El panorama social y político de América Latina como entidad territorial es contradictorio, algo no muy distinto de lo que ha venido siendo habitual desde las diferentes declaraciones de independencia. Históricamente, el mundo, occidental, controlador y colonizador, siempre la ha mirado mejor si sus gobiernos son más dóciles en lo político y más cercanos en lo económico, que si cuestionan el capitalismo y ponen más énfasis en lo social y en la soberanía e independencia.
El continente ha sido un péndulo político y económico que ha oscilado de uno a otro lado del espectro ideológico con más o menos fortuna, más o menos pérdidas humanas y naturales, más o menos conflicto. En lo que va de siglo XXI, ha pasado del neoliberalismo más radical, con Chile a la cabeza tras la caída de Allende, al antineoliberalismo más resistente con Venezuela (Chávez), Brasil (Lula), Argentina (Kirchner), Uruguay (Mujica), Bolivia (Morales) y Ecuador (Correa).
Hoy puede que el péndulo oscile hacia otra nueva ola de neoliberalismo en el que se mezclan acciones políticas que alimentan al mercado con decisiones económicas que abren mayores brechas en la sociedad. Argentina ha caído en las manos de un anarcocapitalista; Chile no termina de salir de una constitución trasnochada; Ecuador se pierde en una violencia trasladada a las calles; El Salvador alardea de reducir el crimen; México se enfrenta a la etapa post AMLO; Brasil lucha por recuperar lo que perdió con Bolsonaro; Venezuela sufre sanciones mientras busca credibilidad, y Colombia padece la persecución de las clases políticas y económicas tradicionales. En todas partes, con más o menos aciertos y errores, las ciudadanías populares, el campesinado, los pueblos indígenas y afros, la clase obrera, las mujeres, la juventud y los colectivos con opciones sexuales diversas, siguen siendo quienes más pierden y menos ganan.
También se les ha vendido la “seguridad” como necesidad para el desarrollo, uno impuesto desde fuera para ayudar al aumento del consumo y beneficiar a las grandes multinacionales y a las políticas comerciales de las grandes economías mundiales que prefieren “más balas y menos libros (y libertades)”, más policía y menos derechos para que no se les “joda” el negocio. Las continuas políticas neoliberales, que a lo largo de quinientos años no han demostrado su valor social, y los numerosos y vertiginosos avances tecnológicos, han agrandado, más si cabe, las brechas digital y social.
En las movilizaciones sociales de los últimos años los sectores populares, estudiantes, campesinos e indígenas, han denunciado y traído a la actualidad las continuas políticas colonialistas que no desparecieron con la independencia. América Latina sigue estando en una encrucijada, en sus tres acepciones: es un cruce de caminos donde las luchas por la identidad y la autonomía son atravesadas por las presiones de fuerzas que buscan mantenerla como territorio colonizado y explotado al gusto de sus propias élites o de gobiernos y empresas extranjeras; es un espacio abierto sensible a los bandazos económicos mundiales de los que suele salir perjudicada, y vive en una disyuntiva entre mantener su propio rumbo o dejarse embaucar por los cantos de sirena procedentes de la vieja Europa, de EE. UU., que siempre ha tenido a América Latina como su ´patio trasero`, y ahora de China. En definitiva, el capital, en lo económico, y el neoliberalismo, en lo político, con sus numerosos secuaces en lo mediático, no han cambiado el objetivo de los últimos ochenta años: esquilmar el territorio y explotar a sus moradores.
La lucha por el poderío comercial entre China y EE. UU. y por el poderío militar entre éste y Rusia no ayuda a que América Latina ocupe un lugar en el tablero geopolítico mundial y tampoco contribuye a la integración regional ni a la autonomía respecto a los grandes polos del poder. Los intentos de organizar y agrupar el continente (UNASUR, Mercosur, ALBA, CELAC) se han visto afectados por presiones e impedimentos de todo tipo que han dificultado su consolidación y acción: “La paradoja del siglo XXI es que no estamos ante la disyuntiva de estar unidos o dominados, la encrucijada del siglo XX, sino atrapados en las adversidades impuestas domésticamente y reforzadas regionalmente. Mientras tanto EE. UU. (¿y Europa?) y China utilizan a Latinoamérica como espacio de disputa y explotación de recursos de acuerdo con sus necesidades e impulsos gananciosos [1]”.
