Hegemón del siglo XXI
Los esfuerzos de las élites político-mercantil, están puestos en los últimos tiempos, en su campaña global de homogeneización, del pensamiento único, del relato uniforme de los hechos, de una cultura, un estilo de vida, un sistema político social y una moral. Tal campaña no escatima medios, desde una insostenible mañosa interpretación de los conceptos de libertad, democracia y sistema económico; hasta el uso de las fuerzas militares, en invasiones de territorios, destrucción de gobiernos insumisos y la masacre directa de poblaciones civiles.
Así la campaña despliega su poder mediático, y cierra sus fronteras a la prensa de otro origen (como ocurre hoy en el “primer mundo”); acomoda legislaciones para limitar profundamente la participación política social; subyuga a las instituciones “independientes” e instancias colegiadas multilaterales mundiales (lo que explica la ineficacia actual de la OEA y la ONU); usa a su antojo las cortes internacionales (en especial las de arbitrio de los temas comerciales), en una imposición que hace pie en la supremacía del poder del dinero, sobre cualquier otra perspectiva o aspiración humana.

La versión chilena de la homogeneización en marcha
En las últimas elecciones realizadas en nuestro país, la modificación realizada el 2016 a la ley 18603, Ley de Partidos Políticos, tiene como efecto que de los 27 partidos que participaron, constituidos legalmente, 12 pierdan su legalidad producto de la aplicación del artículo 56, el que establece mínimos de votación y representatividad para que un partido continúe siendo legal: “un partido perderá su legalidad sino obtiene el 5,% de los votos de la última elección o si no logran elegir cuatro parlamentarios en ocho regiones, en tres regiones continuas o en dos regiones distintas”.
Debido a esto, quedan fuera de la legalidad y del Parlamento casi la mitad de las orgánicas políticas que existen en nuestro país y que son la expresión de diversas ideologías que representan a un determinado segmento de la población chilena (por ejemplo, el PH, aun eligiendo 3 diputadas, 2 alcaldes y 27 concejalías).
La exclusión de estos partidos de la discusión del país que queremos, y de cómo convivimos como sociedad, es un acto absolutamente discriminatorio pues no permite la expresión de la diversidad ideológica, es antidemocrático, al no reflejar la real representatividad de la totalidad de un conjunto y, además, atenta contra la libertad de derecho político, siendo primario una urgente revisión y modificación que impida la concentración de decisiones políticas en un grupo reducido de partidos (hoy se está forzando todo hacia el modelo de bipartidismo).
Por cierto, no se revisa el problema mayor, legalizando dar atribuciones sin control partidario a las y los electos, junto con sueldos elíticos para los cargos, lo que, en la práctica, provoca que éstos se desentiendan de los proyectos políticos declamados en las elecciones, y que se alejen de la realidad cotidiana que viven las mayorías a las que supuestamente representan, y no resuelve (atribuyendo buena fe a esta legislación) la necesidad de acuerdos políticos, generando un explosivo aumento de tránsfugas, ni ha logrado evitar la corrupción del cohecho y el tráfico de influencias, vaciando la participación militante en los partidos, y dejando por los suelos la credibilidad pública en sus políticos y la de las instituciones políticas.
Antes, durante y después del estallido social del 2019, surgieron diversas expresiones y posibilidades de organización, principalmente aquellas construidas desde las demandas, intereses y unión de voluntades más o menos similares, de las y los desprotegidos, ubicadas en un arraigo común y dónde se dio la conversación política horizontal y paritaria, como una estrategia para enfrentar al régimen capitalista, la crisis multidimensional en curso, la conquista de derechos sociales y la impugnación del poder por el denominado Pacto por la Paz

La valentía y porfía, pilares de una tercera fuerza diversa convergente.
Ya agrupados en el bipartidismo o duopolio, como fieles devotos de la denominada “alternancia en el poder”, donde nada cambia, solo las caras de las y los administradores del modelo neoliberal.
Con esa crítica y la propuesta de romper con el bipartidismo, irrumpe llegando al poder, una generación que rápidamente se acomodó a las órdenes y consejos de los integrantes de uno de los bloques ya desgastados, desprestigiados y empobrecido en su influencia electoral en la masa votante que les creyó y los votó elección tras elección (hoy por la ventana, constituyen la mesa política de La Moneda).
Una vez más, quienes han llegado al poder, entienden la democracia, solo, como el hecho de emitir el voto y los electos representantes se preparan para negociar acuerdos que beneficien a la casta gobernante.
Mismos que entienden la democracia formal como el “acto mediante el cual muchos eligen a pocos y un segundo acto en el que estos pocos traicionan a muchos” (Silo, carta a mis amigos n° 6).
Desde la base social organizada, consciente y militante surge un clamor, un susurro que debe hacer eco en los partidos, llamados “partidos alternativos”, que cuestionan de forma y fondo al modelo y sus administradores, el mensaje es claro y contundente, crear una herramienta política que de expresión a la base social organizada que haga un emplazamiento claro, directo y cuestionador a la casta político-mercantil gobernante (una suerte de encomenderos del tercer milenio de la banca mundial).
La base social organizada está levantando sus intentos, para oponerse a la elite que busca el vaciamiento de la participación política y social ciudadana, dando inicio, “desde abajo”, nuevamente a las conversaciones de las distintas fuerzas antineoliberales, populares, feministas, ecologistas y humanistas para viabilizar la construcción de una alternativa política social al poder imperante.
Los Movimientos sociales discuten hoy la urgencia de generar ámbitos en los distintos territorios del país, donde construir direcciones comunes y elementos concretos de convergencia, que permita la articulación y desarrollo organizacional en un urgente proyecto político frente al avance del capitalismo.
Esperamos poder aportar a tal proyecto, haciéndonos cargo, de precisar en su seno, una DIRECCIÓN de democracia real y participativa, de promoción de la horizontalidad, de respeto y valoración de las diferencias convergentes, promoviendo desde el ejemplo, y no de la simple retórica, un estilo de relación que entienda, valore y promueva lo colectivo, la inteligencia conjunta y el sentido profundo de la soberanía popular.
Si el poder político actual, aterroriza a la gente para que ésta se inmovilice y acepte sin más un destino de pobreza, marginación y muerte, en favor de la perpetuación de sus privilegios; resulta una necesidad y un propósito válido, el abrir opciones de futuro, haciendo pie en los mejores atributos de la gente sencilla, de su diversidad, de su valentía, de su fuerza, de su solidaridad, de su sabiduría, de su alegría, de su repudio por la violencia y su valoración de la paz. El cambio será con la participación protagónica de la gente, y más allá de toda dificultad de la empresa, éste es el intento que vale la pena vivir.

 

Redacción colaborativa de Ricardo Lisboa Henríquez; M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada; César Anguita Sanhueza y Sandra Arriola Oporto. Comisión de Opinión Pública