo, como cualquier hija apoyaría a su padre, no debería ponerme en el “foco de atención” como usted lo insinúa, Salud. Sin embargo, parece que usted, respetada
periodista, por verme al lado de mi papá buscó la ocasión de utilizarme como instrumento para criticarlo. Si su intención era juzgar el discurso de mi padre, lo cual es totalmente válido, podría haberlo hecho sin necesidad de mencionarme. Usted a lo largo de su carta estigmatiza mi vida, mi forma de ser y de pensar. Cito unos cuantos ejemplos: “Encuentro descorazonador que una adolescente crea”; “Este tipo de gestos, lo aprenderás, Antonella”; “De pronto, Antonella, conviene aclararle”, entre muchos más.

Sin embargo, es pertinente recordarle que antes de juzgar a una persona, toca conocerla. Por ende, me presento: antes que nada, mi nombre es Antonella Petro Alcocer y, al igual que los adolescentes de mi edad, tengo mi vida propia, alejada de la política; voy al colegio, practico mi deporte, salgo con mis amigos colombianos en Bogotá, no europeos en Italia, como usted lo insinúa. Asimismo, me interesa la política. Es un mundo en el cual crecí y el cual me apasiona.
Si bien me gusta mantenerme al margen de lo que sucede, también me gusta charlar con mi padre de vez en cuando, que me dé su opinión sobre hechos históricos del país o de la actualidad, me
gusta que me hable de su plan de gobierno y las reformas que quiere plantear. Sin embargo, a lo largo de mi corta vida, me enseñó también que un punto de vista personal y crítico no se construye con una sola opinión, sino con varias (lo cual es una de las cosas que más le agradezco de mi educación).
Por eso mismo, me gusta leer libros de personalidades que no comparten sus ideologías políticas; por ejemplo, mi más reciente lectura es La explosión controlada, de Alejandro Gaviria. También he
aprendido que se tiene que llevar la contraria cuando uno no está de acuerdo en algo, razón por la cual no callo mis opiniones cuando siento que es correcto.
Por ende, concluyo que por más que mi cerebro tiene mucho que aprender y abrirse todavía, no soy una adolescente ni sesgada ni ignorante, como usted lo intenta plantear en incontables ocasiones en su artículo. Por eso mismo le escribo esta carta, ya que no permitiré que mi nombre sea usado para desprestigiar a mi papá.

Cuando hay cosas que deben ser criticadas del gobierno de mi padre (como en cualquier otro gobierno) soy la primera en decírselo y darle mi opinión. Sin embargo, hay unas cosas que usted
sugiere que le “plantee” a mi papá, las cuales no comparto. No las citaré puesto que no me parece oportuno; sin embargo, la invito, respetada periodista, primero que todo, a ver las dos caras de la
moneda y recordar quiénes fueron los que verdaderamente apostaron por la paz, dejaron las armas y ayudaron a construir la Constitución moderna que hoy tiene Colombia.

Por otro lado, también la invito a ver la diferencia entre una guerra y un genocidio. Para finalizar, pero no menos importante, usted sugiere que yo y los próximos “retoños del mandatario de turno” deberíamos ser “invisibles”. Rechazo energéticamente esta afirmación. Al igual que cualquier otro civil, nuestra libertad llega hasta que afecta la del otro, y por aprovechar la oportunidad de aprender y apoyar a nuestros papás (independientemente de su trabajo) no estamos afectando a nadie.

En este caso puntual del primero de mayo, yo era “invisible”, puesto que por más de que estuviera presente en el acto, la gente estaba pendiente del discurso de mi padre y de las reivindicaciones
de los y las trabajadoras, no de mí (como tiene que ser). La que decidió que me volviera visible -una vez más- escribiendo ese artículo fue usted, respetada Salud.

Antonella Petro.

Fuente: https://www.msn.com/es-co/noticias/other/esta-es-la-sentida-carta-de-antonella-hija-menor-del-presidente-petro-en-respuesta-a-salud-hern%C3%A1ndez-mora/ar-BB1mbeDM

El artículo original se puede leer aquí