Avanzar desde la cultura, la paz y la comunicación
Pero existen elementos poderosos que pueden hacer avanzar la nave latinoamericana y que han estado presentes, de una u otra manera, en las luchas de este siglo: la cultura, la defensa de la paz y la comunicación. Dialogar desde el arte, el urbano y callejero, el cartelismo, la ilustración, la pintura, la fotografía, los medios alterativos o las artes audiovisuales, que ha manifestado las inconformidades y las demandas de una ciudadanía que no quiere ser excluida e ignorada y que pretende convertirse en protagonista de su propia historia y la de sus países: “El arte es resistencia y la libertad de expresar las ideas es fundamental para construir una democracia diversa que permita imaginar un futuro más viable para estas y las próximas generaciones [2]”.
Y desde la comunicación, enfrentada a esa información de los medios masivos que le bailan el agua al poder, en diálogo con la sociedad y basada en la escucha, en la que quepa más país (países) y más América Latina, pensar en esa comunicación “situada, tanto o más que en la maravilla de los aparatos, en la incertidumbre y la pesadumbre de nuestras sociedades [3]”.
Mirar Abya Yala, más que por la economía y sus resultados, que enriquecen a los mismos y empobrecen a los de siempre, como un territorio culturalmente diverso que puede potenciar su desarrollo, el que autónomamente elijan y no el que les impongan desde fuera, a través de la cultura [4]. Siendo esta un eje vertebrador de las sociedades y promotor de la inclusión, algo que se debe buscar tanto desde los gobiernos como desde las instituciones y la sociedad civil.
Salir de la presión y el control del mercado, descentralizar la mirada y pensar la realidad social y política latinoamericana metiéndole país, y continente, a la reflexión para desatascar los pensamientos críticos y las estancadas academias y que incidan, de verdad y para las mayorías, en las políticas públicas para que se acerquen a las ciudadanías y a las transformaciones necesarias “Pues nunca la distancia, necesaria al pensar, se ha vuelto tan perversa como cuando lo pensado ya no tiene que ver con lo que vive y siente la gente del común [5]”.
Hace más de treinta años que Octavio Paz escribió en La otra voz aquello de “Hoy las artes y la literatura se exponen a un peligro distinto: no las amenaza una doctrina o un partido político omnisciente sino un proceso económico sin rostro, sin alma y sin dirección. El mercado es circular, impersonal, imparcial e inflexible. Algunos me dirán que, a su manera, es justo. Tal vez. Pero es ciego y sordo, no ama a la literatura ni al riesgo, no sabe ni puede escoger. Su censura no es ideológica: no tiene ideas. Sabe de precios, no de valores”.
Es hora de pensar-NOS como ciudadanías de un territorio cultural y diverso pero englobado en Abya Yala, un mismo continente de memoria e identidad. Establecer agendas públicas bolivarianas y martianas que hagan posible edificar, desde la comunicación, desde la cultura y la paz, nuestra América, la propia, no la de ellos. Y construir, como dijera Mario Benedetti, ese “nuevo canal sin esclusas ni excusas que comunique por fin tu mirada atlántica con mi natural pacífico” para cumplir con su sueño para América Latina “Su liberación en todos los campos, y que pueda superar todos los condicionamientos, empezando por el económico”.
Notas
[1] Hirst, M. y Tokatlian, J.G. “América Latina, el nuevo orden internacional y su ‘sálvese quien pueda’”, en La Vanguardia, diciembre 12 de 2023.
[2] Arte en resistencia www.arteenresistencia.org
[3] Martín Barbero, J. y Rincón, O. (2009). Entre saberes desechables y saberes indispensables (Bogotá, FES Comunicación, p.5).
[4] La fuerza transformadora de la cultura en Iberoamérica https://www.somosiberoamerica.org/temas/cultura/la-fuerza-transformadora-de-la-cultura-en-iberoamerica/
[5] Martín Barbero, J. y Rincón, O. (2009). Entre saberes desechables y saberes indispensables (Bogotá, FES Comunicación, p.6).