Encabezados por docentes y estudiantes, cerca de un millón de personas marchó en toda la Argentina, con libros como pancartas, en defensa de la educación pública y gratuita y contra las medidas del gobierno del “libertario” Javier Milei.
La masiva respuesta a las políticas del gobierno se da en la antesala de la discusión en el Congreso de un paquete de leyes a medida del gran capital: acuerdo fiscal, ataques a las jubilaciones, reforma laboral esclavista, limitaciones del derecho a huelga, criminalización del derecho a la protesta y otros ítems que implicarían cambios estructurales sumamente regresivos.
En Argentina, la universidad pública es vista como una de las últimas oportunidades de movilidad social para la clase baja y media de Argentina, empobrecidas tras sucesivas crisis económicas y más de una década de estancamiento. La actual gestión libertaria pretendió aplicar para las 65 universidades nacionales y sus instituciones de salud un presupuesto inicial, la misma cifra que hace un año, pese a la inflación de casi el 300%.
Según las encuestadoras, Milei conserva una popularidad cercana al 50%, que se ha resentido poco del ajuste. El ataque a la universidad pública ha tocado un nervio sensible y ha despertado una resistencia hasta ahora que el gobierno no esperaba.
“La era del Estado presente ha terminado”, sentenció Milei el lunes. Para él, el rol estatal debe limitarse a la “defensa de la vida, la libertad y la propiedad”. Cientos de miles de personas salieron un día después a las calles de todo el país para responderle con manifestaciones históricas en defensa de la universidad pública y gratuita, un pilar del Estado argentino que hoy es cuestionado y desfinanciado por el gobierno de ultraderecha.
La masividad de la imponente marcha en defensa de la universidad pública en Buenos Aires y las principales ciudades del país dejó hecha añicos la implementación del protocolo antipiquetes del gobierno nacional. Menos de 24 horas atrás, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, había anticipado la intención de llevarlo a la práctica. El protocolo establece marchar por las veredas para facilitar el tránsito vehicular.
Extraña que la página oficial de la Cancillería argentina recuerde que “La educación en Argentina es reconocida como un derecho y el Estado, tanto nacional como provincial, debe asegurar la igualdad, gratuidad, laicidad y el acceso a todos los niveles del sistema educativo en el ejercicio de este derecho para toda la población que vive en el país».
Añade que “las personas migrantes y refugiadas que viven en Argentina tienen el mismo derecho que los nacionales a acceder a la educación y a ser admitidas en instituciones de todos los niveles educativos, sean de gestión estatal o privada. Cabe destacar que a partir del año 2006 la educación en Argentina es obligatoria desde los cuatro años hasta completar el nivel secundario. También existe oferta educativa para jóvenes y adultos que no hayan completado el nivel secundario”.
La información completa que “El Estado argentino asegura la gratuidad en el acceso a la educación desde el nivel inicial hasta el universitario a través de las instituciones educativas de gestión pública”. Es, precisamente, lo que Mileinato intenta destruir.
Tercera gran marcha
No fue la primera, sino la tercera gran marcha contra el gobierno del ultraderechista Javier Milei en apenas 134 días de gobierno. La primera fue del movimiento obrero, el 24 de enero, contra el DNU, la ley ómnibus y la flexibilización laboral; la segunda fue el 24 de marzo por los derechos humanos. Y esta ha sido la tercera gran marcha contra el gobierno de Javier Milei, movilizada por la comunidad educativa en defensa de la educación pública.
La enorme movilización del martes en la capital fue la más grande en muchos años. A ella hay que sumarle las grandes movilizaciones en Mar del Plata, Córdoba, Tucumán, Misiones, Mendoza y demás, que dejaron en claro que el gobierno tendrá problemas si busca destruir a la educación pública.
Además de la presencia de dirigentes peronistas como Sergio Massa, el gobernador de Buenos Aires Axel Kiciloff y Verónica Magario, no extrañó que varios dirigentes políticos cercanos al gobierno se acercaran a la marcha, entre ellos el ex jefe de gobierno capitalino, el neoliberal Horacio Rodríguez Larreta y el presidente de la Unión Cívica Radical, Martín Lousteau.
El primero publicó una imagen rodeado de alumnos y escribió: “Yo defiendo a la educación pública”, y Lousteau sentenció: “La educación pública, de calidad y gratuita, es un derecho irrenunciable de todos y es el pilar sobre el que construimos el progreso de este país. Vamos a defender lo que nos pertenece y no vamos a permitir el desfinanciamiento del sistema educativo”.
A las armas que mostraba el dispositivo policial-militar de Seguridad, los jóvenes respondieron con un libro en la mano (por aquello que “los libros no muerden”) y con la profusión de cartelitos caseros, como los que decían “La educación nos hace libre” y ”Lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer”.
Y también los que señalaban que “La educación no se vende, se defiende”, “Exigimos con la nuestra bancar la universidad”, “Sin ciencia no hay Conan” (el mastín clonado de Milei), “Educación pública = movilidad social”, “No hay libertad sin un pueblo estudiante”, “Villero y universitario, el terror de los libertarios”, entre muchos otros.
Tras la acusación del presidente a los docentes de “adoctrinamiento” y “lavado de cerebro”, la primera reacción del gobierno fue calificar a la movilización como “política” y señalar a los manifestantes como “la vieja casta de siempre”, pero la realidad obligó a recalibrar la respuesta. “Lágrimas de zurdos”, fue la consigna que eligió Milei para contraatacar desde sus redes sociales. Media hora antes de comenzar la marcha, el presidente prefirió irse de la Casa Rosada…
“Es una marcha a la cual uno concurre de forma triste y angustiada, no vamos contentos”, dijo el rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ricardo Gelpi, quien defendió la pluralidad ideológica de una universidad gratuita a la que asisten más de 300.000 alumnos y que lidera los ránkings en Latinoamérica en varias disciplinas. “Lo del adoctrinamiento con todo respeto me suena un poco ridículo”, respondió Gelpi a Milei.
La realidad muestra que el deterioro se extiende a todos los niveles educativos. El Gobierno eliminó el Fondo de incentivo docente con el que las provincias pagaban parte de los sueldos de los docentes de las escuelas públicas. En paralelo, puso en marcha un plan de ayudas económicas destinado a los padres que envían a sus hijos a colegios privados.
Fue un histórico desborde multitudinario de lo público, dice Diego Sztulwark: “Defensa de las universidades públicas, sí. Y de la educación y de Aerolíneas, y del salario y de la salud, y del derecho a estudiar y a ocupar la calle y a ser cientos de miles y a cantar y a organizarnos (…) Vuelve a haber un proceso de acumulación desde abajo, exactamente lo que preciamos”.
El timing del mensaje presidencial sin anuncios concretos -el lunes, por cadena nacional de radio y televisión- tuvo que ver con un momento clave en el que el gobierno sigue siendo nuevo, pero no tanto y a la vez no tiene resultados palpables para mostrar. Milei sabía que la marcha iba a dejar en claro que no todo va bien e incluso iba a dejar en ridículo una vez más al protocolo represivo de Bullrich.
Es que la intención del gobierno estaba clara: educación para aquel tiene dinero para pagarla. La decisión del gobierno de prorrogar el Presupuesto educativo de 2023 sin considerar el 211,5 por ciento que acumuló el índice de precios al consumidor el año pasado más el 51,6 por ciento del primer trimestre (288% de inflación en total) tuvo, como consecuencia lógica, el mayor desfinanciamiento de la educación pública que superó el 70%, superior del que se tenga registro.
En la década de 1960, la chilena Violeta Parra escribió y cantó “Me gustan los estudiantes, porque son la levadura, del pan que saldrá del horno, con toda su sabrosura”, versos que ella, la argentina Mercedes Sosa y el uruguayo Daniel Viglietti supieron popularizar, aunque seguramente, Milei jamás la haya escuchado: “Que vivan los estudiantes, jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan, de animal ni policía”.